Maracas, tambores y guitarras
Dice una canción de los años cuarenta: "las selvas te dieron en las noches tus ritmos bárbaros / y los negros trajeron de lejos reservas de llanto / los blancos hablaron de amor en sus canciones / y de esa mezcla de voces nació tu canto". La letra de Canta Brasil proporciona la clave: amerindios, africanos y europeos crearon la música de América.
En 1578, un admirado Jean de Léry daba testimonio de dos armoniosos cantos tupís. Jesuitas y franciscanos, en su tarea evangelizadora, intentaron conciliar el canto al unísono de los indios con el gregoriano. Y les enseñaron a tocar instrumentos europeos. También aleccionaron a hombres llegados en las calas de barcos negreros. El antropólogo Antonio Risério explica que los negros fueron introducidos en el repertorio cultural europeo e inyectaron su musicalidad en los códigos de la música occidental: un fuerte hincapié en el ritmo, importancia de la percusión y empleo de pautas de llamada y respuesta. Descendientes de esclavos son muchos grandes músicos americanos: de Pixinguinha y Beny Moré a Bebo Valdés.
Europa legó a América el sistema armónico-tonal, valses, mazurcas y polcas, y la guitarra, el piano o el acordeón. A cambio, América, casi desde el inicio, mandó de vuelta al viejo continente música con características propias. Alejo Carpentier escribió: "Un ángel maraquero, esculpido en el tímpano de una iglesia, incendiada, era algo que no había visto en otras partes. Me preguntaba ya si el papel de estas tierras en la historia humana no sería el de hacer posibles, por primera vez, ciertas simbiosis de cultura". Prodigioso sincretismo musical del que nacieron son, samba, tango, cumbia, rumba, chachachá, candombe, merengue, bomba y plena...
Cada país de América Latina, hasta el más pequeño, tiene una cultura musical identificable. En Perú surgieron los cantos de Chabuca Granda y de Susana Baca y, de Colombia, son los vallenatos de Escalona y Zuleta. Brasil contribuyó a la música popular con la sensualidad de la bossa nova, una forma de samba, en la música de Jobim y la voz y la guitarra de Joao Gilberto. Y Argentina trajo ese tango que se fraguó como baile pecaminoso, se hizo canción universal con Gardel y Piazzolla revolucionó. En Cuba surgió el son. Andaba Miguel Matamoros preguntándose ¿de dónde son los cantantes?. En la isla con perfil de caimán nació ese mambo, que habria inventado Cachao cuando trabajaba en la orquesta de Arcaño, y que Pérez Prado convirtió en éxito mundial.
El poeta Darío Jaramillo Agudelo afirma que tangos, boleros y rancheras propagados por discos, radio y cine, modelaron la forma de sentir y decir el amor de los habitantes de todo un continente. El bolero, "ese gran corruptor de mayores", como lo definió César Pagano, se diseminó por el mundo que habla español con figuras como Agustín Lara, Bola de Nieve o Antonio Machín. Y, con héroes que van desde los boricuas Ismael Rivera o Héctor Lavoe hasta el venezolano Oscar D?León, la salsa es otra prueba de sincretismo. "Somos gente de todas las razas, comemos de un mismo plato y usamos la misma taza" cantaban las Estrellas de Fania. Rubén Blades, en su ópera Maestra Vida, narró la historia de una familia cualquiera en un país que igual podía ser México o Argentina que Guatemala. Y, en su recurrente exhortación a una América Latina unida, Blades grabó su disco Buscando América: ese continente a cuyo imaginario común tendió la mano Caetano Veloso en Fina estampa.
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