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Bienvenidos al más difícil todavía

El circo contemporáneo bebe de las fuentes tradicionales y se mezcla con la dramaturgia En España escasean los espacios para su desarrollo, capitaneados por el Circo Price de Madrid

Silvia Hernando
'This is the end', espectáculo representado por la CNAC, la escuela nacional de artes circenses francesa.
'This is the end', espectáculo representado por la CNAC, la escuela nacional de artes circenses francesa.

Atención: este es un reportaje sobre circo contemporáneo. No sobre el Cirque du Soleil. No es lo mismo. La compañía canadiense ha creado innegablemente una enorme y exitosa industria: sus más de 5.000 empleados y las tres decenas de producciones que han llevado a los cinco continentes lo avalan más que cualquier otra explicación. Pero no son ellos los responsables de la renovación del arte. Simplemente suponen una fracción de una tendencia mucho más amplia. “Nos olvidamos de que en el sur de Francia y en España somos pioneros, con compañías como por ejemplo Circ Cric, surgidas a finales de los setenta”, subraya Mercè Saumell, jefa de servicios culturales del Instituto del Teatro de Barcelona.

Pero pioneros, ¿de qué? “En el circo contemporáneo se mantienen las fórmulas y prácticas del tradicional, pero entran en juego las nuevas dramaturgias”, acierta a explicar Rolando San Martín, que dirigió el Maratón de circo contemporáneo que tuvo lugar en el Circo Price de Madrid en 2011. O sea, que las piruetas, los saltos mortales y los malabares siguen ahí. Solo que ahora se conjugan con la danza, con el teatro, “y con las luces, el vestuario, la música, la escenografía”, añade Pere Pinyol, director del Price. Bienvenidos al más difícil todavía.

Haciendo historia, todo comenzó, como anticipaba Saumell, en el periodo de finales de los años setenta y principios de los años ochenta. Algunas troupes —como Circus Oz, Big Apple Circus de Nueva York…—decidieron entonces dar un paso más allá en la cuerda floja. Experimentar. Probar a mezclar los números clásicos del circo, basados en el virtuosismo y la técnica, con las artes escénicas, que incluyen una narración, y combinar el resultado con nuevos efectos musicales que abandonaban la tradición zíngara en pro de la modernidad y vestuarios más adaptados. Y de ahí, a crecer. “A día de hoy existen varios niveles”, ilustra San Martín. Aunque se pueden reducir a dos: “Los espectáculos que llevan un mensaje social y los que investigan la forma”. Y en todos los casos, se da un mínimo común denominador: de la formación familiar, heredada, se ha pasado a las enseñanzas regladas. Los artistas de hoy provienen de las escuelas de circo.

Como en España aún somos “adolescentes” en esto del circo contemporáneo, según señala San Martín, el aprendizaje sigue sin estar inscrito en el espacio Bolonia, tal como ya ocurre en otros países europeos. En Suecia o Francia, por ejemplo, pero también en Australia o Canadá, existen y están asentadas escuelas superiores que ofrecen una intensa formación —teórica y práctica—, de todas las especialidades circenses, y que en algunos casos, como el de Montreal, se puede expandir hasta ocho años. En España, la Escuela Carampa de Madrid y la Rogelio Rivel de Barcelona son los grandes bastiones de la enseñanza circense, aunque sus cursos, de máximo dos años, suponen solo una iniciación. Si uno quiere dedicarse a esto, ha de salir fuera para aprender en profundidad.

Un ejemplo lo componen los integrantes de EIA, que presenta estos días (ayer y hoy) en el Price la función Capas, que participa en el Festival Circos en Pequeño Formato. Constituida por cuatro artistas circenses y un músico, la compañía es hija educacional de Carampa. “Luego algunos de nosotros estudiamos en Suecia, y otros crearon el espectáculo El circo de la sombra”, cuenta Francesca Lissia, miembro de la formación. Sobre el mismo escenario podrá verse el próximo día 30 el espectáculo This is the end, realizado por los alumnos del Centro Nacional de las Artes del Circo de Francia (CNAC). “El nivel es altísimo”, asegura Pinyol.

Actuar en el Price es, en cualquier caso, una experiencia casi única en España. Una excepción. Porque a día de hoy, ese es el único circo de ladrillo que existe. Y se reabrió solo hace cinco años, en 2007. “Los Ateneos de Barcelona también son espacios que se han recuperado recientemente para el circo”, añade Mercè Saumell. “Y la sala Pradillo [en Madrid] acaba de lanzar una iniciativa de apoyo al circo contemporáneo con un programa de espectáculos y debates en los que invitarán a la reflexión sobre esta disciplina”, apunta San Martín, que ha comisariado las tres funciones de apertura.

Fronteras y desarrollos aparte, existen más características que definen al también llamado Nouveau Cirque. Una que salta a la vista es que, por cuestiones éticas, no se usan animales. Y sin ellos, las personas se convierten en protagonistas absolutos. “Para nosotros prima la escucha, la confianza, las ganas de trabajar juntos”, asegura Lissia, de la compañía EIA. Y es que el contacto, el roce de la piel, es inseparable de la noción de circo contemporáneo. También lo es el contar historias. “Pueden ser narraciones abstractas, pero se trata de hablar de la gente, de la vida”, señala Patrick Masset, director del espectáculo L’enfant qui, de la compañía belga Théâtre d’un jour, que también pasó por el Price el pasado fin de semana. “Y es que aunque la gente se empeñe en separarlos, para mí, la realidad es una: el circo contemporáneo es una expresión más del teatro”.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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