Ir al contenido
_
_
_
_

Las ayudistas anónimas de la resistencia contra Pinochet: “Sus tareas hicieron posible que hubiera menos muertos”

Tomás García, autor de ‘Todo lo que tenías que hacer’, se adentra en la red de protección construida por las mujeres durante la dictadura

Tomás García, en Santiago, Chile, el 8 de septiembre.
Antonia Laborde

Mientras el periodista y escritor chileno Tomás García (30 años, Santiago) reporteaba para su primer libro sobre la vida de Ricardo Palma Salamanca, el asesino de Jaime Guzmán, uno de los principales ideólogos de la derecha chilena y fundador de la UDI, reparó en que varios testimonios de exmiembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), un movimiento que tomó las armas durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) le mencionaban la ayuda que habían recibido de mujeres en aquella época. Mujeres que los habían escondido en sus casas, que les habían donado ropa, que habían transportado desde mensajes encriptados hasta armas. Pero no tenían nombre. Muchas de ellas ni siquiera eran militantes de partidos de izquierda. A García le quedó rondando la idea de rastrearlas medio siglo después para relevar sus historias y desentrañar la red de protección que se gestó en la resistencia.

No fueron pocas las que, una vez contactadas por el investigador, ni siquiera eran conscientes de que habían sido ayudistas. Ese lugar de cuidado hizo posible que el listado de detenidos desaparecidos no se engrosara, que hubiera menos muertos, que menos niños quedaran sin sus padres”, sostiene el autor del libro recientemente publicado Todos lo que tenías que hacer (Alquimia Ediciones). De las decenas de mujeres que entrevistó García, seleccionó siete historias. Cada una de las protagonistas, de diversos estratos socioeconómicos, geográficos y creencias, tenían en común el ingenio con que sorteaban a los militares.

Una de ellas es Mercedes Toledo, quien recién separada, sin dinero para alimentar a sus hijas, comenzó a vender almuerzos en la Plaza de Armas, en el centro de Santiago, y gracias al contacto con los vecinos de la zona se convierte en empleada doméstica de algunos de ellos. Uno de sus empleadores la recomienda para trabajar haciendo aseo en una casa del sector oriente de la capital, en Los Dominicos. Toledo repara en que sus jefes no están nunca porque van constantemente al exclusivo balneario de Zapallar y pone a disposición el recinto para que miembros del Partido Socialista realicen sus reuniones. Cuando llegaban los militantes, montaban una escena en la calle como que eran un grupo de limpiadores que la apoyaban en sus tareas. “Toda esa cadena de creatividad es muy asombrosa y habla del potencial creador que tienen esas mujeres en aquella época”, plantea García.

Tomás García, periodista, en Santiago, Chile.

Durante dos años el joven escritor se dedicó a buscar ese tipo de testimonios. Unas mujeres le hablaban de otras y así fue construyendo la red. La mayoría de ellas no han tenido en su vida un papel de portavoz sobre la resistencia en la dictadura y no estaban acostumbradas a desempolvar cómo la vivieron. Incluso a hablarlo con sus familias. Los hijos sí tenían una idea, pero a los sobrinos y nietos ya no les había llegado el relato. Fue un ejercicio de memoria y confianza.

Hay dos testimonios que le solicitaron García no señalar sus nombres verdaderos por un temor que todavía las acecha. “Muchas sienten todavía la sombra de la dictadura”, apunta el autor. “Hay un miedo muy latente, pero también por un desconocimiento del valor de su propia historia. Un menoscabo, si se quiere, de su propia experiencia. Nombraban a otras que consideran haber sido mucho más valientes o arrojadas en esas tareas”, añade.

El amor es clave en los testimonios. A una pareja, a un hijo, al país. “Ellas estaban movilizadas por lo más humanitario que pueda haber, que es querer que la otra persona esté bien, que esté sana, que esté viva”, apunta García, que deliberadamente escogió mujeres que no hubiesen crecido en un entorno demasiado político, sino más bien ajeno y que debido a las circunstancias podían haberse vuelto militantes o no.

Ese amor movilizador que menciona el autor se palpa en la monja María Inés, que rescata un bebé abandonado en un hospital vigilado por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta de la dictadura; en Claudia, la militante comunista que trasladaba armamentos envueltos en bolsas de papel de regalo o en una caja de plancha; o en la veinteañera Mercedes que, acompañada de sus hijas en plena calle, recibía cajas de detergente marca Rinso cargadas con documentos clandestinos para los socialistas que escondía en su casa. Las historias del libro, un ejercicio de periodismo narrativo, están descritas con un nivel de detalle que trasladan al lector a las escenas ocurridas en una frontera en el norte, en el epicentro de la capital, o en un rincón de la sureña isla de Chiloé.

Al lanzamiento del libro en el Museo de Violeta Parra llegaron todas las entrevistadas, salvo Amelia Mancilla, la chilota, que falleció. Lo hicieron acompañada de sus cercanos, de esos que desconocían el pasado de su abuela o su tía. Y a pesar de que la mayoría no era consciente de que había sido una ayudista, se acercaron al final del encuentro a García para decirle que sentían que se había hecho “media justicia” con el libro. Que su publicación había sido un acto reparatorio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_