Libia, país pintado
Una exposición del Victoria & Albert Museum en Trípoli celebra el fenómeno del arte urbano de la era post-gadafi
Durante las más de cuatro décadas que Muamar el Gadafi se mantuvo en el poder –desde septiembre de 1969 hasta su violenta muerte en octubre de 2011—los monumentos, estatuas y retratos de su figura estaban por todas las plazas, edificios públicos y lugares donde se celebrara alguna ceremonia o fiesta. El omnipresente “León de África”, el “rey de reyes” perseguía con su torva mirada a sus súbditos como un Gran Hermano que todo lo controlaba. Desde que empezaron las primeras revueltas en Bengasi en febrero del año pasado, comenzaron a multiplicarse como un antídoto contra ese veneno las pintadas en muros de toda la ciudad. El dictador era todavía una amenaza poderosa y sus ataques a los rebeldes no presagiaban del todo el final de su régimen pero, sin temor a las represalias, las caricaturas de Gadafi parecían conjurar el maleficio. Por cada estatua o retrato destruido, aparecían decenas de pinturas ridiculizándolo, denigrándolo. Como si esos insultos, esas denuncias, esas expresiones de odio al tirano les dieran fuerzas para continuar con su lucha a sangre y fuego.
Hoy, cuando los libios se preparan para las elecciones generales que se celebrarán en junio, las principales ciudades siguen cubriéndose de pintadas, de murales, de grafitis. Un fenómeno espontáneo de arte urbano que no ha pasado inadvertido al Victoria & Albert Museum de Londres, que acaba de inaugurar en Trípoli, en colaboración con el British Council, una exposición con piezas de su colección de street art internacional junto a una muestra de los más logrados murales libios. “Este tipo de expresión de arte urbano no existía en Libia antes de la revolución”, afirma el director del V&A, Martin Roth. “Nosotros tenemos una amplia colección de street art y hemos querido presentarlos allí junto a esta nueva expresión de creatividad que ha explotado en Libia”.
Cherry Gough, directora del Brtitish Council en Libia, tuvo que salir del país a lo largo de la guerra. Al volver encontró cambios radicales en el ánimo de la población. “Hubo dos cosas que me llamaron mucho la atención”, comenta. “La primera es la felicidad, orgullo y optimismo de los libios. Todos sabían que el futuro inmediato iba a ser muy difícil, pero ¡estaban tan contentos! Lo segundo fue el florecimiento de la expresión personal a través del arte urbano. Un día, cuando acababa de volver a Trípoli, vi a una mujer que llevaba de la mano dos de sus hijos pequeños mientras pintaba una pared. Al día siguiente pasé de nuevo por ahí y vi que había dejado una preciosa pintura alegórica. Eso era algo totalmente inconcebible durante el régimen de Gadafi y el símbolo de un cambio drástico. Ahora es algo que una madre puede hacer abiertamente en la calle junto a sus niños”.
La exposición se presenta en la galería Dar Al Fagi Hassan, en Trípoli, donde permanecerá abierta hasta el 12 de abril y luego se trasladará a Bengasi. “Se exhiben 25 grabados, pegatinas y estampas originales de la colección del museo realizadas por famosos artistas urbanos de Reino Unido, Francia, Estados Unidos y otros países. Gente como Banksy o Jon Burgerman que no solo pintan en la calle sino que hacen series impresas de sus trabajos. Lo complementamos con grandes fotografías de algunos de los más significativos murales y pintadas en Trípoli y Bengasi”, explica Gill Saunders, comisaria de la muestra y conservadora del V&A. Dice sentirse asombrada de la magnitud de este fenómeno pictórico en Libia. “Hace unas semanas, mientras preparaba la exposición, pude observar que las calles de Trípoli están repletas de estas pinturas. Muchas son caricaturas de Gadafi, bastante brutales, humillantes para él, incluso obscenas en ocasiones. La mayoría son bastante ingenuas en su forma, pero hay algunas más elaboradas. Muchas veces están acompañadas de frases en árabe que demuestran su desprecio, pero también sus esperanzas de victoria y de un futuro en libertad”.
“Lo curioso es que se han conservado bastante bien las pinturas realizadas durante la revolución”, añade. “No las borran ni pintan encima. Las nuevas tienen motivos más alegres, paisajes, personas y mensajes más optimistas de cara al futuro. Y, sobre todo, un uso generalizado de los colores de la nueva bandera, la recuperada del régimen del rey Idris: rojo, verde y negro. Mapas del país con esos colores, las letras de los grafitis, hasta los capós de los coches, todo con los mismos colores que afirman su identidad. Hay también muchos eslóganes políticos y una buena cantidad de ellos en inglés, además del árabe. Cosas como ‘Soy libio y soy libre”.
Libia es un país pintado, según Saunders. La libertad de expresión ha eclosionado de esta forma extraña y espontánea. “Por fin pueden decir lo que piensan realmente, y ese es un placer que quieren compartir con todos”.
Babelia
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