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¿Prodigio o niña?

Alexandra Dovgan debuta en España junto a la Sinfónica de Galicia con una soberbia versión del Concierto para piano nº 1 de Felix Mendelssohn

Alexandra Dovgan, en un ensayo, entre su padre y Dima Slobodeniouk.
Alexandra Dovgan, en un ensayo, entre su padre y Dima Slobodeniouk.OSG

El concierto de abono de la Orquesta Sinfónica de Galicia ha supiuesto la primera actuación en España de Alexandra Dovgan. La pianista rusa, según consta en el programa de mano del concierto, “nació en 2007 en una familia de músicos y comenzó sus estudios de piano cuando tenía cuatro años y medio” habiendo sido desde entonces “premiada en varios concursos internacionales”.

Para su debut en España se había programado el Concierto para piano y orquesta número 1 en sol menor, op. 25 de Felix Mendelssohn. Una obra cuya mayor dificultad, por encima incluso de su mecanismo, es de idea musical, de unidad en la concepción artística que suponen sus tres movimientos. Y que Dovgan resuelve de un modo que Grigory Sokolov, mentor artístico de Dovgan, define diciendo que “lo que uno escucha es una actuación de individuo adulto”.

En efecto, desde el inicio de la obra, la pianista no solo supera cualquier dificultad técnica planteada en la partitura sino que lo hace con aparente facilidad. Así, pueden asombrar su digitación, control de sonido y timbres que extrae del piano. Pero es sobre todo la adecuación expresiva a la obra lo que sorprende en una pianista de su edad. Y del fuego heroico del primer movimiento y todo su poderío sonoro pasó a la forma idónea con que fue capaz de hacer cantar al piano en el Andante central, espléndidamente acompañada por Ruslana Prokopenko –principal de chelos titular de la OSG- y Raúl Mirás López-principal invitado para este concierto-.

El Presto – Molto allegro e vivace final confirmó e incluso sobrepasó las más exigentes expectativas. El dinamismo y gracia de la versión de Dovgan y su naturalidad en el escenario –a pesar de la indumentaria con la que estaba vestida- entusiasmaron al público del Palacio de la Ópera. La pianista –porque, ante todo, hemos de valorar aquí que Alexandra Dovgan es una gran pianista- hubo de salir a saludar repetidas veces y regaló una gran interpretación de un preludio de Rajmáninov. El acompañamiento de Slobodeniouk y la Sinfónica en el concierto mendelssohniano fue magnífico en sonido e intención. No podía ser menos.

Durante el descanso y tras el concierto fue difícil hablar de música. Las conversaciones hablaban solamente de “la niña” y de la conveniencia o no para alguien de su edad de una carrera artística como la suya. Mientras alguien hablaba de la terrible experiencia de tantos niños prodigio convertidos en “juguetes rotos”, no faltaba quien defendía que cuando el “veneno” de la música está en un niño nada le hace gozar más que la práctica de su instrumento.

Claro que también hay quien duda de si ese veneno es innato, si ha sido inoculado por los responsables del prodigio o simplemente inhalado en el aire que respiraba en casa desde que nació. El pensamiento es libre y solo el futuro dirá quiénes estaban hoy en lo cierto.

Otra cosa cierta, cuando se habla de una orquesta sinfónica, es que la música de Stravinski es una verdadera piedra de toque. Especialmente las tres grandes obras que creó –en el caso de El pájaro de fuego, hace ya 110 años- para los Ballets Rusos de Serguéi Diaguilev. Música esta última bien conocida por cualquier buen aficionado, especialmente en forma de suite sinfónica. La Orquesta Sinfónica de Galicia interpretó el viernes la música del ballet completo, con sus diecisiete números divididos asimétricamente (16 + 1) en dos cuadros.

La música incidental tiene una larga historia de encuentros y desencuentros con las salas de concierto. Concebida como parte de un espectáculo con componentes visuales como el ballet o textos, en el caso de la escrita para el teatro, pierde parte de su capacidad de atracción para el público cuando se interpreta en concierto. De ahí su adaptación en esas suites orquestales divididas en movimientos que frecuentemente siguen un orden diferente del original y alternan tempi y caracteres con una lógica más puramente musical.

Las distintas características de una y otra versión no impidieron que Slobodeniouk y la Sinfónica hicieran una excelente interpretación llena de las diferentes emociones de la partitura. Especialmente, en los momentos de mayor lirismo y en la tensión expresiva creciente con la que interpretaron el reiterativo y poderoso final.

Y ya con un pie en el autobús hacia la capital vizcaína, surge en muchas cabezas la pregunta del millón (o eran cinco…). ¿Esta gira tiene la financiación de alguna institución oficial? La respuesta es sencilla. No; ninguna.

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