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Las cuentas de una reserva marina en Baleares: el aumento de peces para pescar beneficia sobre todo al turismo

Un proyecto piloto para calcular el valor económico de estas áreas protegidas estima que las empresas turísticas que protestaron por la creación de la reserva del Levante de Mallorca hace 14 años son las que más rendimiento sacan de ella

Un banco de espetones, o barracudas, sobre praderas de Posidonia en la reserva marina.
Un banco de espetones, o barracudas, sobre praderas de Posidonia en la reserva marina.Manu San Félix
Clemente Álvarez

La reserva marina de interés pesquero en la comarca del Levante de la isla de Mallorca, impulsada por los pescadores artesanales para tratar de recuperar las especies comerciales, se creó en 2007. Entonces, algunas empresas mostraron un enérgico rechazo al proyecto y alertaron de que las restricciones en el uso del mar supondrían la muerte para gran parte del turismo en la zona. Pasados 14 años, se ha comprobado que la biodiversidad bajo estas aguas ha mejorado de forma significativa. Paradójicamente, un nuevo estudio estima ahora que los que sacan un mayor beneficio económico de la reserva marina no son los pescadores artesanales, sino el sector turístico.

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Las cuentas salen de un proyecto piloto que investiga el valor para la economía y la sociedad de las reservas marinas en el Mediterráneo, promovido por la Fundación Marilles y llevado a cabo en colaboración con el Centre Balear de Biologia Aplicada (CBBA) y las consultoras Ecoacsa y Eftec. Según este trabajo que acaba de presentarse, la Reserva Marina del Levante de Mallorca proporciona unos servicios calculados en 4,8 millones de euros anuales. De esta cantidad, los animales acuáticos capturados por los pescadores representan solo una pequeña parte: 129.646 euros anuales. Todo lo demás corresponde a otros servicios ecosistémicos aportados por la reserva y que han sido traducidos a euros, como el control de la erosión (772.547 euros), la conservación de la biodiversidad (447.313 euros), el tratamiento de aguas (211.348 euros) o la captura de CO₂ (19.330 euros). Y, sobre todo, los beneficios para el turismo y actividades recreativas en este espacio, que llegan a 3,1 millones de euros, de los que 2,5 millones de euros se generan con excursiones, 583.158 con el buceo y 26.082 con las visitas a la playa.

Hoy hay que pedir autorización para las inmersiones y se han prohibido actividades como el esquí acuático o las motos de agua. Sin embargo, Jaume Ferriol, propietario de uno de los centros de buceo más antiguos de Mallorca, Mero Diving, ubicado dentro de la propia reserva, reconoce que la mejora del mar es un reclamo para sus clientes. “Nuestra opinión es positiva, aunque al principio era negativa. Nos pusimos un poco en pie de guerra, pues esta es una reserva de interés pesquero y no queríamos que se estropeara el turismo, que era de lo que se estaba hablando. Corrían muchos bulos, y pensábamos que nosotros perdíamos la empresa”, comenta este veterano buceador. “La verdad es que la vida marina se ha recuperado bastante, nuestros clientes― tanto locales como extranjeros― vienen y disfrutan todavía más. Antes tenías mucha suerte si veías la cola de algún mero a 20 metros, pero ahora casi te molestan, han perdido el miedo al buceador”.

Este espacio está gestionado de forma conjunta por el Gobierno central y la Administración balear. La Reserva Marina del Llevant de Mallorca está en aguas interiores de competencia autonómica y la Reserva Marina del Levante de Mallorca-Cala Rajada corresponde a aguas exteriores de competencia estatal. En total suman 11.000 hectáreas de fondos y hábitats marinos de gran importancia ecológica, entre los que destacan 3.951 hectáreas de praderas de Posidonia oceánica. Como explica Sandra Mallol, investigadora del Centre Oceanogràfic de les Balears (dependiente del Instituto Español de Oceanografía), a partir de los censos realizados con buceadores, se sabe que hay puntos de la reserva en los que se ha duplicado, triplicado o incluso cuadruplicado la biomasa de peces. “Hay puntos en los que se observa ahora mayor biodiversidad que antes, pero también bancos más densos e individuos más grandes, de dentones, de corvallos, y hemos notado un aumento de la cigala mallorquina, el santiaguiño, que estaba en muy mal estado”.

Al igual que las empresas de buceo, los propietarios de los barcos de paseo tipo golondrina también criticaron en su momento que se restringieran los usos, pero ahora son de los más beneficiados por el tirón turístico de este espacio. “Las críticas fueron más por desconocimiento de lo que es una reserva”, comenta la investigadora.

Presión sobre las especies

Para hacer este estudio, se han inventariado todos los activos naturales y los diferentes servicios proporcionados por espacio. En el caso de las especies comerciales pescadas para su venta, se han recabado los datos a partir de encuestas con los pescadores, pero se ha aplicado un factor de corrección tras admitir algunos de estos que no son declaradas todas las capturas dentro de la reserva. Según estas cuentas, en un año los barcos de pesca habrían sacado sobre todo calamar (1.478 kilos), lampuga (557), sepia (462), raya (429), langosta (368), pez limón (164)… Esto corresponde a las capturas dentro de la reserva, donde existen restricciones de las artes de pesca, así como del periodo de actividad durante el año y la cantidad de redes utilizadas. Paradójicamente, como incide Toni Amorós, uno de los pescadores artesanales de esta zona, en las áreas protegidas con más limitaciones a menudo se suele pescar más, al haber menos presión sobre las especies. “En tiempos de sepia, cojo más con las 20 redes de dentro de la reserva que con las 60 de fuera, o lo mismo con la langosta”, destaca. “El desgaste de la pesquería es menor dentro”, subraya.

Según este pescador, “dentro se respetan bastante las normas, fuera no tanto”. Amorós defiende que desde la creación de la reserva la pesca ha ido en aumento, pero pide más vigilancia para controlar el cumplimiento de las restricciones. “Lo que más ha crecido ha sido el dentón, los meros…”, comenta. “Estos años se coge también más langosta, tiempo atrás había gente mayor que no respetaba las medidas, y si te llevas los alevines, pues no llegan los grandes”.

Para el director de la Fundación Marilles, Aniol Esteban, aunque no parezcan muy cuantiosas, estas capturas dentro de la reserva resultan esenciales para estos pescadores locales. Asimismo, llama la atención sobre los otros muchos beneficios de este tipo de espacios. “Las reservas marinas pueden apuntalar dos industrias clave para España, el turismo y la pesca”, recalca.

En el estudio, también se analiza cuánto cuesta mantener en buen estado todos los valores naturales de esta área marina. Se calcula que los costos de mantenimiento anuales ascienden a 476.136 euros, pero dado que los servicios aportados son valorados en 4,8 millones de euros, se concluye que por cada euro invertido se generan unos beneficios ecosistémicos de 10 euros. Para Esteban, estos son unos números positivos, pero pueden ser todavía mucho mejores. “Baleares es un alumno aventajado en la España mediterránea, tiene un 21,5% del mar bajo algún tipo de protección legal y sus reservas en general funcionan bien, con todos los beneficios que esto supone, pero hay que matizar este mensaje, porque estos resultados están muy por debajo de lo que podrían estar”, comenta el director de la fundación que ha promovido este estudio. “Un aspecto clave es la financiación, el gasto total para todas las reservas marinas de Baleares está en torno a los tres millones de euros, esto es el valor de un solo yate de los que navegan por aquí, hace falta mucho más”.

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Sobre la firma

Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.

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