Un incendio en Leganés al quemarse una manta con un brasero deja dos heridos y 30 intoxicados

"Menuda audiencia tiene hoy la esquina", se ríe por no llorar una señora mientras se acerca, con dos barras de pan bajo el brazo, a un numeroso grupo de vecinos que comenta con espanto lo sucedido y señala la negrura del tercer piso del bloque de la vuelta, el número 93 de la calle Rioja, en el modesto barrio de Zarzaquemada de Leganés (Madrid). A cierta distancia, dos cámaras montadas en sus trípodes toman panorámicas mientras no paran de subir y bajar periodistas con alcachofas de todos los colores. Lo sucedido es que Jesús Mello y Violeta Llanos, del tercero D, están ingresados graves en el hospital después de que a última hora de la tarde del martes se les prendiera una manta con el brasero eléctrico en el salón de su casa. "Mira, por ese balcón salían las llamas". Todavía huele a humo y no hay luz en su descansillo.

Él, de 70 años y con movilidad reducida, y ella, de 60, ambos del bloque de toda la vida, cuidaban de tres nietos de Violeta cuando se inició el fuego. Mientras la pareja trataba de apagar las llamas, el niño mayor, de ocho años, cogió de la mano a sus hermanos, unos mellizos de cinco, y los sacó a toda prisa de la vivienda. Pero lejos de sofocar las llamas, lo que hicieron fue avivarlas. Un portavoz de Emergencias, Javier Chivite, cuenta que la mujer, bien porque no sabía cómo actuar bien porque en situaciones como esta "entramos en pánico y no recordamos los consejos básicos", tiró otra manta encima de la que estaba ardiendo, lo que alimentó el fuego. "Lo que debería haber hecho es mojarla antes y echarla al fuego húmeda". Jesús está ingresado en la unidad de quemados del hospital de Getafe y Violeta, en el 12 de Octubre. "El hombre sufrió las peores quemaduras, las de la mujer eran faciales, que son graves porque pueden afectar al tracto respiratorio", detalla el portavoz.

El incendio dejó además 30 vecinos de los pisos superiores intoxicados por inhalación de humo, cinco de ellos de carácter moderado que fueron conducidos a los hospitales de Leganés, Fuenlabrada y Rey Juan Carlos, y otros 25 leves, todos adultos, que fueron atendidos y dados de alta en el lugar.  Según Emergencias, el mayor de los tres niños, "muy responsablemente y con mucha sangre fría", supo reaccionar ante el peligro y salvó a sus hermanos, lo que resulta "sorprendente dada su corta edad".

"El niño mayor tuvo el espejismo de sacar del piso los chicos", confirma Mari Ángeles, una mujer del bloque. "Pero a los niños los bajó Manolo, del segundo A", replica Juan José Parrilla, "vecino puerta con puerta" de los abuelos. Manolo está trabajando pero su mujer, Merche, abre la puerta y cuenta aún muy impactada que acababan de volver de tomar un café cuando escucharon gritar a los chiquillos pidiendo auxilio y ladridos de perros.

"Vete para arriba, le dije a mi marido Manuel, que se encontró con los niños en el descansillo, esperando al ascensor. El señor, que usa bastón, estaba tirado en el suelo y mi marido lo sacó a rastras como pudo y bajaron todos en el ascensor", explica. "A la señora la vi bajar poco después las escaleras a pie pidiendo que llamáramos a los bomberos, que ya estaban abajo", añade. Los bomberos de la Comunidad de Madrid y de Leganés, que movilizaron a seis dotaciones, tuvieron que recurrir a una escalera para evacuar por la fachada del edificio a ocho personas. El resto de vecinos del bloque, de nueve plantas, fue desalojado por las escaleras.

Al portal llega con sus hijos Marisa, de la esquina del séptimo, a la que acaban de dar "el volante del alta". "Ya se me ha nivelado el oxígeno, ayer me asfixiaba", cuenta a los vecinos que la saludan con alegría en la puerta. Todos saben que podía haber sido mucho peor. Aunque olía muy mal, todos los vecinos salvo los de la vivienda afectada pudieron dormir en sus casas.

La vivienda quedó muy dañada, según el portavoz de Emergencias, el salón por las llamas y el resto, por el humo. "El incendio se controló muy pronto y no fue aparatoso en cuanto a las llamas ni afectó a otros pisos, pero sí hubo una gran cantidad de atendidos". Las viviendas cercanas a esta, "donde solo se nota el olor", son las menos afectadas, cuenta Juan José Parrilla, pero de ahí al noveno "está todo que da pena verlo de suciedad y de humo". Él no estaba en casa cuando pasó todo, ni ningún otro vecino del tercero salvo su hijo, Alfonso, de 42 años, que ayudó a evacuar a varios afectados. "Oyó gritos, olió humo y al abrir la puerta se encontró con el incendio y llamó al 122".

Muchos habitantes de la calle denuncian que, por culpa de los aparcamientos y de los contenedores que han colocado en el centro de la calle, "si llega a haber sido en un bloque de más para dentro, habría sido una tragedia, porque un camión de bomberos no cabe".