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Un ganadero lucha por salvar del matadero a casi la mitad de las vacas de una raza endémica de Soria

El joven criador de unos animales en peligro de extinción intenta que no sacrifiquen sus 260 reses por unos casos de tuberculosis en el rebaño

El ganadero Alejandro García y la ingeniera Silvia Casado, junto a las vacas.
El ganadero Alejandro García y la ingeniera Silvia Casado, junto a las vacas.
Juan Navarro

El corazón de Alejandro García late por sus vacas. Este ganadero de 29 años admite sin reparo que su felicidad pasa por sus 260 cabezas de raza serrana negra soriana, una variedad autóctona en peligro de extinción y de la que él posee casi la mitad de ejemplares en el mundo. Este rumiante de gruesa piel oscura se ha visto amenazado porque es de esqueleto ancho y produce menos carne, así que su cría no es tan rentable. A García le da igual: este joven arraigado en el campo de Soria prima cuidar de ese patrimonio animal antes que el dinero. Por eso está desolado: la sombra del matadero se cierne sobre sus vacas. Unos casos de tuberculosis detectados en algunas de ellas obliga por norma a sacrificar todo el rebaño, algo que aterra a su propietario tanto por el futuro de la raza como por el suyo propio en una Soria donde la extinción también merodea al medio rural.

La tristeza gobierna esta explotación extensiva de San Pedro Manrique, que con sus 600 habitantes es uno de los pueblos más grandes de la zona. Los animales mugen y pacen, sin saber el riesgo que corren, mientras García, con toda una vida vinculada al campo, y su pareja, la ingeniera agroenergética Silvia Casado, de 24 años, relatan una historia de ilusión convertida en miedo. El soriano empezó en el sector con 23, siguiendo la estela de su padre y de su abuelo, y se centró en esta variedad tan “rústica”, como él dice, y bien adaptada al clima soriano. Los primeros 80 ejemplares los adquirió en 2016 cuando también iban rumbo a su particular patíbulo, pues el dueño anterior, el extorero José Luis Palomar, quería deshacerse de ellas. Una importante inversión en los mamíferos y en la explotación, cuyo importe prefieren no desvelar, dio paso al desarrollo progresivo de la raza, que prácticamente se ha duplicado en los últimos años. Sin embargo, la aparición de episodios de tuberculosis, una enfermedad bovina que puede saltar a los humanos y que la Unión Europea persigue, compromete su futuro.

El ganadero denuncia que ante estos positivos ha recibido una notificación de la Junta de Castilla y León emplazando a acabar con todas las vacas mediante un “vacío sanitario” que impida la propagación de la bacteria. García, que asegura que el área de Agricultura y Ganadería no le ha puesto ninguna facilidad, destaca que cuenta con prados separados y que hay animales que no se ven, lo cual cree que debería impedir el sacrificio completo. El propietario culpa de estos brotes a la caza y a las especies silvestres no controladas, pues rebasan sus cercados y beben de los abrevaderos privados. Además, afirma que ha propuesto, sin respuesta, alternativas o repeticiones de pruebas a ejemplares en cuarentena para cerciorarse de cuáles verdaderamente están contagiados.

Portavoces de este departamento de la Junta de Castilla y León explican que se atañen a una instrucción europea y que sí han estado en contacto con esta explotación soriana. “Las medidas pueden ser traumáticas para un particular, pero beneficiosas para el conjunto, aunque sacrificar no es agradable para nadie, hay que ser cuidadoso”, resaltan, y detallan que los informes de las inspecciones veterinarias permiten evaluar si toda una explotación, o solo unos bovinos en concreto, deben sacrificarse. “Se hace un estudio epidemiológico de cada rebaño y del entorno con criterio técnico que mira en conjunto a las explotaciones y cómo puede afectar a su entorno”, precisan. El dueño de las vacas indica que paga más de 10.000 euros anuales en seguros para sus animales y que esta cobertura determinará cuánto dinero recibiría si se confirman las malas noticias.

García y Casado aguardan, tras un aviso verbal, la temida carta oficial que abra un plazo de 15 días para conducir las reses al matadero. Los trabajadores analizarán si esas vacas, marcadas con una “T” a fuego y con un microchip en el estómago, presentan una tuberculosis que impida el consumo humano. En caso contrario, esa carne llegará igualmente a las tiendas, solo que el ganadero obtiene un tercio del precio normal, que es de tres euros por kilo. La Junta insiste en que en caso de vacío sanitario los propietarios reciben una indemnización, que aumenta si son animales de raza, pero García ha calculado que esa cuantía no cubre siquiera los gastos que asumió al comprar la explotación, que ahora ha crecido a los 260 animales.

Extinción animal y demográfica

La pareja, que agradece el respaldo que le ha dado la Diputación de Soria, afronta la posible desaparición de sus serranas negras como un signo de las dificultades para asentarse en el entorno agrario. La ingeniera, que cursa un máster en energía renovable, anhela arraigarse en la provincia y que su pueblo, Alentisque, de 30 vecinos, no pierda a una de las dos únicas menores de 30 años. “Alejandro somos todos”, remata Casado.

Los portavoces de la Junta sostienen que el porvenir de la raza está garantizado, incluso con la eliminación de casi la mitad del censo internacional de estas vacas de morro blanco y de cuernos similares a los del toro de lidia, mediante óvulos congelados y reservas de semen. Los ganaderos sorianos recelan y exponen que, si tan elevado es el interés por proteger a estas reses, por qué no han ido aplicando medidas previas, como matar a animales infectados por si se propagaba la tuberculosis, antes de que fuese necesario sacrificar al conjunto.

Mientras llega la respuesta no queda otra que seguir cuidando de vacas ya mayores y de los terneros recién nacidos, que no entienden de festivos o luchas con la administración. Alejandro García presenta con dolor el futuro al que se ve abocado: dejar su feliz estilo de vida rural con el ganado, moverse a la ciudad y buscar un empleo. Adiós al plan de tener hijos, mostrarles el mundo del campo y seguir extendiendo la estirpe en los pueblos sorianos. “El pueblo quedará como ya sabemos y vemos por aquí: despoblado”, augura. Quién va a quedarse, zanja, si tantas dificultades hay para las explotaciones ganaderas y quien emprende en el gremio: “No hay un alma, cerrarán colegios y todo lo que hay”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.

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