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Dos siglos de muerte en Barcelona

El cementerio de Poblenou, el más antiguo de la capital catalana, cumple 200 años

Alfonso L. Congostrina
El cementerio del Poblenou, con el litoral de Barcelona al fondo.
El cementerio del Poblenou, con el litoral de Barcelona al fondo.Massimiliano Minocri
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El cementerio más antiguo de Barcelona, el de Poblenou, está este año de aniversario. Cumple dos siglos y, aunque el recinto funerario fue bendecido por el obispo Pablo Sitjar en abril de 1819, no será hasta el próximo fin de semana cuando se celebre el bicentenario. Pese a su antigüedad, la directora de comunicación de la empresa municipal Cementerios de Barcelona, Marta Aladrén, explica que cada año todavía se entierran 900 personas en las instalaciones: “Después de los cementerios de Montjuïc y Collserola, donde cada día se practican entre diez y 15 entierros, en los del Poblenou, Les Corts y Sant Andreu se realizan entre dos y tres entierros diarios en cada uno”.

En el cementerio hay 30.000 “unidades de enterramiento”, sumando tumbas y nichos, aunque saber cuántos cadáveres han acabado sepultados en el Poblenou es una estadística casi imposible. “Hay nichos en los que se ha enterrado más de 20 personas”, argumenta Aladrén.

Adrià Terol, historiador de Cementerios de Barcelona, conoce cada esquina del camposanto. “En la capital catalana había un serio problema de salubridad debido a los cementerios parroquiales y por eso se construyó en 1775 un cementerio en los extramuros de la ciudad. Precisamente en el mismo lugar donde hoy se encuentra el cementerio de Poblenou. Los barceloneses rechazaron aquel camposanto”, recuerda Terol. Cuando las fuerzas de Napoleón llegaron a Barcelona lo destruyeron. Tras las guerras napoleónicas la saturación de los cementerios parroquiales era más que evidente.

Fue a finales del siglo XVIII, cuando se prohibieron los entierros dentro de la ciudad. Las autoridades primero estudiaron construir un cementerio en Gràcia o en Sant Gervasi, pero el obispo Sitjar apoyó que la instalación definitiva fuera sobre el antiguo camposanto de Poblenou. El encargado de construir el nuevo cementerio fue el arquitecto italiano Antonio Ginesi.

El cementerio de Ginesi es de estilo neoclásico, se organiza de forma simétrica en dos calles que se cruzan formando cuatro manzanas (las denominó islas) en las que en diferentes nichos reflejaba los gustos de una nueva clase de comerciantes y adinerados en la ciudad. “El proyecto original dejaba en el interior de las islas espacio para una zona verde. Hay quien dice que Ildefons Cerdà se basó en el cementerio para diseñar el Eixample”, mantiene Terol.

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Ginesi murió en 1824 y su proyecto sufrió diferentes modificaciones. El arquitecto italiano quería reflejar de alguna manera el igualitarismo ante la muerte, pero años más tarde, en 1858, la Junta General de Cementerios dividía el estrato social de los habitantes de Barcelona en tres grados: “Ínfimo, medio y superior”. La junta, que era el máximo órgano en la administración de los camposantos, quería que hubiera un espacio diferenciado para cada clase social. Para la clase media se construyeron más nichos en el espacio diseñado por Ginesi (el departamento I), se eliminaron los espacios ajardinados de las partes centrales de las islas y se utilizaron, estas zonas también, para enterrar difuntos. En el departamento III donde estaba la fosa común (el grado ínfimo) también se instalaron nichos. Entre 1842 y 1852 se construyó el Departamento II donde el proyecto de Ginesi fue traicionado. Allí todavía siguen los panteones más opulentos donde la burguesía mostraba su poder económico.

En 1883 se inauguró el cementerio de Montjuïc. Poblenou dejó de tener interés para aquella clase dominante. “Incluso hubo familias que trasladaron los restos de sus familiares a Montjuïc para que estuvieran en un cementerio de mayor prestigio”, destaca el historiador de Cementerios de Barcelona.

La devoción y el tanatoturismo (el turismo vinculado a lugares asociados con la muerte) dan hoy “vida” a este espacio al que a diario llegan visitantes curiosos de descubrir los misterios que esconde. “Si hay que señalar uno de los panteones más visitados de todos los cementerios de Barcelona es el conocido como El beso de la Muerte del marmolista Jaume Barba”, destaca Marta Aladrén. La escultura muestra un esqueleto alado que besa un joven. Un grupo escultórico aterrador... y con secretos. “Está diseñado para que parezca que los ojos de la calavera te siguen al andar por su lado. No hay día que no haya una foto de esta escultura en las redes sociales”, destaca Adrià Terol.

En el cementerio del Poblenou también está el difunto más visitado. En el nicho 138 del centro de la isla 4ª en el departamento 1 un humilde nicho contiene los restos de Francesc Canals Ambrós, fallecido el 27 de julio de 1899, con 22 años. Canals es conocido popularmente como El Santet. Centenares de personas veneran su tumba y le atribuyen poderes sobrenaturales y la concesión de todo tipo de poderes relacionados con la salud o el amor. El nicho lo preside una fotografía de Canals en blanco y negro y, a su alrededor hay decenas de vírgenes, cristos y velas de devotos.

El próximo domingo se celebrará el acto central del aniversario del camposanto. Cementerios de Barcelona se ha atrevido incluso a programar talleres infantiles dentro de la instalación. Los coros de Anselm Clavé cantarán junto al panteón del compositor. En Poblenou también se encuentra uno de los mejores epitafios de finales del XIX: “Josep Verneda em diguí / Jo, que sense mals ni danys / Passats setanta nou anys / Robust i trempart visquí / un metge… no li diré qui / Sols un dia em va visitar / un vomitiu m’ordenà / Rosponguí que no el volia / En digué que em curaria/ i em vaig morir l’endemà”.

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