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Así viven delfines y orcas cautivas: piscinas pequeñas, ruido y ‘shows’ circenses

La fundación ecologista FAADA ha analizado durante dos años las condiciones de vida de los cetáceos en los ocho delfinarios españoles

Imágenes cedidas por la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales del estudio sobre los delfinarios españoles.Foto: FAADA | Vídeo: EPV
Esther Sánchez

En España existen ocho delfinarios ―es el país de Europa con más instalaciones, seguido de Italia con tres― en los que se exhiben 75 delfines mulares, cuatro orcas y cuatro belugas. Una investigación de la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA) realizada entre 2023 y 2025 concluye que las condiciones en las que viven no garantizan su bienestar. Los cetáceos participan en espectáculos multitudinarios en los que saludan con las aletas, realizan piruetas, levantan a los entrenadores o bailan con ellos y son obligados a salir del agua y colocarse en el suelo. En seis de los delfinarios, los espectadores pueden, incluso, interactuar con ellos llegándolos a tocar.

Ana Torres, bióloga y coordinadora del Área de Animales Salvajes de FAADA, concreta que “son realmente circos acuáticos que venden como diversión el uso de animales altamente inteligentes y sociales, y que priorizan los intereses comerciales”. Las actividades de interacción con los delfines cuestan entre 99 y 490 euros dependiendo de su exclusividad y duración, asegura FAADA.

Una situación que Torres tacha de “incomprensible” dado que la ley de bienestar animal prohibió el uso de animales salvajes en circos en 2023, dejando a los zoológicos fuera. Además, la mayor parte prioriza el entretenimiento y “no cumple con los objetivos de investigación, conservación y educación que marca la ley”, como han comprobado in situ y revisando la literatura científica publicada y su participación en congresos.

El estudio se hizo en 10 delfinarios, pero este año dos han enviado sus delfines a China: el zoo de Madrid en enero y el parque Selwo Marina de Benalmádena en septiembre. Loro Parque en Tenerife y Oceanográfic de Valencia son los dos centros que más investigaciones realizan y presentan a congresos. Algunas podrían tener algún beneficio indirecto para las poblaciones salvajes, señala FAADA.

Los espectáculos se realizan ante grandes multitudes, en los que el tiempo medio dedicado a contenido educativo no supera el 16% del total. Algunos centros solo ofrecen un show diario, mientras que otros programan hasta cuatro. Su duración varía entre 12 y 33 minutos (con una media de 18 minutos). En esos momentos, la música supera en algunos casos los 80 decibelios llegando a alcanzar los 84 decibelios, “muy por encima de lo recomendable para la sensible audición de los cetáceos”.

Las piscinas, “de paredes lisas, sin zonas donde esconderse, son completamente diferentes a otras instalaciones de los zoológicos e incluso a acuarios, donde los animales cuentan con algún elemento de su entorno natural”, explica Torres. En el estudio han comprobado que hay algunas que miden apenas 5 metros de profundidad y 28 metros por 13 de superficie. La profundidad máxima que han encontrado es de 10,5 metros y la longitud mayor llega a los 50 metros.

“Son dimensiones totalmente inadecuadas para animales marinos de estas características”, denuncian. En libertad, los delfines mulares (la especie que vive en los centros acuáticos) pueden moverse por áreas que superan los 100 kilómetros cuadrados y llegar a más de 400. Las orcas llegan a recorrer hasta 150 kilómetros en un día.

FAADA critica también que en los shows se opte por “enfatizar una supuesta relación especial con los animales, acompañada de música emotiva y gestos cariñosos como besos, abrazos o bailes románticos”. Este enfoque, incide el estudio, distorsiona gravemente la realidad, al presentarlos como criaturas dóciles y afectuosas cuando son depredadores de gran tamaño y fuerza, potencialmente peligrosos.

El presidente de la Asociación Ibérica de Zoos y Acuarios, de la que forman parte cuatro de los delfinarios ―Loro Parque, en Tenerife; Oceanogràfic de Valencia, Mundomar, en Benidorm, y Marineland Mallorca― Javier Almunia refuta esta información y recuerda que existe una normativa y que los zoológicos son inspeccionados anualmente por las comunidades autónomas. Además, la asociación europea de zoos y acuarios verifica sus prácticas con controles cada cinco años. “Se evalúa su bienestar, el ruido, la aparición de comportamientos estereotipados y muchos otros parámetros”, enumera.

Considera que las denuncias de FAADA son quejas recurrentes de personas que están en contra de este tipo de centros, que no cuentan con una base científica. Por ejemplo, en cuanto a las dimensiones de las piscinas, aclara que “no se ha demostrado que un determinado espacio mejore su bienestar”, como muestra las dificultades de adaptación que están teniendo dos belugas trasladadas a un santuario de Islandia, una bahía acotada en el mar. También rechaza la molestia por ruidos, porque el sonido no penetra en el agua.

La organización mantiene, sin embargo, que España se ha quedado rezagada con respecto a la comunidad internacional. En la Unión Europea, por ejemplo, al menos 14 países carecen de este tipo de instalaciones, además de que Bélgica, Finlandia, Italia y Reino Unido han adoptado normativas muy restrictivas. En Francia, los espectáculos con cetáceos se han prohibido a partir de enero de 2026, lo que aboca a la desaparición de los delfinarios y destapa el problema de qué hacer con estos animales que solo han conocido la cautividad. En España, en cambio, se continúa permitiendo su reproducción para cría y conservación.

De incógnito en las gradas

Para recopilar la información, miembros de la asociación recorrieron las ocho instalaciones activas en la actualidad (cuatro en Canarias, dos en la Comunidad Valenciana, uno en Cataluña y uno en Baleares), analizaron los espectáculos y actividades ofrecidas, los precios, la cartelería con información... Lo hicieron de incógnito, por lo que no accedieron a las zonas de cuarentena, ni a las piscinas auxiliares, ni a cualquier tipo de información que no fuera pública.

Grabaron los espectáculos desde las gradas y los analizaron a posteriori. FAADA especifica que la mayoría de los cuidadores y veterinarios que trabajan en estos centros “se preocupan profundamente por los delfines y realizan esfuerzos constantes para mejorar su bienestar”.

Pero, a pesar de ello, el resultado para esta organización es que los animales se enfrentan a una vida en un “entorno monótono que favorece la aparición de movimientos repetitivos, nado circular constante y comportamientos estereotipados”.

Con este informe sobre la mesa, FAADA requiere poner fin a los espectáculos con música, acrobacias y comportamientos antinaturales en estas instalaciones. En todo caso, se debería optar por exhibiciones educativas sin que los cuidadores entren en el agua, algo que ocurre ahora en el 90% de los shows. En el caso de las orcas, que se encuentran en Loro Parque (Tenerife) los entrenadores no entran en el agua desde que en 2009 uno de ellos falleció al ser atacado por una.

Piden también acabar con cualquier contacto directo, como tocar a los animales o tomarse fotos con ellos. Este comportamiento puede ser peligroso por seguridad y por el riesgo sanitario de transmisión de enfermedades, afectar al bienestar de los animales y transmitir un mensaje contradictorio. Solicitan también prohibir la apertura de nuevos delfinarios y la reproducción en cautividad que se perpetúa bajo la excusa de “fines de conservación”. En cuanto al lugar al que podrían enviarse estos animales en el caso de que se cerraran las instalaciones, reclaman que se contribuya a impulsar los santuarios marinos.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.
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