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Bofetacaricias

David Trueba

Pese a que muchos han querido ocultarlo, porque les interesa, la ventanilla del Estado está al final de muchas industrias y negocios españoles. Demasiados. La máxima expresión de esta verdad oculta es que en cuanto se han cerrado los grifos de la casa del padre ha aumentado el paro dramáticamente en el país. Los concursos y encargos de la administración jamás han sufrido el estigma de la palabra subvención, usada para desprestigiar a los colectivos que interesaba desprestigiar en climas políticos puntuales, pero no eran otra cosa. Los medios de comunicación, siempre tan atentos a poner a pasear la palabra subvención cuando tiznaba el trabajo de otros, jamás han reconocido que la cuenta de publicidad institucional era una inyección de dinero en sus publicaciones, canales y emisoras.

Puede que a unos no les gustara demasiado promocionar los condones en la campaña institucional para prevenir embarazos y enfermedades, pero tampoco le hacían feos a cobrarse su parte en las alabanzas al tren de alta velocidad o la promoción turística de cualquier región. Para este año, la inversión en publicidad institucional dependiente del gobierno central se reducirá en un 56%, un recorte notable que se suma a la tendencia a la baja de los últimos cursos. Tras esa cifra hay empresas de publicidad y medios de comunicación que tendrán que sacrificar empleos que nunca se relacionan con el Estado pero que están unidos a su esfuerzo de inversión por el hilo invisible del dinero de todos.

El plan de publicidad que ha dado a conocer el gobierno establece el cilicio de gasto en algo más de 35 millones de euros. Pero ningún recorte es inocente. El tijeretazo retrata a la mano que maneja las tijeras. El componente ideológico del asunto es evidente. Tráfico y Defensa se llevarán las partidas más sabrosas de estas campañas publicitarias; con una evitamos muertes en el carretera y con la otra ayudamos a nacer vocaciones de soldados. Pero en la misma esfera de gasto, rondando los 4 millones de euros, vamos a sufrir una campaña publicitaria explicativa de la reforma laboral. Es decir, nos van a contar que las bofetadas son caricias gracias al esfuerzo inteligente de los mejores publicistas del país pagados con nuestros impuestos.

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