Baleares, un campo de pruebas contra los plásticos de un solo uso
Tras la entrada en vigor de la nueva ley autonómica de residuos, en el archipiélago empiezan a notarse cambios en algunas áreas, pero en otras sigue todo igual
Las islas Baleares son desde el pasado 20 de marzo un gran campo de pruebas en la eliminación de los plásticos de un solo uso. En esta fecha entró en vigor la ley autonómica de Residuos y Suelos Contaminados, que contempla una serie de regulaciones para disminuir la generación de desechos, aumentar la reutilización y el reciclaje, y restringir los productos de usar y tirar. Una normativa muy ambiciosa que va más allá de los objetivos marcados por la Directiva europea marco de residuos 2018/851 del Parlamento Europeo y que pretende reducir en el año 2030 un 20% los residuos generados con respecto a 2010. ¿Qué ha cambiado hasta ahora en el archipiélago desde la entrada en vigor de esta nueva ley?
Cápsulas de café. La ley establece que las cápsulas de un solo uso de café, infusiones, caldos y otras utilizadas en cafeteras, puestas en venta en las islas Baleares, tendrán que ser fabricadas con materiales compostables o bien fácilmente reciclables, orgánica o mecánicamente. Por ahora, en los supermercados siguen predominando las mismas cápsulas de siempre, de aluminio o plástico, que no son compostables y se reciclan en un pequeño porcentaje. Las empresas fabricantes se pueden acoger a otra de las opciones de la ley, que les permite organizarse para impulsar un sistema de recogida de las cápsulas en el que ya están trabajando la Asociación Española del Café y las grandes marcas fabricantes. Sin embargo, a día de hoy no se han instalado todavía puntos de recogida en supermercados, aunque sí se ofrecen en tiendas especializadas de las marcas. Las empresas fabricantes deben encargarse de la recogida y el tratamiento posterior para el reciclado de los materiales, tanto aluminio, como plástico o los restos del café de las cápsulas. El éxito de este punto dependerá de la conciencia de los consumidores y de que periódicamente lleven las cápsulas al punto de recogida para evitar que terminen en el cubo de la basura como un residuo más. Y está por ver hasta qué punto las marcas van a ser capaces de reciclar las de plástico, lo que no ocurre ahora mismo.
Menaje de plástico de un solo uso. Las restricciones del plástico de un solo uso han llegado cuando muchos negocios llevan enfrentándose desde hace muchos meses a otras restricciones, las de la pandemia. Y esto convierte todavía en más importante el servicio de comida para llevar, donde más se utilizan este tipo de productos. Sin embargo, hace tiempo que la restauración le dio una vuelta de tuerca a esto. En Baleares son ya mayoría los que abandonaron los recipientes de poliespán para vender las hamburguesas o los bocadillos y optaron por envoltorios de papel antigrasa o las barquetas de cartón que llegan en bolsas del mismo material al domicilio. Asimismo, los platos de caña de azúcar y los cubiertos de bambú han sustituido ya en muchos sitios el plástico. La ley prohíbe de forma específica la venta, distribución y uso de platos, cubiertos, vasos, tazas y bandejas alimenticias de un solo uso hechos de plástico, a no ser que sean compostables, estén certificados por la normativa europea o tengan la consideración de envase. Este tipo de utensilios, de plástico compostable, tienen que ser etiquetados para que el consumidor los pueda depositar en la fracción de reciclaje correspondiente a los productos orgánicos.
Pajitas de bambú. En las principales cadenas de comida rápida de las islas las pajitas de plástico han desaparecido del menú o han sido sustituidas por las de cartón. En algunos restaurantes se empiezan a ver también pajitas de bambú y de metal, que se pueden lavar y reutilizar. La ley obliga también a decir adiós al plástico de los palos de los caramelos y los bastoncillos de los oídos, productos que solo podrán ser fabricados o distribuidos en las islas si están elaborados con materiales compostables o comestibles.
Monodosis alimentarias en la hostelería. Los botes de kétchup y mostaza a compartir entre los comensales de la misma mesa o los dedales de cartón para rellenar de salsa también irrumpieron en escena hace ya algunos meses en los establecimientos de restauración y sobre todo en la mayor parte de la planta hotelera, que acometió hace dos años una reconversión interna muy importante en este sentido. La ley fija la prohibición de uso de productos alimenticios en monodosis. Esto en la práctica implica la desaparición de los típicos sobrecitos individuales de kétchup, mostaza, mahonesa, sal o pimienta, que tendrán que ser sustituidos por otro tipo de recipiente de uso colectivo, excepto en el caso de la comida para llevar. Queda exento el aceite de oliva, ya que la normativa europea sobre la denominación de origen de este producto es de rango superior y prevalece sobre la norma balear. Además, este artículo de la ley permanecerá en suspenso hasta que finalice el estado de alarma el próximo mes de mayo porque en el decreto del Gobierno central se incluyen medidas para la prevención de la covid que permiten este tipo de envases y que también prevalecen sobre la normativa balear.
Envases de cartón para las latas. En un paseo por la sección de bebidas de un supermercado cualquiera se puede comprobar cómo todavía hay refrescos con anillas de plásticos, pero ya se empiezan a ver cómo muchas marcas de cerveza las han sustituido por otras de cartón, material con el que también empaquetan los botellines en cajas. La nueva ley acepta el uso de envases colectivos secundarios para este tipo de bebidas envasadas si están hechos de cartón o de material compostable, lo que además se tiene que poner en conocimiento de los distribuidores y consumidores.
Agua de grifo. La nueva normativa obliga a los establecimientos del sector HORECA (hoteles, restaurantes y cafeterías) a ofrecer a los clientes la posibilidad de consumo de agua no envasada de manera gratuita, “siempre que el ayuntamiento o la empresa suministradora del agua garantice que es apta para el consumo humano”. En la práctica, los consumidores siguen prefiriendo agua envasada por el sabor. De hecho, según el último informe del Observatorio de la Sostenibilidad, Baleares es junto con Canarias la comunidad que más agua envasada consume con un gasto anual de entre 120 y 140 euros por hogar frente a la media española de 62 euros. No obstante, esto sí puede ser una mayor novedad en las discotecas, donde hasta ahora no era raro encontrar baños con solo un hilo de agua en los grifos para fomentar que los clientes compraran botellines para beber.
Otros productos. La mayoría de las marcas de toallitas húmedas presentes en los establecimientos no recogen “de forma clara” advertencias sobre los efectos adversos que este producto tiene para el medio ambiente cuando acaba en el inodoro o sobre la difícil gestión de estos residuos. Solo algunos fabricantes exponen claramente la información sobre su composición y la posibilidad de reciclarlas o de tirarlas al inodoro si se considera papel húmedo. La Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética y el Gobierno de Baleares lanzaron esta semana una campaña de sensibilización para promover la forma correcta de desechar estos productos.
La normativa balear incluye también apartados relativos a otros productos, como las maquinillas de afeitar de materiales no reciclables, cuya venta quedará prohibida en 2025, o los mecheros de menos de 3.000 encendidos, que desde esta semana tampoco pueden distribuirse. Además, a partir de ahora también desaparecen de las instalaciones de las administraciones públicas las máquinas de vending con bebidas o envases de un solo uso y en su lugar se tendrán que instalar fuentes de agua potable. Las multas por incumplimiento dependen de la gravedad de la falta y los importes van desde los 300 euros en los casos más leves a los 1.750.000 euros en los más graves.
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