Atrapados en un teatro
La obra 'Escape Room' recrea con tintes de comedia y suspense la dinámica de estas populares salas de acertijos
Un asesino en serie anda suelto por el barrio de Lavapiés, donde se han encontrado varios cadáveres en la calle. Cuatro amigos, ajenos a esta noticia, se dirigen a uno de los muchos escape rooms (un juego de aventura físico y mental) que últimamente afloran en la ciudad con la intención de pasar una divertida velada y para que Ray y Vicky conozcan por fin a Marina, la chica con la Edu lleva saliendo unos meses. Una vez dentro, las puertas del lugar se cierran automáticamente y lo que parecía un simple juego, de pronto se torna en una pesadilla contra el reloj. Tan solo tienen una hora para salir de allí, con vida. “Y hasta aquí se puede contar”, dice Héctor Claramunt, dramaturgo y director de la obra Escape Room (en el Teatro Fígaro; entradas desde 16 euros) junto a Joel Joan.
Esta obra teatral surge precisamente de una visita de sus creadores a uno de estos juegos en los que el objetivo es salir de la habitación en la que han sido encerrados resolviendo una serie de acertijos. “Queríamos volver a hacer algo teatral juntos y nos pareció un escenario perfecto para tratar un tema como es la condición humana: lo que estamos dispuestos a hacer para sobrevivir en una situación límite”, cuenta Claramunt.
Esta obra teatral en clave de comedia, pero “donde la angustia está muy presente todo el tiempo”, recrea con todo detalle una de estas salas de ocio que tanta popularidad han adquirido en los últimos años. En la capital existen más de 90 empresas que ofrecen 215 juegos con diferentes ambientaciones. Los hay de terror, misterio, apocalípticos, históricos, de fantasía… “La escenografía –como explica el dramaturgo y director– juega un papel fundamental en esta función, donde se ha recreado al milímetro un escape room de verdad”.
Cualquiera que haya visitado uno de estos juegos interactivos alguna vez podrá sentirse como los encargados del local, que vigilan a los participantes y les dan pistas si se quedan atascados en algún acertijo. “Aquí no pueden dar pistas, pero sí revolverse en las sillas de los propios nervios”, dice Marina San José, la actriz que encarna al personaje con el mismo nombre. El resto del elenco lo forman Antonio Molero, Kira Miró y Leo Rivera. San José añade que “lo que más me llama la atención son las risas nerviosas que se escuchan desde el público”.
“Hay algo de cómico en ver a una persona sufrir de esa manera, pero yo creo que esa risa nace de los nervios generados a partir de la empatía y que nos hace preguntarnos qué haríamos nosotros mismos en ese momento”, apunta Claramunt y añade que han querido “crear personajes distintos con los que cada persona pueda sentirse identificada”. “Intentamos también provocar que el espectador intente adivinar la estrategia de cada personaje en función al tipo de persona que parece ser”, explica el director. El que interpreta San José es “una tía bastante reivindicativa, que no se calla ante nada y nadie, y que en una situación así, presentándose por primera vez ante los amigos de su novio, provoca muchas risas entre el público”.
La amistad entre los cuatro e incluso su relación sentimental –los personajes de Rivera y Miró también son pareja– queda debilitada ante la supervivencia individual. “Sin ánimo de contar mucho para no hacer spoiler, diría que lo paradójico es que los personajes acaban dándose cuenta de que para que todos se salven necesitan que cada uno supere sus propios retos”, adelanta Claramunt sobre la dinámica que suelen tener los escape rooms de verdad. “Pero aquí, conseguir salir implica salvar la vida”, añade.
Escape Room vio la luz por primera vez el año pasado en Barcelona –donde sigue representándose– y, tras una gira por Cataluña, aterriza en el Teatro Fígaro hasta final de temporada. A Claramunt y Joan les gusta que sus textos hablen de la actualidad social y que estén ambientados en el lugar donde se representan. “En el caso de Barcelona, el asesino actúa en un barrio de la ciudad y los personajes son de allí; cuando nos propusieron traerla a Madrid, era indispensable adaptar la historia y escogimos Lavapiés, cerquita del teatro”, explica Claramunt y añade que también se adaptan los diálogos de los personajes. “Nos gusta que sea un reflejo social de lo que se está viviendo ahora, por eso de vez en cuando actualizamos las bromas y comentarios que se escuchan sobre el escenario”, concluye.
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