Técnicas de guerrilla para el futuro del jazz
El trompetista Peter Evans ofrece una convincente renovación del género al frente de su quinteto
Tras esa pinta de empollón vestido con el traje demasiado grande prestado por papá para la gala de fin de curso, se esconde uno de los nombres más relevantes del jazz de vanguardia. El fenomenal trompetista Peter Evans sitúa su discurso entre la improvisación libre y la composición académica, entre la seriedad y el sentido del humor salvaje, entre cierto encopetado lirismo y una angustia feroz y, sobre todo, entre el pasado y el presente.
En su música, primordialmente la que toca al frente de su quinteto estable (también pertenece a la clase de arrojados trompetistas que se atreven con la interpretación en solitario), se escuchan ecos de la Cootie Williams o de dixieland rebotados contra un centelleante ordenador Apple que procesa los sonidos emitidos por otros miembros de la banda y en ocasiones se asemeja a un contador geiger. “No lo definiría como jazz, aunque, obviamente, tiene elementos”, aclara. “¿Podría bastar con definirla como música extraña e intensa?”
Sitúa su discurso entre la composición académica improvisación libre
Evans recaló el domingo pasado al frente de esta formación en La Casa Encendida, dentro de una serie de conciertos dominicales y ante un auditorio que agotó las entradas y parecía acudir prevenido por Ghosts (More is More), el sensacional disco con el que la banda se convirtió en un discreto fenómeno underground en 2011. La experiencia en directo superó las expectativas: el quinteto logra una extraña equidistancia entre el rigor vanguardista del batería, Jim Black, y el reconfortante asidero bebop que brinda el pianista, Carlos Homs. “Mantengo muchos proyectos en marcha, pero esto es lo que más se asemeja al grupo de mis sueños”, había explicado Evans antes del espectáculo acerca de su promiscuidad profesional. “Para los músicos de jazz de hoy en día, no es posible ganarse la vida dedicado a una sola cosa, pero incluso aunque pudiera, no lo haría”.
Entre todas sus militancias, Evans es más conocido por pertenecer a los dadaístas Mostly Other People Do The Killing (MOPDTK), cuarteto de individualidades provenientes del mundo de la educación musical estadounidense, “la clase de sitios en los que alternas Schubert con Charlie Parker”. Liderado por el bajista Moppa Elliott, desde su mismo nombre —robado a Léon Theremin, autor de esta descacharrante disculpa a los crímenes de Stalin: “Casi siempre son otros los que perpetran los asesinatos”—, MOPDTK introduce con brillantez el sarcasmo en la ecuación del jazz contemporáneo.
También, en las portadas de sus torrenciales discos, ideadas como parodias de cubiertas de álbumes míticos del género como This is our music, de Ornette Coleman, o The Köln Concert, de Keith Jarrett. “No entendemos en qué momento se quedó el humor por el camino del jazz y por eso abogamos por su recuperación”, explicaba Elliott recientemente. “Evans, como el resto de los miembros de la escena neoyorquina de jóvenes improvisadores, es un músico de una preparación tremendamente seria que, sin embargo, está capacitado para la ironía”.
La escena a la que se refiere Elliott tiene uno de sus epicentros en la casa de Evans en Astoria, Queens (“un barrio barato, con grandes restaurantes, pero sin salas donde tocar”, según el trompetista). Aunque en realidad se maneja a escala global. Evans graba discos para sellos de Lisboa o Vilnius. Actúa en España, Austria o en el Firehouse, antiguo parque de bomberos en New Haven (Connecticut). Se mezcla con el pianista español Agustí Fernández o coquetea con las bandas del pujante entorno nórdico. Y emplea, como la generación de jazzmen mileuristas a la que pertenece, técnicas de guerrilla para sobrevivir. “Me encantaría poder tocar dos semanas seguidas en un club de Nueva York como hacían las bandas míticas en los sesenta, pero no es posible. No hay interés comercial por nuestra música”.
Siempre les quedará el consuelo de aprender a sortear las privaciones que acarrea la música improvisada del ejemplo de sus mayores, esa generación de músicos de la que Peter Evans y los suyos se declaran herederos y forman nombres como los de Peter Brötzmann, Joe McPhee o Evan Parker. A las órdenes de este último, saxofonista británico, ha trabajado nuestro hombre como miembro del Electroacoustic Ensemble. Y en su sello, Psi, registró su primer disco de trompeta solo, que tituló More is more. Un guiño paródico al eslogan de Mies Van Der Rohe que le serviría para bautizar su propia compañía de discos y suena al lema de un artista que ante la duda siempre prefiere la suma.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.