Una gran metáfora de la mujer
Silvia Marsó llega a Ibsen a través de Nora, mítica protagonista de 'Casa de muñecas'
Nora, como Antígona y otras tantas mujeres del teatro universal, es una heroína que ha pasado a formar parte del imaginario colectivo, convirtiendo su famoso portazo en la primera y gran metáfora que abanderaron las reivindicaciones femeninas de la mujer contemporánea. Incluso se ha llegado a hablar de noraismo.
A partir de esta noche, la actriz Silvia Marsó, la última Nora del teatro español, se paseará por su Casa de muñecas, en el Teatro Fernán-Gómez, bajo la dirección de Amelia Ochandiano. Esta obra, la más emblemática de Henrik Ibsen, levantó ampollas en la sociedad burguesa cuando se estrenó en 1879 y el escándalo la siguió allí donde fue representada. Los motivos los explicó el propio Ibsen: "Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer. Y a la mujer se la juzga según el código de los hombres. [...] Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina, con leyes exclusivamente masculinas, con jueces y fiscales que la juzgan desde el punto de vista masculino".
"La historia cuenta cómo la sociedad hunde a una mujer por un mal paso"
Desde la primera Nora, interpretada por la actriz Betty Henning, son muchas, muchísimas, las Noras que se han paseado por el escenario. Silvia Marsó ha visto alguna lista con las actrices que han hecho este mítico papel y casi le da un pasmo: "Pienso que como ellas, desde la más grande hasta la más insignificante, todas habremos tenido la sensación de que, ante todo, lo que decimos es 'soy [Nora] un ser humano igual que tú'; y estoy segura de que lo hacemos con la misma fuerza y razón que se dijo por primera vez en 1879, todas hemos representado ese personaje y hemos sentido lo mismo, de alguna manera percibo el eco de ellas en mi imaginación, hay como un hilo conductor que me une a ellas. Para mí es mágico y maravilloso pensar que lo mismo que estoy sintiendo yo, lo han sentido muchas actrices en el siglo XIX, XX y XXI".
Le impresiona, pero asegura no tener miedo a las noras anteriores: "Está es la mía con Ochandiano y un grupo de actores excepcionales, por tanto será completamente distinta". Al mismo tiempo la actriz sostiene que eso de que lo hayan hecho grandísimas actrices le da un especial aplomo: "Es como si Nora tuviera cimientos, debajo de ella está toda esa carga de tantas décadas, a la que hay que añadir los sentimientos similares de muchas mujeres del público", señala Marsó quien en la exitosa gira que han realizado hasta llegar a Madrid ha tenido que hablar con muchas espectadoras que, emocionadas, le han confesado que vivían una situación similar a la de Nora y le espetaban: 'cuando te he oído he sentido como un latigazo'. Sabe que en varios sitios se ha dado el caso de que algunas mujeres se han tenido que encerrar en el baño porque no podían parar de llorar: "No olvidemos que están matando muchas mujeres simplemente porque se quieren separar, y las que están conviviendo con machistas violentos y maltratadores les está pasando algo que Ibsen, en parte, retrata; pero la obra es muy feminista en muchos sentidos, también habla de cómo la sociedad puede hundir a una mujer por dar un mal paso, que de protagonizarlo un hombre, la reacción sería muy distinta".
Porque lo que cuenta Ibsen en su universal obra no es sólo que la mujer no era independiente, también a través de otros personajes interpretados en este montaje por Roberto Álvarez, Pep Munné, Rosa Manteiga, Pedro Miguel Martínez, Mamen Godoy, Cuca Villén e Ionel Pena, aborda cuestiones fundamentales como la renuncia a la propia maternidad, los matrimonios no deseados, la supervivencia en una jungla social dominada por ellos, la diferencia de clases, la desigualdad en los puestos de trabajo entre hombres y mujeres y, lo más impactante, y también más actual, las dependencias psicológicas y las luchas de poder dentro de la pareja. Y, sobre todo, cuestiona el modelo de familia. "Está retratando una sociedad en la que la mujer no podía desarrollar su propia vida, fuera de la clase social que fuera, aunque lógicamente las más pobres llevaban la peor parte", y añade Marsó, "Ibsen se basa en Nora, pero está retratando a otras mujeres de la época, el autor es de una lucidez tremenda", señala la actriz quien no ignora que Ibsen se inspiró en un caso real para escribir esta pieza que convirtió a su autor en padre del drama realista moderno y en todo un antecedente del teatro simbólico.
Silvia Marsó, lleva un apellido [el suyo verdadero lo guarda en la intimidad] que se lo puso ella misma tras ver una actuación de Marcel Marceau y tomar la decisión de hacerle el homenaje de españolizar su apellido (que tampoco era el verdadero) y llevarlo ella, como actriz. Lo curioso es que es aunque nos resulte familiar, ese apellido no existe en nuestro país. Lo primero que hizo cuando decidió profesionalizarse en su oficio fue apuntarse al prestigiado Instituto del Teatro de Barcelona, donde entró en contacto por primera vez con Nora, cuando tuvo que estudiar esa obra de Ibsen. Tiempo después fue a ver Hanna y sus hermanas, de Woody Allen y uno de los personajes era una actriz que interpretaba a Nora y se hablaba mucho de la obra: "Es uno de los personajes más complejos que existen, tiene una actitud casi infantil, con una gran espontaneidad, pero similar a la de una mujer objeto, al mismo tiempo se autoengaña, no quiere ver en qué se ha convertido, pero detrás, oculta, esconde otra mujer luchadora, que organiza todo un tinglado peligroso e ilegal, para conseguir dinero y salvar a su marido, pero mientras él y la sociedad le dan la espalda; sabemos que nuestras propias madres lo sufrían y no se podía hacer nada. Es muy difícil de interpretar, porque es un personaje que se mueve en diferentes dimensiones, o estratos".
Pero al menos se ha sacado el rucurrucu que le bailaba en la cabeza hace años: hacer una obra de Ibsen. Su teoría es que la gente tiene que ir a ver Casa de muñecas por varias razones: "Si han pasado mas de 100 años y se ha traducido a todos los idiomas, y se sigue representando, y cuestiona muchas cosas de la situación actual que vivimos hoy, y sigue interesando a los intérpretes.... es por algo. Quizá soy la menos indicada para decirlo, porque estoy muy implicada en este proyecto, pero es una realidad objetiva", dice Marsó a quien le acaban de entregar el Premio Ercilla de Teatro por su Nora en este montaje producido por Teatro de la Danza y Entrecajas.
"No deseo papeles, ni personajes, deseo autores, me ocurre desde siempre y priorizo más los autores y las obras; ahora espero a Chéjov y a Strindberg, me muero de ganas por hacerlos... y teatro contemporáneo, pero lo que sí necesito es que la obra tenga un poso crítico, para mí el teatro es compromiso, me sería fácil buscar algo comercialote, pero no es por ahí por donde deseo ir; cuando me llaman y me dicen 'tengo un papel maravilloso para ti', tiemblo y pienso que no me va a gustar, porque para mí el personaje es secundario, el teatro lo hacemos entre muchos y, si coincide que es Nora, pues me hace mucho más feliz, como me ocurrió con Doña Rosita o La gran sultana", concluye hablando de montajes que la han marcado mucho, como esta Casa de muñecas, que alterna con el rodaje de Los muertos no se tocan, nene, guión póstumo de Rafael Azcona, que en su día quiso que formara una trilogía con El cochecito y El pisito. Antes de morir estaba cerrando el guión con José Luis García Sánchez, quien se ha encargado de poner en pie la película.
Casa de muñecas, de H. Ibsen. Teatro Fernán Gómez, hasta el 1 de mayo.
Babelia
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