El cifrado indescifrable
El impropiamente denominado cifrado Vigenère era tan sólido que llegó a considerarse indescifrable
La clave para descifrar el primer mensaje cifrado de la semana pasada estriba en darse cuenta de que en una de las palabras hay cuatro consonantes seguidas, cosa muy común en alemán, pero no en castellano. Si además sabemos que se trata de algo que espantó a un pescador al surgir de las profundidades, no es difícil encontrar la solución: UN MONSTRUO MARINO.
En el segundo mensaje, codificado según el cifrado por desplazamiento o cifrado César, cada letra ha sido sustituida por la que la precede dos lugares en el alfabeto, por lo que el mensaje es FELIZ VERANO.
Como vimos, el cifrado por desplazamiento se facilita utilizando las ruedas de cifrado, que en su versión más simple constan de dos círculos concéntricos, con las letras del alfabeto dispuestas ordenadamente en cada uno de ellos, que pueden girar el uno con respecto al otro. Pero hay ruedas más complejas, con más círculos, como la del ejército mexicano, que sirvió de ilustración a la entrega de la semana pasada, formada por cinco círculos concéntricos, el primero con las letras del alfabeto y los otros cuatro con los números del 1 al 100 (del 01 al 00 para ser exacto). ¿Cómo creen mis sagaces lectoras y lectores que podría usarse esta rueda múltiple?
El cifrado Vigenère
En realidad, el conocido como cifrado Vigenère fue inventado a mediados del siglo XVI por el criptógrafo italiano Giovan Battista Bellaso; pero Blaise de Vigenère lo aprendió durante una estancia en Roma y lo describió en uno de sus libros sobre criptografía, por lo que se le atribuyó erróneamente. Y, como ocurre a menudo, aunque en el siglo XIX se descubrió el error, el impropio nombre del cifrado ya estaba consolidado por el uso y ha permanecido hasta nuestros días.
El cifrado Vigenère es un cifrado por sustitución polialfabético, lo que significa que una misma letra del mensaje original puede, según su posición, ser remplazada por letras distintas, a diferencia de un sistema de cifrado monoalfabético, como el cifrado César. Para ello, este cifrado utiliza una clave, que es una palabra o una frase. Al cifrar un texto, con cada carácter se usa una letra de la clave para realizar la sustitución. Evidentemente, tanto el emisor como el receptor del mensaje cifrado tienen que conocer la clave.
Este cifrado es tan sólido que el mismísimo Lewis Carroll, en un artículo titulado The Alphabet Cipher, llegó a decir que era indescifrable. Una apreciación exagerada, ya que en el siglo XIX el oficial prusiano Friedrich Kasiski descubrió la forma de atacarlo. El método Kasiski consiste en determinar la longitud de la clave en un cifrado Vigenère, y se basa en la búsqueda de palabras repetidas en el texto cifrado. Kasiski se percató de la existencia de dichas palabras repetidas, lo cual permitía suponer que también eran las mismas antes del cifrado, y que además la clave había coincidido en la misma posición en las repeticiones. Y puesto que la distancia entre palabras repetidas es múltiplo de la longitud de la clave, se trataba de buscar diferentes palabras que se repitieran y hallar el máximo común divisor de sus respectivas distancias. Una vez descubierta la longitud de la clave con la que fue cifrado el texto, solo hay que dividir el texto en bloques del mismo tamaño que la clave y aplicar el método estadístico que se utiliza con el cifrado por desplazamiento.
De modo que el cifrado Vigenère no es tan indescifrable como parecía. Pero ¿existe algún tipo de cifrado que sí lo es?
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