Mujeres (y chavales) primero
El combo de garaje actúa el viernes con Jacuzzi Boys en la Sala Sol de Madrid Las fotos corresponden a la visita de Mujeres al Festival SXSW de Austin tejas
Los viejos rockeros ponen los ojos en blanco y despliegan sus brazos como el Cristo Redentor de Río de Janeiro: ¿Pero dónde napias estaban? ¿Hibernando? Porque sí, los conciertos garajeros solían ser antes un monocultivo de hortalizas brasicáceas (nombre técnico para designar la familia del nabo, que se da bien en regiones frías). Un estilo donde los flequillos Beckelar se movían casi exclusivamente en las frentes de los muchachos, donde el olor a Clearasil y a vestuario de octavo de EGB en día de lluvia era la nota dominante de una melodía tristemente masculina, donde el sonido descacharrado era la proyección mental del kaos adolescente de los incomprendidos y donde los chicos solían hacer épicas soflamas al estilo de Lo que el viento se llevó: “Juro por Dios que jamás volveré a pasar hambre”, se prometían, mirando desde lejos a las escasas chicas del lugar.
Pero un día llegaron los barceloneses Mujeres y su nombre sonó a invitación. En su debut en el bar Heliogàbal en aquel frío noviembre de 2008, seis filas de muchachas hacían pogos como hunos recién maquillados y el resto de chavales y novios se sumaban porque aquello era una verbena. Porque estos fab four de la Ciudad Condal tienen el don del encanto y de la melodía y de la rabia. Porque nadie se resiste en sus directos a su punk-rock sesentero actualizado con el sonido de bandas estadounidenses como Black Lips (cómo les ha costado desembarazarse de las comparaciones), The Strange Boys o Jacuzzi Boys, entre muchas otras.
Poco después de aquel primer concierto, volverían a arrasar en una de las fiestas de Our Favourite Club. Allí remataron el concierto con una versión de Vampiresa Mujer, de Jonathan Richman, con una veintena de personas apagando colillas con las puntas de los pies en el escenario, pero antes habían repartido claveles rojos entre toda la concurrencia. Aquello fue un cruce entre el verano del amor y una rave amazónica. Al final de la actuación, el suelo se había bañado de un color sangre y muchas nuevas parejas decidían en la puerta del local una pregunta elemental: en qué casa. Francamente, fue bonito.
Entre aquellos dos conciertos y la salida de su segundo álbum largo, Soft Gems, que acaba de editar Sones, estos cuatro amigos se han fogueado con 150 conciertos, nada menos. Si Juanjo de Gran Hermano decía que era “muy triste aprender observando”, ellos han sido bien felices “aprendiendo tocando”. En Soft Gems está el sonido de sus compañeros estilísticos (tanto los yanquis como los de la creciente escena garajera de la localidad catalana de Vic), con los que han compartido cartel muchas veces. Es un álbum de aquí y ahora, pero también se puede escuchar como una bendita adaptación de una larga tradición a menudo denostada con condescendencia por parte de los críticos más engolados. Salvaje vuelve a sonar a Los Saicos (ellos, como Wauu y los Argghhs!!, versionan Demolición), el riff inicial de Far Away recuerda a los The Eyes de Inmediate Pleasure y How I Am, rescatada de su primera maqueta, se calza unas gafas de sol para mirar de reojo a la Velvet Underground. Hay desarrollos complicados y destellos de rocanrol primitivo, pero también medios tiempos a lo Wanda Jackson.
Y al séptimo día, padeció la resaca
Mujeres graban discos en el tiempo que el Altísimo invirtió en la Creación. Para su debut homónimo necesitaron unos cinco días. Ahora han sido siete. No han descansado ni el último, pero las condiciones han sido mucho mejores. “Nos fuimos a la casa rural de Sant Martí de Sesgueioles durante una semana. No teníamos horarios. Nos permitimos experimentar con algunos sonidos y también con las estructuras. Muchas canciones crecieron una vez allí. Víctor [venerable capo de Sones, su sello] nos hacía la comida y la compra. Nosotros tocábamos todo el día, hasta 14 horas, y Cristian [Pallejà] nos hizo de ingeniero pero nos daba muchas ideas”, recuerda Yago Alcover, voz, letrista y guitarrista, que añade que el disco fue masterizado en los estudios Bonati de Brooklyn (HEALTH, Woods). “A veces grabábamos las voces hasta las tantas de la madrugada y nos parecía de puta madre. Lo malo venía cuando lo escuchábamos a la mañana siguiente”, bromea Pol Rodellar, bajista, cofundador de la tienda de discos Luchador e ideólogo del fanzine de culto Chuck Norris. ¿Resacas? “Hombre, más que resacas, beber era algo continuado, casi un estado mental”, apostilla Martín Gutiérrez entre risas. Este último es un buen ejemplo de la parábola de Mujeres: cuando estos cuatro estudiantes de cine en la ESCAC montaron la banda en su último año, no sabía ni tocar la batería; ahora, después de tal cantidad de conciertos, la aporrea como pocos. Además, está preparando el vídeo de Soft Gems Pt.1, primer single del nuevo álbum, grabado en cine y manipulado con un cortaúñas sobre el celuloide.
Energía, electricidad, entusiasmo
Mujeres se llevaron a esa casa de campo, entre otros discos, los recopilatorios Nuggets que preparó Lenny Kaye para Elektra en 1973. Esas cajas llenas de cañonazos desgañitados y desafinados, también inspirados en las bandas de la British Invasion (Kinks, Stones, Pretty Things, Beatles) que los hijos del baby boom estadounidense dispararon en una de las épocas más gloriosas, y menos reivindicadas, del rocanrol: entre 1965 y 1968, y según lo explica Greg Shaw (de Bomp!, el fanzine y el sello), un 63% de los chavales americanos de menos de 20 años tenía una banda, ensayaban en los garajes de las residencias suburbiales que acababan de comprar sus padres y editaban sus canciones en pequeños sellos. Como se lee en las notas de la primera entrega de Pebbles, recopilatorio heredero de los Nuggets, siempre se consideró esa explosión como “un periodo naíf en la evolución del rock”. Sin embargo, el punk-rock sesentero se reivindicaría una década después, cuando se apropiaron del término los Sex Pistols y compañía, que además pinchaban el Nuggets entre los conciertos del Londres del 76-77. En la contraportada de uno de los discos de otra gran serie de recopilaciones de este estilo, Teenage Shutdown, se define esta música como “salvaje, inepta, cruda, pobremente grabada… un alarde de energía y entusiasmo”. Todo eso eran los primeros Mujeres, pero ahora lo amateur ha pasado a un segundo plano. “Es que al principio no sabíamos ni cómo se llamaban algunos trastos del escenario. Hicimos conciertos muy salvajes donde nos cargamos el equipo de sonorización y suplíamos nuestra falta de técnica con mucha energía, alcohol y morro”, apunta Yago, que añade: “No me preocupa que toquemos mejor, para nada. Disfrutamos como nunca sonando compactos, enérgicos, con poder. Nos gusta”. “Está claro, pero también te decimos que seguimos disfrutando en un escenario a ras de suelo o como mucho a un metro. De todo se aprende y todo mola, pero cuando más nos divertimos es cuando tenemos al público al lado”, añade Martín.
Es evidente que la música no juega el mismo papel social ahora que en la época dorada del punk-rock (rebautizado como garaje más tarde), pero Mujeres, nacidos entre el 81 y el 85, mantienen viva la llama hedonista y rabiosa; vital, en definitiva. “Nos gustan muchas cosas y bandas muy diferentes. Pero si nosotros veíamos que podíamos ofrecer algo era la dimensión física de la música, la música como algo físico, algo de piel”. Algo que suda y que sonríe, añadimos. Ya lo decía el yippie Abbie Hoffman: ¿Que si soy de algún Movimiento? “Yes, it’s called dancing”.
Los que se saltan las clases (y sacan buenas notas)
Estos cuatro compinches aparecieron en un panorama independiente barcelonés en el que se estilaba, con excepciones, un costumbrismo amable. Ahora muchos se quedan afónicos en sus conciertos y los incluyen a ellos y a Els Surfing Sirles en la nueva escena de pop catalán. “Pero es que no nos sentimos muy parte de ello. Algunos de nosotros venimos del hardcore, por ejemplo, y en España hemos acabado en el circuito indie, pero en otros lugares podríamos girar más en círculos garajeros o de otras escenas”, explica Pol. Para entendernos, hicieron unos tres o cuatro conciertos en 24 horas del Primavera Sound, pero son también tremendamente felices tocando en una casa okupa con Za! y Furguson, esperando para actuar en el mismo cartel que The Beets o compartiendo escenario en el CCCB con el legendario Gaby Alegret de la banda española de los sesenta Los Salvajes (los que importaron el fuzz a la piel de toro, bautizándolo como sonido-mosca). “Es cierto, nos lo llevamos a tomar güisquis por Joaquim Costa y nos explicó mil historias. De hecho, hace poco escuchamos que nos citaba en una entrevista, que le gustábamos porque no nos importaba despeinarnos”.
Porque, como hemos dicho, Mujeres giran más que una peonza en manos de un niño obsesivo. “Nunca hemos estado más de mes y medio sin tocar”, confiesa Pol. De hecho, el día de la entrevista llegaron dormidos y esta vez fue por el jet lag. Venían de un pequeño tour por EE UU y Canadá: el SXSW de Austin (Texas), Chicago y Toronto. “Nos encontramos con grupos que nos habían influido al principio y fueron muy receptivos. Nos conocíamos todos de escucharnos. Allí todo es música, es tan diferente… Aquí están cerrando las salas y muchas bandas se miran de reojo. Allí la gente se apoya”, explica Yago. “Teníamos algunos bolos cerrados”, recuerda Pol, justo antes de que llegue su hija a la terraza donde damos buena cuenta de varias jarras, una niña que conocíamos porque es la cara de la portada del debut de la banda, “pero sobre la marcha se podían conseguir otros. Tocamos hasta en el Instituto Cervantes de Chicago, con gente de 40 años sentada y con un ambiente como de exposición. Y luego en okupas gigantes con rampas para patinar y salas enormes. Allí todo funciona diferente, hay giras de una punta a otra solo haciendo unas cuantas llamadas. Supongo que también es una cuestión de espacios”.
Los cuatro Mujeres traman ahora sus conciertos por España como si fueran excursiones de colegas. Han facturado un disco de 33 minutos que rodará a 33 revoluciones como poco. Un disco empapado de cerveza, anfeta, Jägermeister y gintónics cuando aún no se ha puesto el sol. Después de un concierto en Brighton, seguirán defendiéndolo por nuestro país. Esto va a ser un terremoto. Así que los Mujeres y el resto de chavales, primero.
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