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Los milenarios moáis de Isla de Pascua, a la deriva

Las autoridades y expertos indígenas alertan la progresiva degradación de las enigmáticas estatuas de piedra volcánica y la necesidad de un plan de conservación

Estatuas moai en la ladera del volcán Rano Raraku en la Isla de Pascua, Chile, en 2022.
Estatuas moai en la ladera del volcán Rano Raraku en la Isla de Pascua, Chile, en 2022.Esteban Felix (AP)
Antonia Laborde

El feroz incendio que afectó en octubre de 2022 a la médula de Isla de Pascua, la cantera del cráter volcánico Rano Raraku, donde los antiguos rapa nui fabricaron los majestuosos moai, puso en la palestra la degradación progresiva que están sufriendo las milenarias estatuas. Un año y medio después de que las llamas afectaran más de 350 piezas arqueológicas, 22 de ellas moai con “graves alteraciones”, la comunidad indígena Ma’u Henua, administradora del Parque Nacional Rapa Nui, está en el descuento para implementar un proyecto de conservación y limpieza de apenas una decena de objetos, cinco de ellos figuras ancestrales de piedra del pueblo indígena. “Si hoy día no se establece un plan nacional de conservación, los moai se degradarán y terminarán convertidos en arena en poco más de 100 años”, alerta el alcalde pascuense, Pedro Edmunds, en la banqueta de un colegio donde se celebra una cumbre para proteger el océano.

Los moai de Rano Raraku más afectados por los incendios no se ven desde el sendero limitado para los turistas. Es una zona patrimonial especialmente de la isla, donde hay erigidas 416 estatuas de piedra. Los carros de bomberos no pueden acceder al lugar donde las llamas arrasaron con un centenar de hectáreas de pastizales y por eso el desafío de controlarlo fue mayúsculo.

Hay quienes consideran a Rapa Nui (el ombligo de la Tierra) como un cementerio de 160 kilómetros cuadrados de moai, pero los locales no lo ven así. Carlos Edmunds, presidente del Consejo de Ancianos de la isla, explica que los ancestros ponían algunos huesos de los muertos debajo del moai para que la persona siguiera viviendo espiritualmente. “A mí me produce pena y rabia la quema de los moai porque es como que quemaran a mi abuelo, a los antepasados que comandaban cada tribu. Moai significa el rostro viviente de las personas, es algo muy sagrado, como si quemaran una imagen de Jesucristo”, sostiene el líder de la institución ancestral indígena en un día soleado de verano con lluvias intermitentes.

Tras el incendio de 2022, la Unesco lideró un proyecto de emergencia para generar un diagnóstico de conservación de los restos arqueológicos afectados de moai, estructuras habitacionales y hornos de piedra. Además de identificar 350 piezas afectadas, el informe elaborado por miembros de Mau Henua y de entidades gubernamentales y de la sociedad civil, concluyeron que, más allá de las llamas, los factores climáticos e hídricos son los más frecuentes y perjudiciales para los moai. La erosión biológica acelera el proceso de deterioro de la capa exterior de las estatuas, impactando entre 5 y 10 centímetros su superficie de roca volcánica.

La arqueóloga Merahi Atam, del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), explica que las características propias de la toba lapilli, la roca especial con que se fabricaron los moai, es muy delicada, al tratarse de una ceniza compacta. “La forma en cómo están dispersos [los objetos arqueológicos] en la isla, a campo abierto, y las decisiones culturales de los ancestros, están trayendo consecuencias hoy en día”, apunta. Las estatuas incrustadas en la isla, como el Te Tokanga, de 22 metros de largo y unas 200 toneladas de peso, están sujetas a diversas alteraciones, fisuras y detrimentos de algunos rasgos estilísticos. “Hay pérdida de detalles de ojos, orejas, manos y después simplemente queda como una forma semi antropoforma que uno logra identificar, por lo que pierde parte importante de su valor estético y también cultural”, señala Atam. “Si no se resguardan los moai como corresponde se va a perder parte importante de nuestra historia”, añade.

Nancy Rivera, integrante de la directiva del Parque Nacional Rapa Nui, señala que el cambio climático está acelerando el deterioro de las piezas arqueológicas. “Por las marejadas hemos tenido derrumbes de Ahu [altar en lengua pascuense], asociados a las costas de la isla. La altura de las olas es mucho más alta que antes, han llegado hasta los seis metros, entonces dañan mucho y erosionan mucho más las piezas ubicadas en la costa. Las lluvias ahora son más intensas y los fuertes vientos también nos han hecho tomar medidas. En Orongo, ubicado a un extremo de Rano Kau, que es un lugar muy alto en un acantilado, ahora cerramos cuando el viento sobrepasa los 45 kilómetros por hora. Antes ocurría, pero era muy raro. El invierno pasado, por ejemplo, tuvimos que cerrar al menos 10 veces”, relata.

El plan de conservación para 10 piezas arqueológicas afectadas por los incendios consiguió un presupuesto de 90 millones de pesos (unos 94.000 dólares). Rivera asegura que no pueden poner los esfuerzos solo en los proyectos de fondos concursables porque pueden salir, como no: “Nuestra intención es que una vez que ya nos recuperemos de las consecuencias de la pandemia -todavía no se restablecen los 14 vuelos semanales-, dejemos un presupuesto de los ingresos de los ticket de entrada al parque para conservación, tal como tenemos uno para mantención”.

Atam, de la secretaría de patrimonio Rapa Nui del CMN, plantea que la protección de los moáis es “bien compleja” desde el punto de vista técnico, considerando lo frágil que es la roca lapilli y que los incendios contribuyen a su degradación. “Lo principal es mantenerlos bajo un perímetro protegido, considerando que transitan caballos, vacas y personas de manera no regulada. Las alteraciones por factores climáticos son inevitables, pero se pueden mitigar sometiendo a las estatuas a procesos de consolidación e hidrorepelencia con sustancias específicas que ya han sido probadas en proyectos previos. Ahí hay que centrar los esfuerzos para trabajar y velar por la protección y permanencia de los moai”, aconseja.

En 2017, el Estado de Chile le entregó la concesión del Parque Nacional Rapa Nui por 50 años a la comunidad indígena Ma’u Henua. Desde que la Unesco declaró la isla Patrimonio de la Humanidad en 1986 hasta entonces, se desarrollaron varios trabajos de conservación liderados principalmente por comisiones científicas e instituciones privadas extranjeras, el Centro de Conservación y Restauración Nacional y la propia Unesco. “Ahora no hay ninguna fundación que esté aquí porque nuestras reglas no son tan claras como para que participen. Las dicta la comunidad indígena en complicidad con el Estado. Y déjeme decirle, es como no tener reglas. Al no tener reglas, no se puede confiar en la inversión”, reconoce el alcalde. “Se necesita urgente la intervención del Estado”, añade, en alusión a generar incentivos para la inversión en la cultura material de la isla.

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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