Mansión de vivos y muertos
José María Orbe compite en el Festival de San Sebastián con 'Aita' - Es el único filme vasco que se presenta en la Sección Oficial
Hay una casa familiar, señorial e imponente, en Astigarraga, a cuatro kilómetros de San Sebastián, un edificio construido en la Edad Media por señores feudales de Guipúzcoa, con poderes eclesiásticos y políticos. Deshabitada, vacía de muebles, la hiedra salvaje se ido adueñando de sus paredes y la humedad lo ha ido invadiendo todo, pero todos los días hay un hombre que se acerca a la casa y va abriendo una a una todas las ventanas. La ventila para de alguna manera darle vida.
Esta mansión, de evocadores recuerdos familiares, es la protagonista del filme Aita, el único título vasco que compite en la Sección Oficial del Zinemaldia. Es la casa familiar de José María Orbe, el cineasta y artista donostiarra que ha dirigido el filme, producido por Luis Miñarro.
"Uno está siempre de paso. Las casas, no", afirma el director donostiarra
La película, un arriesgado proyecto, se estrenará el 14 de octubre
Aita es una película singular y arriesgada que ya ha conseguido distribución, Karma Films, y tiene fecha de estreno: el 14 de octubre.
"Según las tradiciones, la casa en el País Vasco era un lugar donde habitaban los vivos y los muertos en régimen de igualdad, con los mismos derechos. Los muertos lo hacían de noche y tenían muy atemorizados a los vivos, porque la noche era el reino de las almas", aseguraba ayer el realizador de 52 años y residente en Barcelona. "Desde tiempos ancestrales, es en la casa es donde se concentra la sabiduría, desde donde se transmite a los hijos", añade.
Su padre, quien murió cuando Orbe era un niño, no le pudo transmitir todo ese mensaje y por ello él ha querido dedicar la película a su hijo Marco, de 13 años. "Uno está siempre de paso. Las casas, no. Las piedras no se mueven. Y esta casa en concreto ha resistido guerras y bombardeos y ahí sigue en pie".
Orbe ha partido sin guión previo, trabajando con un esquema muy abierto y con los personajes reales relacionados con la casa: el guarda Luis, el cura del pueblo y la maestra de la ikastola.
A su alrededor, tras rodar más de 70 horas, ha construido todo un relato silencioso y mágico. "Hemos cambiado tiempo por dinero. Hemos jugado con una falta de medios voluntaria. El plan de rodaje fue muy dilatado; cada día no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar. Íbamos rodando y solo nos hemos quedado con lo que nos gustaba", aseguraba ayer Orbe. "Me he dejado llevar por sensaciones, con una técnica muy próxima al documental y un tipo de trabajo muy intuitivo, muy cercano al que puede realizar un pintor", dijo.
Lo único que ha pasado por un proceso de elaboración y tratamiento artesanal muy minucioso han sido las imágenes de películas antiguas que se van proyectando en las paredes de esa monumental vivienda. Orbe buscó en la Filmoteca Vasca y encontró fragmentos de tres películas que ha usado: Edurne, modista de Bilbao (1923), de Telesforo Gil, y las otras dos, retazos de filmaciones de dos curas cineastas: el padre Barandiarán y el padre Laburu.
Sabe bien Orbe que Aita es un proyecto arriesgado, sin un claro planteamiento comercial. Algo desbordado por la situación de presentar su trabajo en su tierra, el cineasta quiere dejar claro un mensaje: "Lo único que no puedo es no ser fiel a mí mismo".
Babelia
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