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El desplome del ancestral ecosistema de los caballos salvajes en Galicia

Un estudio de la Universidad de A Coruña alerta de que si no se cumple la normativa se perderán los beneficios ambientales que aportan estos equinos en los montes gallegos

ecosistema caballos galicia
Primera Rapa Tradicional desde que empezó la pandemia. Los “aloitadores” rapan a las “bestas”, caballos que viven de manera salvaje en montes comunales gallegos.OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

En el último medio siglo la población de caballos salvajes en Galicia cayó a la mitad. No hay un censo oficial que recoja la cifra exacta del desplome, pero esa es la tendencia observada por los investigadores a partir de la estimación fiable de los años 70, aportada en una tesis doctoral. Entonces había 22.000 cabezas, que ahora se han reducido a unas 10.000. Esta colonia de las bestas (caballos bravos en gallego) sigue siendo la mayor de España y de Europa, aunque “si no se le pone remedio de forma urgente para prevenir el colapso, acabará desapareciendo”, alerta Jaime Fagúndez, investigador principal de un trabajo sobre el contexto socioeconómico y los beneficios ambientales de los equinos salvajes presentado este jueves ante la Comisión Europea por científicos de la Universidad de A Coruña. Los expertos sostienen que estos animales pueden contribuir a resolver algunos de los problemas derivados de la emergencia climática, de la despoblación del medio rural y de la crisis de biodiversidad.

“Si bien no puede establecerse una relación de causa-efecto porque no se puede demostrar, sí está claro que muchas tierras de montaña de Galicia en donde hubo caballos y donde el hábitat natural se ha perdido, han pasado a uso forestal, aumentando claramente el riesgo de incendios porque se produce una acumulación de combustible: madera o tejidos vegetales lignificados como el tojo”, afirma Fagúndez.

El ecosistema de bestas en Galicia, destaca el estudio, “genera beneficios y es eficiente frente a las alternativas como la repoblación forestal, la ganadería sobre pastizales artificiales o el abandono de las tierras”. Este trabajo sostiene que las áreas de pasto de estos caballos salvajes incluyen diferentes tipos de brezo que aportan valores ecosistémicos como “una gran biodiversidad, altas tasas de almacenamiento de carbono y bajo riesgo de incendios”. Y además ofrece “externalidades positivas”, ya que al consumir especies arbustivas, principalmente tojo, “aumentan la calidad de los pastos y reducen así los costes de roza mecánica para la prevención de incendios”. Las bestas en los montes gallegos, añade Fagúndez, “constituyen un legado cultural único de gran conexión con la historia de Galicia, su paisaje rural y los valores naturales”.

Rapa tradicional de caballos en Sabucedo (Pontevedra) a finales de agosto.
Rapa tradicional de caballos en Sabucedo (Pontevedra) a finales de agosto.ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS)

El trabajo de la Universidad de A Coruña señala las causas del desplome generalizado de esta población en los montes de Galicia. “Por una parte, los propietarios abandonan el medio rural en donde solo quedan los mayores, que no pueden ocuparse de esto y, por otro lado, hay condicionantes negativos como la bajada del precio de mercado de la carne de potro y otras cuestiones relacionadas con las ayudas de la Política Agrícola Común”. Los autores del informe reclaman “criterios de conservación del hábitat; cambios en el cálculo de la carga ganadera cuando hay caballos salvajes y evitar la transformación de los brezales en usos de menor valor ecológico y cultural como los eucaliptales o los pastizales artificiales”.

La investigación se ha centrado en dos áreas concretas: en la Serra da Groba, en la provincia de Pontevedra, y en la Serra do Xistral, en el norte de Lugo, porque representan dos situaciones distintas para los caballos salvajes. La lucense es una zona de Red Natura 2000 dominada por brezos húmedos y turberas en donde los equinos son propiedad de ganaderos profesionales de vacuno y hay presencia de lobo, mientras que en el área de Pontevedra, con un clima más cálido y seco, con repoblaciones forestales e incendios frecuentes, los animales son de personas no profesionales y los curros —lugares en donde los juntan para cortarles las crines, marcar a las crías antes de volver a dejarlos en libertad— son grandes acontecimientos sociales.

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Lo urgente es, destaca el estudio, reducir las cargas burocráticas para los propietarios de los caballos y que los animales puedan estar en el monte sin necesidad de microchip, mejorar la señalización de tráfico para advertir de su presencia, aumentar los pagos por los daños causados por los lobos y limitar las explotaciones forestales. Junto a ello, apela a los beneficios ambientales que generan, como el de prevenir los incendios.

Los investigadores hacen un llamamiento para que las administraciones públicas se comprometan a aplicar las políticas y normativas “de forma más eficaz”. También apela a la población gallega y a sus dirigentes políticos, “que tienen la responsabilidad de salvaguardar este tesoro de las bestas para las generaciones futuras”. Finalmente, instan a la Unión Europea y a sus Estados miembros a que mantengan las condiciones adecuadas para el mantenimiento de la cada vez más mermada población de caballos bravos.

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