Brasil sufre la peor sequía en casi un siglo
Los efectos ya se sienten en la agricultura y el precio de la luz pero no hay restricciones al consumo
Brasil, la principal economía latinoamericana, sufre la peor sequía en casi un siglo. Hacía 91 años que no llovía tan poco en el sur y el sudeste del país, lo que lo ha sumido en una grave crisis hídrica y energética. Aunque el sistema de generación de electricidad está padeciendo los efectos de la falta de precipitaciones, las autoridades no han impuesto por el momento restricciones a los consumidores. La sequía ha hecho perder a las cataratas de Iguaçu (en la frontera con Argentina y Paraguay) buena parte de su espectacularidad porque están con un quinto del volumen de agua habitual en estas fechas.
La histórica sequía coincide con una crecida también histórica del río Negro, en la Amazonia, a principios de junio. Mientras los ríos que cruzan el mayor bosque tropical del mundo alcanzan unos niveles de agua no vistos en muchos años -lo que facilita el transporte fluvial porque permite tomar atajos—, el caudal del Paraná (en el sur) estaba casi nueve metros por debajo del nivel esperado en estas fechas, lo que perjudica a la agricultura, reduce el suministro de agua y propicia incendios. Y la tendencia es que la situación empeoré durante los próximos meses, hasta que empiece la temporada de lluvias.
La fuerte caída del suministro de agua a las plantas hidroeléctricas está afectando duramente la generación de energía eléctrica, la principal que Brasil produce. La ciudadanía ya siente las consecuencias en forma de subida del precio de la luz e inflación. El Gobierno de Jair Bolsonaro declaró la emergencia hídrica a finales de mayo pero respondió con una negativa tajante cuando el presidente del Congreso, Arthur Lira, sugirió la posibilidad de imponer restricciones de agua al consumidor. El presidente Jair Bolsonaro, al que la crisis del coronavirus le ha restado popularidad, no quiere disgustar al electorado porque tiene la mirada puesta en la reelección en 2022.
El suministro de agua a los consumidores no se ha visto afectado por el momento aunque el Operador Nacional del Sistema Eléctrico (ONS) ha advertido este viernes en una nota técnica de que espera que “prácticamente todos los recursos se hayan agotado en movimiento”. El ONS ha pedido a los operadores que aplacen los trabajos de mantenimiento para no empeorar la crisis hídrica.
Brasil vive, como otros países, los efectos de la crisis climática. Pero a diferencia de lo que ocurre en otros lugares del mundo, causas y consecuencias son perceptibles dentro de sus fronteras. Porque la deforestación de la Amazonia es uno de los factores que contribuye a la disminución de las lluvias.
Luciana Gatti, investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), explicó la relación en una entrevista con la agencia Efe: “Gran parte de nuestra lluvia viene de la Amazonia. Si deforestamos, estamos reduciendo la lluvia. Yo suelo decir que estamos sembrando la sequía”. La tala ilegal de árboles en la selva tropical alcanzó en 2020 el récord de los últimos 12 años con la pérdida de 11.088 kilómetros cuadrados, un 9,5% más que el año anterior.
La investigadora publicó recientemente un artículo en la revista Nature el que alerta de que la deforestación es tan grave en algunas zonas de Amazonia que ya emiten más dióxido de carbono del que absorben. “Amazonia es nuestra seguridad climática. Es un cuerpo enorme de vegetación lanzando agua a la atmósfera y con ello ayuda a aumentar las lluvias y a atenuar el aumento global de temperaturas”, explica. Es por eso que la preservación de Amazonia tiene efectos mucho más allá de las fronteras de Brasil, en la región y el resto del mundo.
El agronegocio, uno de los motores más importantes de la economía brasileña, se ha expandido en las últimas décadas a costa de la vegetación original y ahora está entre los primeros en sufrir el impacto de la sequía, como detalla en su nota más reciente el observatorio europeo de sequías, vinculado al servicio de gestión de emergencias Copernicus: “Una gran parte del área afectada se utiliza para la producción agrícola y ganadera y la sequía tiene impactos negativos directos en el sector. El Centro Brasileño de Monitoreo y Alerta Temprana de Desastres Naturales (Cemaden) informó en mayo de que más de la mitad de los municipios del área afectada tienen alrededor del 40% del área de cultivo bajo sequía. Además, la Corporación Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) indica que las tierras de regadío y los cultivos agrícolas con ciclos largos están en riesgo”.
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