Un solo mundo
La crisis se va expandiendo de este a oeste, igual que el amanecer, y cada meridiano va incurriendo en los mismos errores que el anterior, como si fuéramos personajes de una tragedia griega
Tiene gracia que hayamos tenido que esperar a una pandemia para constatar que el mundo es uno. La crisis se va expandiendo de este a oeste, igual que el amanecer, y cada meridiano va incurriendo en los mismos errores que el anterior, como si fuéramos personajes de una tragedia griega de dimensión planetaria. Con el beneficio de la visión retrospectiva, hoy sabemos que fue un error celebrar la manifestación del 8-M, también el mitin de Vox y no sé qué partido de fútbol, pero esto es muy fácil de decir ahora. De Pekín a Madrid y de los médicos a los periodistas, hemos incurrido todos en los mismos errores, y ahora podemos ver mejor los que están cometiendo más al oeste, al otro lado del charco, y también en la irreductible aldea británica, que está más al oeste de lo que dicta la geografía.
Los mentideros científicos están escandalizados, a la manera humorosa que caracteriza a este colectivo, de la repentina conversión de Donald Trump a la racionalidad. Este presidente que ha despreciado a los investigadores, ha recortado sus presupuestos y hasta ha tenido la desfachatez de poner a un negacionista del cambio climático al frente de la agencia de protección ambiental más importante del mundo (la EPA, ‘Environmental Protection Agency’), se ha tenido que doblegar ante la amenaza coronavírica y se ha puesto a meter prisa a los científicos para que desarrollen una vacuna. Por supuesto, los científicos del país ya estaban haciendo eso sin necesidad de que Trump se lo dijera, y ahora solo pueden partirse de risa con su hipocresía y su monumental ignorancia.
De Pekín a Madrid y de los médicos a los periodistas, hemos incurrido todos en los mismos errores, y ahora podemos ver mejor los que están cometiendo más al oeste
Los CDC de Atlanta (Centros de Control de Enfermedades), que siguen siendo la mejor agencia del mundo en su campo pese a la espesura del actual inquilino de la Casa Blanca, concluyeron ya el mes pasado que Estados Unidos se exponía a 200 millones de infecciones por el coronavirus –el 60% de la población de ese país— de los que 200.000, en el mejor escenario, o 1,7 millones en el peor, perderían la vida. Insisto en que eso era el mes pasado, mientras su presidente hacía bromas sobre el “virus chino”.
Estos hechos dan una idea muy intuitiva del daño que puede hacer un gobernante inepto a sus propios ciudadanos. Por fortuna, Estados Unidos es mucho más que la Casa Blanca, y sus dos principales ciudades, Nueva York y Los Ángeles, ya han cerrado sus bares y colegios. ¿Les suena de algo? Sí, es lo mismo que hicimos nosotros hace una semana que ya parece infinita. Si la experiencia nos sirve de algo, podemos predecir que los ciudadanos de la gran potencia mundial estarán pronto en aislamiento domiciliario. Ni el más dañino de los gobernantes sería capaz de echarse un millón de muertos sobre la espalda.
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