Susana Muhamad, politóloga y activista climática: “El Acuerdo de París no está funcionando”
La exministra colombiana de medio ambiente impulsa la creación de un tratado internacional de no proliferación de combustibles. “Hay una dependencia de todo el sistema financiero y político de las rentas fósiles”, advierte


En los años veinte del siglo pasado, su abuelo zarpó de Palestina rumbo a América. Y terminó, por casualidad, desembarcando en Colombia, donde este emigrante construyó una historia de la que Susana Muhamad (Bogotá, 48 años) es heredera. Aproximadamente un siglo después, la exministra de medio ambiente colombiana —estuvo en el cargo entre 2022 y 2025— luce en la muñeca una pulsera con la bandera palestina. “Siento una absoluta desolación por la Humanidad”, dice sobre la impune masacre en Palestina. Esta politóloga y activista climática hace ahora las labores de embajadora para la creación del tratado para la no proliferación de combustibles fósiles, que impulsa una coalición de países y organizaciones de la sociedad civil.
Pregunta. El Acuerdo de París cumple este 2025 su décimo aniversario, ¿está la lucha climática en su peor momento de la última década?
Respuesta. Creo que sí, sobre todo en términos del cumplimiento de los países del acuerdo. Hay un tema de fondo del Acuerdo de París que hay que evaluar, eso de que vamos a poder resolver el problema climático con una lógica en donde cada país hace lo que puede con lo que tiene. Los compromisos nacionales, las NDC, han mostrado ser insuficientes, porque inclusive con los compromisos que se plantearon y se deben replantear ahora, para la COP 30, de noviembre, no nos llevan a la meta del Acuerdo de París. En realidad el Acuerdo de París se enfocó en la reducción de emisiones, pero no puso en el centro, porque geopolíticamente no fue posible, la transformación económica que requiere la salida de los combustibles fósiles y se mantuvo presa de los intereses de la industria fósil. Primero, las metas no se están cumpliendo y segundo, si se cumplieran tampoco serían suficientes para lograr el objetivo. El Acuerdo de París, por lo tanto, no está funcionando.
P. ¿Es un acuerdo fallido?
R. Creo que es un intento. No diría que es totalmente fallido. Por lo menos hay un foro de trabajo de los países, pero definitivamente no tiene la arquitectura que se requeriría para realmente lograr el objetivo de frenar el cambio climático.
P. Pero la fórmula de obligar a los países desde un acuerdo se intentó, con Kioto, y tampoco se consiguió frenar el calentamiento.
R. Pero en otros tratados, también ambientales, se han logrado compromisos de metas de reducción vinculantes. Por ejemplo, con los gases que afectaban la capa de ozono, o con el tratado de minas antipersona o el de no proliferación de armas nucleares. La diferencia es que con los combustibles fósiles se reta el capitalismo mismo.
P. Todos esos tratados se centran en sustancias o cosas puntuales, pero los combustibles fósiles son como la sangre de todo el sistema.
R. Sí de la industrialización fósil. Tenemos una civilización completa que ha sido creada en los últimos 200 años por un capital fósil, un tipo de energía específico que ha configurado el sistema. Transformarlo, y no se trata solo de una transición energética o transición tecnológica, requiere de una transformación de la vida entera. Esto toca intereses que están en el corazón del poder mundial, porque los combustibles fósiles han generado una geopolítica del poder. No es casualidad que en las negociaciones climáticas se deban tomar las decisiones por consenso, no por votación. No es casualidad que tengamos a la industria fósil allí metida.
P. ¿Que las decisiones se deban tomar por consenso de todos los países es el gran gol que le metió a la lucha climática la industria fósil?
P. Claro, porque, como decimos en Colombia, las decisiones son aguadas, no le dan los dientes para enfrentar el problema. Yo entiendo que países que dependen al 100%, o en un porcentaje altísimo, de la exportación de petróleo y que tienen dificultad de tener alternativas, como algunos países del Golfo, no van a dejar esa industria fácilmente. Para ello tendría que haber un acuerdo mundial demasiado sólido e ir al fondo de las consecuencias económicas. Creo que el Acuerdo de París, más que un acuerdo ambiental, debería ser un acuerdo económico. Y responder a una pregunta: ¿cómo serán en el tiempo los procesos de costes y beneficios para salir de los combustibles fósiles?
P. ¿Pero ya existen alternativas competitivas a los combustibles?
R. Sí, las renovables, claro. Lo que pasa es que las renovables generan un cambio sistémico, que puede llevar inclusive a democratizar la generación energética. Y nunca en el sistema económico va a haber algo como el petróleo, que genere las ganancias de exportación de un barril; eso no se puede comparar con un gigavatio de energía solar. Hay un problema económico: los bancos dependen de estas ganancias, el capital en general. Hay una dependencia de todo el sistema financiero y político de las rentas de los combustibles fósiles, una industria altamente rentista. Creo que el corazón del tema está ahí más que en el problema del reemplazo energético, que tampoco es un problema menor.
P. ¿Cómo se puede trasladar este mensaje complejo en un contexto político en el que los populismos conservadores usan la mentira para avanzar en todo el mundo?
R. Creo que la naturaleza está hablando y cada vez será más duro. Entonces habrá que mostrar la relación entre la desregulación de la naturaleza y los impactos de los desastres a la humanidad, y ligarlo con esta producción de combustibles fósiles. Hay otro tema poco explorado que es la salud, los impactos de los combustibles en la calidad del aire y en enfermedades respiratorias en gran parte de las ciudades del mundo.
P. Usted estuvo trabajando para la industria fósil unos años, para Shell. ¿Por qué se fue?
R. Esto fue en 2003. Yo de verdad pensé que estas empresas iban hacia una transición energética. Ellos se empezaron a vender como empresas de energía que iban a utilizar las ganancias del petróleo para hacer una revolución energética. Trabaje allí cinco años como consultora de temas ambientales y sociales y como parte de la plataforma de innovación. Pero cuando decidieron en 2008 que el dinero de innovación en vez de dedicarlo a las alternativas renovables lo invertirían en profundizar el extractivismo a partir de nuevas técnicas de explotación, como el fracking, decidí renunciar porque entendí que no iban a hacer ninguna transición energética, sino mantener el status quo.

P. ¿Por qué se necesita un tratado de no proliferación de combustibles fósiles?
R. El Acuerdo de París es un acuerdo internacional ambiental centrado en las emisiones, lo que proponemos con el tratado es un complemento que vaya al corazón del problema económico y que abra la discusión sobre qué significaría la transición de la producción. Y cómo se puede hacer sin poner en riesgo la soberanía energética de los países, sin poner en riesgo su economía. Porque no puedes buscar una transformación de este calibre manteniendo las condiciones como si nada estuviera pasando del sistema financiero, o en las formas de evaluar los países económicamente, porque entonces no va a pasar la transición. Por ejemplo, Colombia. Para poder pagar su deuda, Colombia necesita ingresos fiscales y uno de los más importantes viene de la exportación de petróleo. Cuando tú dices no vamos a explotar más petróleo, entonces la siguiente pregunta es ¿cómo va a pagar su deuda? No hay realmente un sistema de soporte para hacer la transición que le queda a Colombia. Y, ¿qué está pasando hoy con la derecha en el debate electoral? Pues que repiten que cómo va a dejar Colombia de explotar los combustibles fósiles. No hay las condiciones para cumplir el Acuerdo de París, porque es un problema económico.
P. ¿Cuándo esperan que se materialice este tratado?
R. Hubo una campaña de la sociedad civil por casi cuatro años, que ya ha logrado que 17 países hagan un llamado activo al tratado. Se han estudiado diferentes posibilidades legales y se ha llegado a la conclusión de que algo como esto volverlo un tratado de la ONU donde se requiera ir por consenso no va a pasar nunca. Entonces, lo que se propone es una gran coalición de países para buscar que haya una complementariedad regional entre productores y consumidores de combustibles fósiles. El objetivo es generar algo así como una gran isla de países y economías interdependientes suficientes que empiecen a negociar un tratado entre ellos.
P. ¿Al margen del sistema de Naciones Unidas?
R. Sí, así fue cómo surgió, por ejemplo, el tratado contra las minas antipersona, que no tenía posibilidad por los productores en una cosa de consenso. Colombia ha decidido tomar el liderazgo de convocar la primera conferencia diplomática para empezar a poner las bases de lo que podría ser un tratado. Lo que se busca es llegar a unos 30 países, lo que permitiría que haya las condiciones de negociar un tratado específico. La conferencia se espera que sea hacia abril de 2026.
P. ¿Cree que España se sumará?
R. España debe ser uno de los países. Primero porque ha tenido una transición energética muy importante. Segundo, porque es líder hoy en la UE de las causas sociales y ambientales, y es uno de los países que ha tomado posiciones progresistas en muchos aspectos. Y tercero, porque además hay una gran complementariedad económica entre los países de América Latina y España. Puede ser la voz líder en la UE. Necesitamos uno o dos países de Europa que lo apoyen y España sería clave. También estamos hablando con el Reino Unido que también ha decidido no entregar más licencias de exploración de combustibles.
P. ¿Qué siente cuando ve las imágenes de la masacre en Gaza como nieta de un palestino?
R. Es la absoluta destrucción del derecho internacional. Es la sensación de que la impunidad total puede reinar. Cualquiera de estas potencias, puede por un interés económico o geopolítico invadir otro país. Y no hay respuesta de nadie. Se puede masacrar un pueblo y no hay respuesta de nadie. Lo que le está pasando al pueblo palestino es el anuncio de un nuevo orden internacional en donde lo que se construyó después de la Segunda Guerra Mundial para intentar poner reglas está en entredicho. Siento una impotencia y un asco… Es que ya no hay palabras, no encuentras palabras ante un genocidio en vivo y que nadie pueda responder. Y no es casualidad que sean los ambientalistas los que hayan tomado acción desde la sociedad civil, con la flotilla, por ejemplo. Porque esto está atado a esa defensa del capital fósil y a esta defensa de los intereses geopolíticos de poder. Este sistema se podrá sostener pero cada vez con autoritarismo y las armas. Siento una absoluta desolación por la Humanidad.
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