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SILLÓN DE OREJAS
Columna
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Paisaje 'optipesimista' con gato Jinks

Un libro epistolar de Paul Auster y una novela de Jesús Ruiz Mantilla con la guerra civil y Santander como escenario son algunas de las recomendaciones literarias semanales

Manuel Rodríguez Rivero
Ilustración de Max.
Ilustración de Max.

A veces el nacionalismo se convierte en un chollo. Ahí tienen al honorable Artur Mas, uno de los gobernantes en ejercicio más de derechas a este lado de los Urales, aplicando a los trabajadores catalanes el enema de aceite de ricino que le piden sus cien familias de oro, mientras suaviza el trance con su (siempre negociable) vaselina soberanista. Se diría que tanto él como el señor Rajoy, que contempla con indisimulada envidia a su colega catalán ensayando fórmulas que él aún no se decide a aplicar (veremos qué pasa zi loh zeñoritoh arrazan en Andalucía, me dice el gato Jinks), pretenden que el Estado de bienestar se convierta en recuerdo, pura arqueología social que en el futuro se estudie (los que puedan hacerlo) al lado de la Nueva Atlántida, de los falansterios y de otras utopías pre y pos románticas. Claro que el concienzudo desmantelamiento de las conquistas de los trabajadores no ha empezado aquí, ni siquiera con esta crisis. Si desean repasar sus hitos y conocer a sus principales impulsores no se pierdan, por ejemplo, los capítulos correspondientes (años setenta, revolución conservadora) de Por el bien del Imperio (Pasado y Presente), el estupendo vademécum histórico y divulgativo de la segunda mitad del siglo XX de Josep Fontana, uno de nuestros más prestigiosos historiadores, del que, por cierto, ya se llevan vendidos 12.000 ejemplares (¡y a 39 euros!). Por mi parte, y tal como andan las cosas por estos pagos, no me extrañaría verme obligado a aceptar el empleo “fijo y apasionante” que ofrece la Conferencia Episcopal (disfruten del vídeo en YouTube) a todos los que deseen ingresar en el orden sacerdotal para cubrir las numerosas plazas vacantes. Para afrontar convenientemente ese “proyecto inolvidable” en el que se promete “riqueza eterna”, además de encargarme una sotana a medida (talla XXL), leo (en la cama) el muy interesante diálogo entre el filósofo (débil) Gianni Vattimo y el teólogo (posmoderno) Carmelo Dotolo, recogido en Dios: la posibilidad buena (Herder). Cuando apago la luz de la mesilla de noche, me invade el temor a despertarme mañana con una nueva ordalía perpetrada para “acabar con el paro”. Y es que, siguiendo a Edgar Morin, me he hecho optipesimista. Se lo traduzco a mi modo, siempre algo neurasténico: pienso que vamos a despeñarnos por el precipicio, pero también espero que, como acontece de vez en cuando en la historia, suceda lo improbable en el último momento y todos vivamos felices para siempre (en Andalucía, sin ir más lejos).

Correspondencia

Es una verdad universalmente aceptada (le robo el íncipit a Orgullo y prejuicio) que las mejores y más duraderas amistades se construyen sobre la mutua admiración. Al menos mientras no surjan los celos profesionales, algo que ha acabado con las de muchos escritores (basta con mirar alrededor), pero no —al menos por ahora— con la de Auster y Coetzee. Aunque cada uno había leído con fruición los libros del otro, ambos novelistas no se conocieron personalmente hasta que el primero viajó a Australia para hacer un bolo en el festival literario de Adelaide. A su vuelta a Brooklyn, Auster recibió una carta de su colega sudafricano (hoy ciudadano australiano) en la que éste le proponía emprender una correspondencia como “forma de dar cuerpo a la amistad a través de la distancia”. Auster aceptó, iniciando un intercambio en el que, de manera deliberada, como si se tratara de brevísimos ensayos o reflexiones enmascarados en la convención epistolar (es decir, esperando implícitamente la opinión del destinatario), se han ido tratando asuntos como la amistad, la comida, el cine, los afanes cotidianos, la lengua, o determinadas instancias del pensamiento de Aristóteles o Derrida. Los editores de Mondadori y Anagrama, con el respaldo de los agentes Guillermo Schavelzon (Auster) y Rema Dilanyan (Coetzee), acaban de acordar una joint venture (todo al 50%) para coeditar esa correspondencia (entre 2008 y 2011: nos pilla bien cerquita) bajo el logo de ambos sellos, pero en un volumen con aspecto y formato diferente de los de sus respectivas colecciones. El libro, que también se publicará en formato digital, lleva el título provisional de Aquí y ahora, y aparecerá el próximo noviembre simultáneamente en España (en catalán en Grup 62), México, Argentina y Colombia. La traducción correrá a cargo de los traductores habituales de cada uno de los autores. He tenido ocasión de leer el original y les aseguro que colma las expectativas. Un libro de amigos (varones) que cuenta (implícitamente) con la lectura de muchos más amigos (género no marcado).

Santander

Decía Flaubert que la tarea de escribir una novela es como intentar meter el mar en una botella. Lo que no es óbice para que los novelistas de toda laya sigan intentándolo con denuedo y sin desfallecimiento. Uno de los últimos es Jesús Ruiz Mantilla, que ha conseguido introducir en una botella de cuatrocientas páginas (Ahogada en llamas, Planeta), con sentido narrativo y vocación de llegar (y vender) a los más amplios públicos, medio siglo de historia de Santander, entre la explosión del Machichaco (1893) y el gran incendio de 1941. Todo ello en una saga familiar con patriarca y hermanos, intrigas y amores, figuras literariamente totémicas (Galdós) y una guerra civil desgarradora como telón de fondo. Si quieren disfrutar de buena lectura, no olviden meterla en la maleta (o en la tableta, pero no en la botella) que han pensado llevarse en Semana Santa. Se lo pasarán bien.

Envainándomela

Aprovechando la oportunidad que me brinda la reforma laboral de la derecha triunfante he puesto de patitas en la calle a mi topo en Gallimard con medio día de indemnización por quinquenio trabajado y un escupitinajo entre los ojos. Se lo merecía. Resulta que hace algunas semanas, y basándome en uno de sus soplos, daba por hecho en este Sillón de orejas (cada día más tronado) que la centenaria editorial fundada por Gaston Gallimard se había hecho con el grupo Flammarion. Bueno, pues me la tengo que envainar. Es cierto que Flammarion está en venta y que tal noticia ha causado un sensible seísmo en el sector editorial francés. Y también lo es que Gallimard es uno de los sellos que ha mostrado más interés por adquirirlo y que, según los observadores, estaría en mejor posición para hacerlo, pero la operación aún no se ha cerrado. De hecho, el histórico sello (fundado en 1876), hoy propiedad del grupo italiano RCS Mediagroup, tiene bastantes novios: además de Gallimard, Albin Michel, Media Participation, Actes Sud, Editis, HarperCollins, Feltrinelli y —lo que son las modas— varios fondos de inversión. De modo que Flammarion, que en 2010 facturó 220 millones de euros, publicó 1.400 novedades y vendió casi 36 millones de unidades, tiene más pretendientes que la fiel Penélope. De ahí que tengamos que esperar para saber quién se la lleva al tálamo.

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