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La contradicción de Alemania, donde una mina de carbón se traga un parque eólico

Berlín recurre al más contaminante de los combustibles fósiles ante la crisis energética mientras trata de expandir las renovables

Elena G. Sevillano
Mina de carbón Alemania
Un manifestante sostiene una bandera con el lema "Stop carbón" frente a la central térmica de Neurath, en el oeste de Alemania.INA FASSBENDER (AFP)

Parece el mundo al revés, pero acaba de ocurrir en Alemania. Una de las mayores eléctricas del país, RWE, ha empezado a desmantelar un pequeño parque eólico para hacer hueco a la expansión de la vecina mina de carbón de Garzweiler. La gigantesca explotación, de 48 kilómetros cuadrados, toma el nombre del pueblo que una vez existió allí, uno de la docena que la mina se ha ido tragando en sus sucesivas ampliaciones. La decisión, que la propia empresa califica de “paradójica”, es un símbolo inmejorable del dilema que atormenta a Alemania. El país se debate entre sus deseos de descarbonizarse y la necesidad de asegurar su suministro en plena crisis energética.

La guerra en Ucrania, el corte del suministro de gas ruso hacia Alemania y los desmesurados precios de la energía en el mercado internacional han obligado al país a tomar decisiones dolorosas. La más inconcebible quizá haya sido la vuelta al carbón. El Gobierno de socialdemócratas, verdes y liberales ha aprobado la puesta en marcha de centrales ya jubiladas, que habían dejado de quemar lignito, o carbón marrón, el más abundante en las regiones mineras del Rin y el Ruhr, en el oeste, y Sajonia, casi en la frontera con Polonia. El resultado es que, muchos días, más de la mitad de la electricidad que consume el país se produce con carbón.

En plena emergencia climática sorprende que un país como Alemania, en su día modélico en la transición energética, esté emitiendo tal cantidad de gases de efecto invernadero. Más aún con los verdes en la coalición de Gobierno. Las organizaciones ecologistas y no pocos expertos alertan de que los objetivos medioambientales peligran y que solo una rápida expansión de las energías renovables permitirá cumplirlos. Los más optimistas auguran que la crisis energética ayudará a acelerar la transición a una economía verde.

Pero los últimos datos no son esperanzadores. Después del desplome de las emisiones en 2020, coincidiendo con la pandemia y la caída de la producción industrial, en 2021 volvieron a crecer, un 4,5%. El mayor incremento correspondió al sector energético. Se quemó mucho carbón para producir electricidad y la escasez de viento dificultó que la eólica aportara a la cuota de renovables. Alemania ha reducido sus emisiones un 38,7% desde 1990, según datos del Ministerio de Economía y Clima. Por lo que el país no está cumpliendo sus objetivos, que eran del 40% en 2020.

“En los últimos años la transición energética ha sido frenada o incluso bloqueada por el Gobierno alemán. Esa es la razón de que dependamos tanto de los combustibles fósiles”, asegura Juliane Dickel, jefa de Política energética y nuclear de la organización ecologista BUND, en referencia a los 16 años en el poder de la democristiana Angela Merkel, que unas veces gobernó con los liberales del FDP y otras con los socialdemócratas. Dickel solo ve una solución al aprieto energético: expandir rápidamente las energías renovables. Aunque, añade, otras medidas ayudarían: “Hay muchas posibilidades de ahorro: en movilidad, como imponer un límite de velocidad en las autopistas, en la agricultura, la construcción y la industria”.

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Vista de la mina de Garzweiler, cerca de Luetzerath, en el oeste de Alemania, el 12 de noviembre.
Vista de la mina de Garzweiler, cerca de Luetzerath, en el oeste de Alemania, el 12 de noviembre.INA FASSBENDER (AFP)

Alemania se ha propuesto ser climáticamente neutra ―emitir los gases invernadero que puede absorber― en 2045, cinco años antes que el conjunto de la Unión Europea. Entre sus objetivos intermedios está la reducción del 65% de las emisiones (con respecto a los niveles de 1990) en 2030, y del 88% en 2040. El país aprobó su primera ley climática en 2019 y tuvo que reformarla en 2021 por orden del Tribunal Constitucional. Los magistrados determinaron que el Ejecutivo había violado los derechos de las próximas generaciones al cargar sobre sus hombros la responsabilidad futura de recortar las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras los esfuerzos actuales son solo moderados.

25 meses para aprobar un parque eólico

Al poco de tomar posesión, en diciembre pasado, el Gobierno de coalición anunció su intención de acelerar las renovables después de años de lento crecimiento y de la negativa de algunas regiones, como Baviera, a instalar parques eólicos. Una de las medidas consiste en destinar el 2% de la superficie del país a los aerogeneradores; también se ha reducido la burocracia y se han eliminado trabas al suavizar leyes de protección de la naturaleza. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. La nueva normativa todavía no se ha traducido en un incremento significativo de la potencia instalada, alerta la patronal de la energía eólica, que da un dato preocupante: se sigue tardando de media 25 meses en aprobar un proyecto.

“Las energías renovables deben extenderse a gran velocidad”, asegura Dominik Möst, economista especializado en Energía de la Universidad de Dresde. La transición energética no peligra, en su opinión. Sin embargo, hay que ser conscientes de que las emisiones de carbono van a aumentar a corto plazo en Alemania. El país confiaba en poder usar el gas barato ruso como tecnología puente hacia una economía verde, pero la guerra en Ucrania ha dado al traste con ese cálculo. La duración de este episodio de vuelta a la quema de carbón depende, por tanto, del ritmo al que se construya nueva potencia solar y, sobre todo, eólica terrestre y marina.

Los Verdes alemanes han intentado adelantar la salida del carbón al 2030 y no esperar al 2038, el año que dejó fijado la excanciller Angela Merkel. Pero por ahora solo han conseguido victorias parciales. Uno de los 16 Estados federados, Renania del Norte-Westfalia, cuna de la minería y de la industria pesada, abandonará la producción de energía con carbón a más tardar en 2030, anunciaron el Gobierno y la empresa RWE hace unos días. A cambio, dos centrales de lignito que debían cerrar este año seguirán funcionando hasta 2024. El ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, suele repetir que la crisis energética no debe hacer perder de vista el futuro. “Es algo amargo, pero necesario”, dijo cuando anunció la reapertura de las centrales de carbón.

Alemania debería poner en marcha nueva capacidad renovable tres veces más rápido de lo que ha venido haciéndolo hasta ahora, calcula Dirk Messner, presidente de la Agencia Medioambiental de Alemania (UBA). Solo así podrá llegar a 2030 con el 80% de energía limpia en el mix eléctrico, como se ha propuesto. “En los últimos años, los esfuerzos por expandir las energías renovables en Alemania no han tenido el éxito que deberían”, reconoce en un correo electrónico. Sin embargo, cree que los objetivos del nuevo gobierno ―la coalición que lidera Olaf Scholz todavía no ha cumplido un año en el poder― “son ambiciosos” y no cree que se vean afectados por la guerra. Al revés: “Al final, la expansión de las renovables puede incluso acelerarse debido a la guerra de agresión rusa”.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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