Gloria acorrala Malgrat de Mar
El temporal hunde un puente ferroviario y dejará sin servicio entre seis y nueve meses un tramo de la R1 de Rodalies entre el Maresme y la Selva
Los mensajes por WhatsApp corrían como la pólvora con las últimas noticias a mediodía de ayer en Malgrat: se pedía a los residentes que restringieran el consumo del agua al máximo porque la potabilizadora de Palafolls, que suministra a varias poblaciones del Alt Maresme, había sido afectada por las inundaciones. “El suministro solo se puede garantizar para un día”, explicaba el teniente de alcalde del Ayuntamiento, Jofre Serret. En la panadería situada justo frente al consistorio se encajaba el aviso con resignación: “Por lo menos hoy ha salido la gente y hay movimiento”, apuntaba una dependienta detrás del mostrador. Niños jugando en la calle en el tercer día sin colegios —las clases se suspendieron el lunes a mediodía — a causa del temporal Gloria. Muchos curiosos acercándose al paseo del mar saltando por encima de unas vías sin trenes. Desda la estación desierta se emitía avisos de que se había interrumpido el servicio ferroviario. Muy cerca, el agua de las rieras y del río Tordera había engullido el puente sobre el que circulaban los trenes de la R1 de Cercanías. “Esa es una de las cosas más urgentes que se tiene que afrontar”, apuntaba Serret. Malgrat, como las localidades vecinas de Tordera, Blanes y Palafolls, fueron visitadas por el vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, a quien los alcaldes le formularon ya las primeras peticiones. La primera, la reconstrucción del puente ferroviario por la importancia de la infraestructura. El tráfico de trenes entre Malgrat y Blanes no se podrá restablecer antes de un plazo de entre seis y nueve meses, según unas primeras estimaciones de Adif que precisó el consejero de Política Territorial, Damià Calvet. En paralelo al puente ferroviario, el agua también destruyó el puente de la carretera BV6001, un corte que complicaba las comunicaciones entre Tordera, Blanes y Malgrat. Los trabajos de retirada de árboles sobre las calzadas, además del amenazante nivel del Tordera y las rieras, dificultaba ayer más los movimientos con variables cortes de carreteras.
Malgrat vivió un martes por la noche y primeras horas de la mañana de ayer de sobresaltos. El último tramo de la riera canalizada cedió por la fuerza del agua y la crecida se llevó por delante los muros de contención y buena parte del asfalto de un aparcamiento, cayendo a la riera un coche que estaba estacionado. El agua de esa riera anegó por completo los campos del Pla de Grau y destruyó las estructuras de los invernaderos. También resultaron muy afectadas las áreas del Camí de Mas Bages y el Camí de la Pomereda y en este los campings que están situados en primera línea de mar y que no es la primera vez que sufren los efectos de un temporal.
Los helicópteros tuvieron que rescatar de una de esas zonas a cinco personas y a otras cinco en una casa que se había quedado aislada por el agua. Mientras, las olas habían engullido buena parte de la playa de Malgrat a la que llegaron flotando decenas de grandes depósitos de plástico arrastrados por el Tordera. “Esta mañana el oleaje era terrible, ahora ha bajado un poco”, contaba Sandra, empleada del hotel Sorra Dor con las cámaras frigoríficas, los vestidores y las bodegas inundadas, algo que, explicaba, nunca había pasado. Desde el quinto piso del establecimiento, cerrado hasta la primavera, se veía el devastador paisaje de una playa arrasada y llena de ramas y árboles.
Todos los pasos subterráneos a la playa de Malgrat se convirtieron en piscinas impracticables y la gente optó por atravesar las vías —desiertas— para llegar al Paseo del Mar en el que se podía pasear a una distancia prudente del mar. “Yo soy profesora del colegio Vedruna de aquí así que no trabajo porque no hay clases”, decía Maria. Esa escuela está muy cerca del polideportivo Germans Maragall cuya cubierta fue destruida por el vendeval el lunes y, el martes, anegado por el agua del Tordera.
Sitiados por el agua
Una nave industrial cercana también se había visto afectada por la crecida —los trabajadores de un turno quedaron sitiados durante unas horas — que había convertido la zona más próxima a la playa en un inmenso lago.
“A mí me cayó un árbol encima del coche el domingo por el vendaval en la carretera de Tordera y ahora estoy de baja porque me hice daño en la mano”, cuenta Laura mientras enseña las fotos de cómo el árbol le pulverizó la luna delantera de su cohe —siniestro total— sin alcanzarla de milagro. Le acompaña su hija, que, como el resto de los escolares, llevaba ya dos días sin clase. “Yo trabajo en una zona industrial de Fogás de Tordera y esta mañana nos han dicho que no fuéramos porque era complicado llegar”, comentaba Jordi, también contemplando los efectos de la furia del oleaje en la playa.
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