Paul Johnson: “Los cómicos son más importantes que los políticos”
La conservadora flema británica del historiador y reportero rinde tributo a la risa en ‘Humoristas’
Asistió al estreno de El gran dictador, de Chaplin, y le decepcionó. Corría 1940 y con 12 años Paul Johnson (Manchester, 1928) empezaba a otorgar un lugar privilegiado al humor. Historiador, reportero, izquierdista en su juventud, furibundo reaccionario después (escribía discursos para la ex premier británica Margaret Thatcher y fue condecorado por George W. Bush, expresidente de EE UU), Johnson ha alumbrado más de 40 obras. La última es Humoristas (Ático de los libros).
En sus trabajos más conocidos —Intelectuales (1988), Creadores (2006) y Héroes (2007)—, desmitifica a personajes idolatrados. De Rousseau dijo que olía a pis: el soñador padre del Contrato Social padecía de la vejiga.
Desde Londres, la mujer de Johnson —la exdiputada laborista Marigold Hunt— hace de intermediaria telefónica. “Espero que le oiga a usted bien”. Educado en los jesuitas, universitario en Oxford, es el arquetipo de caballero británico. Refinada formación, debilidad por los juegos de palabras y un punto de excentricidad. “Los comediantes son más importantes que los políticos. El humor es algo que muy poca gente puede hacer de manera excelsa. Por eso los humoristas son muy valiosos para la sociedad. Merecen aplauso y recompensa”.
Johnson elige 15 nombres que le han marcado, desde William Hogarth hasta Noël Coward. “Me he concentrado en dos grupos. Los que crean diversión describiendo individuos (entre estos el más señalado es Charles Dickens) y los que producen la risa mediante el caos. Laurel y Hardy son un ejemplo”.
La teoría del caos es uno de los ejes de este ensayo en el que las astracanadas del propio Johnson contribuyen al jolgorio. “La comedia es una forma de la física. En el caso de los hermanos Marx proceden de acuerdo con la segunda Ley de la Termodinámica. En la comedia del caos la intervención humana acelera la entropía. El mejor ejemplo es la famosa secuencia del camarote”.
En una ocasión Johnson preguntó a Groucho Marx algo en apariencia sencillo. ¿En qué consiste la comedia? La respuesta de Groucho iba en serio: “En dinero”. Una abundante financiación era indispensable para costear los caros ensayos de esas secuencias imperecederas.
Otro de los ejes del libro es el alcohol. “Es frecuente en personajes como W. C. Fields”. El actor y malabarista solía narrar sus delirium tremens: “Veía a un hombre con bigote a lomos de un toro. Y me cobraban”. También en Dickens está presente el alcohol. “No bebía demasiado, pero hizo un gran uso de la bebida en sus escritos y era muy celoso de su bodega, que guardaba bajo llave”.
El ensayista conoció a Groucho Marx y escribió discursos para Thatcher
Respetado tory a ambos lados del Atlántico, Johnson defiende que sus amigos, políticos como Thatcher y Bush, gozaban de gran sentido del humor. También el expresidente estadounidense Ronald Reagan. “Gobernó a base de chascarrillos, se sabía unos dos mil”. Más serio se pone para defender a otro dictador no tan grande como el de Charles Chaplin: el chileno Pinochet. “Fue víctima de la maquinaria de propaganda soviética”. Y no, esto último no lo dice en broma.
Babelia
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