Gonzalo Elvira, el artista que hace aflorar las historias ocultas
En una exposición en RocioSantaCruz ofrece su particular revisión de la Bauhaus a través de las vivencias de Grete Stern
Gonzalo Elvira (Patagonia, 1971) es hijo del célebre psicoanalista argentino Oscar Alfredo Elvira, una circunstancia que quizás haya influido en su forma de ver el mundo y en su capacidad de hacer aflorar historias tangenciales, a veces ocultas otras olvidadas. Nacido en el sur del mundo, pero afincado en Barcelona desde hace 20 años, Elvira se ha dado a conocer por sus series de dibujos, fascinantes y minuciosos, realizados sobre soportes insólitos, a menudo mapas geográficos, que añaden capas de interpretación a la historia. En el caso de la exposición Idilio, abierta en la galería RocioSantaCruz hasta el 8 de febrero, Elvira vuelve a la Bauhaus en el centenario de su fundación, tras Bauhaus 1919. Modelo para armar, un homenaje a los 62 modelos para armar de Julio Cortázar, una serie iniciada en 2011 en la que el artista reivindica la producción de las mujeres de la célebre escuela de arquitectura y diseño. Como en Bauhaus 1919 también en Idilio, Elvira denuncia la falta de una verdadera igualdad, incluso en un ambiente de vanguardia como la Bauhaus, pero en este caso centrándose en las vivencias de una de sus integrantes Grete Stern.
Tras estudiar fotografía en la Bauhaus, con la llegada del nazismo Stern se fue a vivir a Argentina, donde desarrolló su carrera como diseñadora gráfica e ilustradora para revistas. Es el caso de Idilio, una publicación semanal dirigida al público femenino que salió en 1948, llegando a ser la segunda revista más leída de Argentina (en 1958 cada número vendía 200.000 copias). Idilio introdujo dos grandes innovaciones: la fotonovela y la sección “El psicoanálisis te ayudará”, precursora de los consultorios de todo tipo de especialidades médicas que en los años 60 se pusieron de moda. Las lectoras eran invitadas a enviar sus sueños y estos eran interpretados nada menos que por Richard Rest, pseudónimo de Gino Germani, padre de la sociología argentina moderna, cuyas respuestas eran ilustradas por Stern, que hacía largo uso del fotomontaje prácticamente desconocido por aquel entonces en Argentina.
Las portadas de Idilio, reinterpretadas al milímetro por Elvira, son el punto de partida del recorrido expositivo que empieza con las imágenes estereotipadas de parejas heterosexuales en actitud romántica, para llegar a los sueños relatados por las lectoras, que toman forma de mujeres en situaciones difíciles y conflictivas. Los dibujos hablan por sí solos y los títulos ponen la guinda: una mujer intenta abrir una puerta sobredimensionada con una llave enorme (Los sueños de realizaciones futuras), otra cruza el continente suramericano colgada de una cuerda (Sobre el abismo), otra mira aturdida un cartel con indicaciones contradictorias (Los sueños de desorientación), pero también hay una que cruza Europa arrastrando una piedra gigantesca con sus brazos y otra que empuja con la fuerza de sus pulmones un velero a través del Mediterráneo.
Además de los dibujos a tinta sobre papel o mapas, característicos de su producción, Elvira traslada algunos de los sueños a mármol, yeso u objetos, como la mujer encerrada en una botella del Sueño de inhibiciones o el esgrafiado sobre piedra litográfica de El psicoanálisis te ayudará. La muestra termina con la Biblioteca alucinada, una serie formada por portadas de libros paradigmáticos del psicoanálisis internacional de autores como Freud, Lacan, Melanie Klein o Eric Fromm y argentino como Oscar Masotta, Enrique Pichon Riviere o Valentín Barenblit, padre de Ferran Barenblit, actual director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), conocido por su compromiso con la salud mental pública que se exilió en España en 1977 a causa de la dictadura militar. La Biblioteca alucinada mezcla realidad y ficción en un conjunto de libros reales y ficticios que a menudo aparecen publicados por Cerilla, una editorial fantasma imaginada por Elvira. En relación a las obras que los preceden, los títulos de la biblioteca manifiestan un sentido irónico y crítico a la vez por los valores culturales patriarcales que a menudo las escuelas psicoanalistas trasmitían y que Elvira desenmascara.
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