“Me gustan las estaciones fuertes”
Olga Díaz Gil, taquillera y jefa de Moncloa, lleva 31 años trabajando en estaciones del Metro de Madrid
Olga Díaz Gil (Madrid, 54 años) es la jefa de Moncloa. Por lo que moverse con ella por la estación de Metro es complicado: unos le preguntan sobre el abono; otros requieren su ayuda para encontrar la vía adecuada. Si Metro de Madrid celebra esta semana su centenario, Díaz Gil cumple más de tres décadas de servicio en el suburbano. Empezó con 23 años y lo conoce “como la palma de mi mano”. Ha pasado por varias estaciones, ha sido taquillera, responsable de vestíbulo y desde 2007, es jefa de sector de Moncloa. Justo antes de arrancar la entrevista, una llamada la requiere en el andén.
¿Qué ha pasado?
Esta mañana, a las siete de la mañana, a un viajero se le ha caído el móvil. Él se ha enfadado porque lo quería recuperar, pero no podíamos parar el metro en hora punta.
¿Si se cae un móvil a la vía no se para el tren?
En hora punta, no. Hay que esperar hasta después de las 10. Solo se paran si hay averías o cae un bulto grande.
¿Cómo era el metro al principio de los noventa?
Había más trabajadores y en las taquillas teníamos una máquina que se llamaba BP que tenía tres botones. Todo era a mano: los billetes, las cuentas... Luego llegaron los tiques mensuales; ahora solo hay máquinas y tarjetas.
¿Había mucha menos gente?
En Sol y en Moncloa, que es donde he trabajado principalmente, siempre ha habido gente. Pero en Metro, en general, hay el doble.
¿Viajeros o turistas?
Se nota mucho el empuje del turismo; sobre todo en Sol. Yo no sé idiomas, pero si lo necesito me entiendo perfectamente.
¿Qué ha visto en Metro?
De todo: gente, negocios… Cuando la crisis, se notó mucho el aumento del paro. A las seis de la mañana veías muchísima menos gente yendo a trabajar. Una hora después, venía gente a comprar un sencillo y con ese billete se iba a buscar trabajo. Y las tiendas que había en Metro cerraron; aquí en Moncloa había tres locales y los tres cerraron.
¿Cuál es su estación preferida?
Moncloa, donde llevo seis años trabajando. Antes era Sol —trabajé dos años en ella—. Siempre he estado en estaciones fuertes; me gustan más.
Describa cómo es una estación fuerte...
En las que hay gente y movimiento. Tengo más compañía y se me pasa el día antes. Las tranquilas me aburren, aunque hay compañeros que prefieren la tranquilidad.
¿Cómo vivió la desaparición de las taquillas físicas ocurrida hace dos años?
Antes teníamos un cristal entre la taquilla y el viajero; salir de la taquilla significa que estás cara a cara con la gente. Antes, el viajero venía a preguntar a la taquilla y si alguno se cabreaba, podía dar un golpe al cristal. En el cara a cara la gente se corta más, aunque te insultan igual.
¿Por qué motivos le han insultado?
Depende. Pero son recurrentes las quejas de gente que dice que la tarjeta es muy cara. La gente de los pueblos de Madrid, por ejemplo, vienen un día y no quieren gastarse 2,5 euros en la tarjeta. Otros no tienen paciencia y aunque vean que estás atendiendo a otra persona te tiran del traje y te gritan. No esperan y se enfadan. Pero también hay reclamaciones buenas.
¿Qué le dicen?
Una vez una chica no tenía dinero y se empezó a agobiar. Le dio un ataque de ansiedad. La sentamos, hablamos con ella y se la pasó. Le dije: “¿Estás tranquila? ¿qué necesitas? ¿Un euro cincuenta?” Se lo di. O un viajero que un día le ayudas con una tarjeta y te pregunta que cómo te lo puede agradecer.
En cinco minutos que he estado con usted la han parado tres veces...
Así es mi trabajo. Continuamente. “Oye, que no me pasa la tarjeta”. “Oye, ¿dónde está el intercambiador?”. “¿Cómo voy a esta estación?”. Me preguntan mucho por direcciones o sobre la recarga del abono.
¿Qué es lo más raro que le han preguntado?
Un día una señora que venía de Segovia, me preguntó por una tienda de fajas. “Sí, esa que tiene fajas en el escaparate”, me dijo mientras me explicaba cómo era la calle. Entonces caí: en La Latina hay una tienda de fajas. Ella preguntó en el primer sitio al que llegó de Madrid que fue a Moncloa.
Metro cumple 100 años
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