Novilleros sin madurar

Se suponía que la llegada del empresario frances Simón Casas a Las Ventas iba a ayudar a promocionar la fiesta de los toros más allá de ambiente, de su coto cada vez más vedado. Se suponía también que su inclusión en la directiva de Taurodelta era una apuesta por cuidar la liturgia. En los toros siempre se ha llevado a gala es recordar y honrar a quiénes dejaron su vida en la arena. Por eso no tiene explicación que 20 años después de la muerte de Manuel Montoliú en La Maestranza, en un festejo televisado, no se guardase un minuto de silencio al romper el paseíllo. Y no es que fuera un cualquiera, es que era el líder de los hombres de plata.

Así de sombría empezó la tarde y con el mismo mal sabor de boca se fue el público, con la sensación de que los tres espadas podrían haber salido en hombros, con las orejas en la mano, en lugar de dar un recital de pinchazos. La novillada de Nazario Ibáñez, imponente de trapío, encastada y noble puso el triunfo en bandeja. Todos salvo el cuarto, más resabiado.

Tan solo Rafael Cerro dejó un quite por gaoneras comprometido, naturales con cierto gusto y un buen dominio con la mano derecha. Estuvo a punto de cortar una oreja del tercero. En el sexto estuvo con el estoque tan mal como sus compañeros de cartel.

Antonio Puerta estuvo falto de ideas, mecánico y repetitivo. Dio sensación de estar demasiado verde para presentarse en la primera plaza del mundo. Mario Alcalde tiene que estar agradecido al presidente del festejo, le salvo del tercer aviso en sus dos novillos. Una pena, porque hubo material para el triunfo.