Sin duda, la política es asunto de primates
Las relaciones de poder en un contexto determinado no son exclusivas de los seres humanos. Lo cuenta Frans de Waal en su libro recientemente publicado
Las raíces de la política son más antiguas que el ser humano. Esto quedó demostrado gracias al trabajo que Frans de Waal tituló: La política de los chimpancés (Alianza), un libro donde el investigador holandés nos ilustra acerca de las conductas simiescas heredadas de nuestros parientes más cercanos, es decir, de los primates. Por eso, cuando Aristóteles afirmó que somos animales políticos, no andaba descaminado.
El citado trabajo lo redactó Frans de Waal en la década de los 80 y acaba de ser reeditado. Siempre es buen momento para acercarse a sus páginas, pero en los últimos días se hace imprescindible para comprender ciertos comportamientos humanos en lo referente a la política, pues lo de esconder intenciones y mostrar falsedades no es algo que Maquiavelo haya inventado para el uso de toda aquella persona que ambicione un cargo, sino que es conducta común en las comunidades de primates.
Por ejemplo, siguiendo el libro de Frans de Waal, resulta curioso comprobar cómo se forman las coaliciones. Al contrario de lo que se pudiera pensar, los bandos no surgen por contagio de violencia ante un conflicto, sino que el enfrentamiento entre las distintas fracciones se da de manera calculada. Así lo demuestra el estudio de los primatólogos Irven DeVore y Ronald Hall a mediados de los años 60, cuando se instalaron en Kenia para observar la conducta de los babuinos y descubrieron que el estatus de poder del jefe no dependía de su fuerza para la lucha, sino de las relaciones de colaboración que mantenía con babuinos de jerarquías inferiores a la suya. La razón: articular el grupo para tener el control de todo aquel que se rebele. Si nos fijamos bien, los humanos seguimos la misma pauta.
En otro curioso estudio, las hembras de un grupo de gorilas de Atlanta tendrán un papel muy importante a la hora de elegir como líder del grupo al gorila más débil frente al más fuerte. Esto desencadenó un enfrentamiento entre ambos gorilas. Llegado el momento del combate, las hembras salieron furiosas en defensa de su líder, hiriendo al gorila más fuerte, que tuvo que ser apartado del grupo cuando su vida peligraba.
Este es uno de los muchos ejemplos que trae este fructífero libro. Con todo, si hay que traer un ejemplo para nuestro mapa actual donde la geopolítica es una categoría cotidiana en las noticias, ese ejemplo es el de un chimpancé que tiene oportunidad de unirse al chimpancé más fuerte. Sin embargo, desecha la oportunidad y se junta con el más débil.
De esta manera, el más débil se convierte en elemento indispensable para fortalecer la lucha de dominio ante el chimpancé más poderoso. Se trata de una elección racional que, a su vez, se basa en lo que se denomina estimación de consecuencias. Esto último, manifiesta que el chimpancé piensa en el futuro, pero, a diferencia de un ser humano, el chimpancé no es capaz de discriminar lo esencial de lo accesorio a la hora de anticipar una incertidumbre. Porque si hilasen tan fino, los chimpancés no serían chimpancés; serían seres humanos.
Si seguimos los ejemplos que contiene este trabajo de Frans de Waal, podemos afirmar que, cada vez que identificamos las conductas de los primates con las nuestras, estamos cometiendo un error. Somos los seres humanos los que, a la hora de conducirnos en política, seguimos la conducta de los primates. Ellos fueron los pioneros. Millones de años después llegaría Maquiavelo para convertir en ciencia la política de los chimpancés.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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