Apoteósico fin de curso
"La Octava de Mahler es una sinfonía erizada de dificultades, y hasta de trampas, si me apuran, donde uno menos se las espera".
Parece que fue ayer y, sin embargo, ha pasado casi una década. Josep Pons desembarcaba en Madrid en octubre de 2003 al frente de la Orquesta Nacional de España con la Tercera de Mahler. Venía con la maleta llena de ilusiones, pero no era nada fácil llevar a buen puerto un desafío a todas luces gigantesco. Escuchando ayer el último concierto de esta temporada, y de Pons como titular de la ONE, era difícil no dejarse llevar por la emoción pero sobre todo por el reconocimiento intelectual a un trabajo bien hecho. Había años luz de distancia interpretativa entre aquella Tercera de 2003 y esta Octava de 2012. La ONE sonó ayer compacta y poderosa, mientras Pons se mostraba dominador en cada detalle a la vez que poético. Era la rúbrica final de una década prodigiosa, sustentada en la tenacidad, la inteligencia de la programación y una fe de iluminado capaz de llegar a las cotas artísticas más altas desde la más absoluta sencillez. Pons figurará a partir de ahora como director honorario de la ONE, lo que facilitará que la orquesta siga en contacto con él, pero ayer cerró un ciclo que me atrevo a calificar de modélico. Por ello el tono de apoteosis en la sala hacía justicia a un sueño hecho realidad.
Octava Sinfonía de Mahler
Director: Josep Pons. Coro y Orquesta Nacionales de España. Coro de la Comunidad de Madrid. Coro de RTVE. Escolanía del Sagrado Corazón de Jesús. Joven Coro de la Comunidad de Madrid. Coro de la Politécnica de Madrid. Con Manuela Uhl, Michaela Kaune, Bo Skovhus y Albert Dohmen, entre otros. Auditorio Nacional, 3 de junio.
La Octava de Mahler es una sinfonía erizada de dificultades, y hasta de trampas, si me apuran, donde uno menos se las espera. Hay maestros que se han especializado en esta obra como Riccardo Chailly, pero también tenemos primeras figuras de la dirección orquestal que la tienen pavor y ahí está el caso de Claudio Abbado, que ha vuelto a anular este año el enfrentamiento con esta sinfonía en Lucerna, cuando es la única que le falta para completar un ciclo mahleriano de los etiquetados como históricos con la orquesta del festival suizo.
Pons ha elegido esta espectacular sinfonía como cierre de una etapa. La ocasión lo merecía y los resultados artísticos han sido extraordinarios. En la orquesta: precisa y dialogante; en la media docena de coros: empastados y enérgicos; en la acertada contribución de los solistas vocales, con Michaela Kaune o Bo Skovhus sentando cátedra, y con Manuela Uhl, Albert Dohmen o Anthony Dean Griffey a un envidiable nivel. El éxito obtenido es de los que dejan huella. La cultura del espectáculo se impone también en el terreno musical. Josep Pons ha apostado por el riesgo y ha ganado. Enhorabuena, maestro.
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