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Riccardo Chailly: “Mi carrera está marcada por el siglo XX”

Dirigirá a la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig en Valladolid, Madrid y Barcelona

El director de orquesta Riccardo Chailly.
El director de orquesta Riccardo Chailly.gert mothes

Riccardo Chailly concluye una larga gira de 12 conciertos por diferentes países europeos, inciada en Ámsterdam el 7 de mayo, con tres actuaciones en España: este domingo en Valladolid, donde debuta, el lunes y el martes en el Auditorio Nacional de Madrid y el miércoles en el Palau de la Música de Barcelona. Con la legendaria orquesta de la que es titular, la Gewandhaus de Leipzig, fundada por un grupo de comerciantes en 1743 –¡siete años antes de la muerte de Bach!: es la orquesta privada más antigua del mundo–, se trae bajo el brazo dos programas diferentes: el Concierto para piano en sol mayor, de Ravel, con Hélène Grimaud en la parte solista, y la Cuarta sinfonía de Mahler, el primero; y el Concierto para violín número 1, de Shostakovitch, con Leonidas Kavakos, y la Tercera sinfonía de Brahms, el segundo.

Chailly atiende a EL PAÍS telefónicamente desde Berlín.

Pregunta. Tras una etapa centrada en el gran repertorio sinfónico clásico y romántico, que ha culminado con la grabación de las sinfonías de Beethoven, se diría que ahora se dirige usted más hacia el siglo XX, como en los orígenes de su carrera. Acaba de salir al mercado el disco Sounds of the 30s, con piezas de Ravel, Stravinsky, Weill y Sabata y en el que vuelve a colaborar con Stefano Bollani, con quien recientemente sacó un registro de Gershwin. Quizá ha frecuentado menos a Shostakovic.

Respuesta. Shostakovic es un músico al que siempre he estimado muchísimo, pero para el que se necesita contar con determinadas condiciones para interpretarlo. Su concierto para violín que llevamos a España es monstruoso, dificilísimo, endiablado, y sólo con la colaboración de Kavakos me siento capaz de abordarlo. Lo hacemos muy diferente de la versión de David Oistrakh, cuando lo estrenó en 1955 en Leningrado: pretendemos darle un carácter más narrativo. La relación de Shostakovich con la Gewandhausorchester fue muy estrecha: fue la primera orquesta occidental (aunque Leipzig pertenecía por entonces a la Alemania del Este) que, a principios de los años 70, cuando era titular Kurt Masur, ofreció la integral de su producción sinfónica. Desde entonces ha entrado con fuerza en el repertorio. Junto con Richard Strauss, que también estuvo muy vinculado a la orquesta, Shostacovich es es el único compositor que agota sistemáticamente las 2.000 localidades de la sede de la Augustplatz.

El espesor de la vida musical de Leipzig no se encuentra en otros lugares”

P. Alterna en estos programas obras del siglo XX con el gran repertorio romántico y tardorromántico: Brahms, Mahler.

R. Mi carrera está marcada por el siglo XX, este ha dejado un surco profundo en mi trayectoria. Busco el contraste, por eso empiezo por el siglo XX y en la segunda parte retrocedo. Intento siempre que haya una relación entre las piezas. Por ejemplo, el concierto de Ravel empieza con una sonoridad circense, un golpe seco de látigo. Pues bien, Mahler utiliza en la cuarta sinfonía los cascabeles, que también remiten a ese ambiente. Me gusta buscar este tipo de relaciones, descubrir cómo en estilos muy diferentes se encuentran intuiciones coincidentes. También se producen entre Shostakovic y Brahms. Este último, en el segundo movimiento de su tercera sinfonía, utiliza por ejemplo un movimiento en ostinato que se encuentra calcado en el primer movimiento del concierto de violín del primero. No creo que haya ahí una inspiración directa por parte de Shostakovic, sino más bien una intuición fulgurante.

P. La Gewandhausorchester representa la gran tradición directorial centroeuropea. Entre sus directores titulares ha tenido a Felix Mendelssohn, Arthur Nikisch, Wilhelm Fürtwangler y Bruno Walter. Sin olvidar que Leipzig es además la ciudad en la que Bach escribió la mayor parte de su música religiosa. ¿No llega a pesar tanta tradición acumulada?

R. Pesa, pero amo mi trabajo y entonces pesa menos. Tenga en cuenta que la orquesta, de 185 miembros, cubre a la vez los conciertos de la Gewandhaus, de la ópera de la ciudad y los servcios religiosos de la iglesia de Santo Tomás, en la que Bach fue cantor. Todo eso da un espesor a la vida musical de la ciudad que no se encuentra en otros lugares y que a mí me satisface mucho.

P. Tengo entendido que la ópera de Leipzig es de tradición italiana.

Me gusta descubrir cómo en estilos diferentes se hallan intuiciones iguales

R. En efecto. La cercana Dresde es de repertorio alemán, dedicada a Strauss, Mozart o Wagner. En cambio, desde los tiempos de Mendelssohn -el cual, por cierto, fue además el primer director de conservatorio de Alemania- Leipzig tuvo vocación italiana. El maestro programaba prácticamente cada semana con enorme éxito óperas de Rossini, Donizetti, Bellini o Cherubini. Y eso ha llegado hasta nuestros días.

P. También Wagner nació en Leipzig. En 2013 se cumplirán los 200 años de ese nacimiento. ¿Tiene previsto dirigir algo suyo?

R. Nada. En la ópera programaremos un Anillo del Nibelungo y Lorin Maazel ofrecerá en la Gewandhaus un Anillo sin palabras, sólo con la música de la Tetralogía. Yo me reservo para Verdi, que también nació en 1813. Dirigiré su Messa de Requiem para conmemorarlo.

P. ¿Qué otros proyectos discográficos tiene en cartera?

R. Hemos iniciado un gran proyecto, la grabación de la integral de la obra sinfónica de Brahms. Cuando era titular de la orquesta del Concertgebouw ya grabé las cuatro sinfonías, hace más de 20 años, pero ahora se trata de una lectura que no tiene nada que ver con aquélla. Busco una claridad que a mi juicio ha quedado sepultada por la tradición tardorromántica. Escojo unos tempi que resultan sorprendentes. Por ejemplo, el allegro del primer movimiento y del cuarto de la tercera sinfonía se han llevado como si fueran andante. Yo los abordo más rápidos y me parece que con ello consigo una claridad mayor. Brahms no ponía indicaciones de metrónomo, confiaba como Wagner en la pulsación interior de la música. Basarse en eso obliga a una lectua rigurosa y radical de la partitura. De momento llevamos grabados los dos conciertos para piano, el concierto para violín y el doble concierto para violín y violonchelo. Nos queda un largo trabajo por delante.

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