“Estamos peor que en el Bronx”
Un hombre muere acuchillado en una pelea en el barrio de La Mina, donde desde hace dos semanas los Mossos han aumentado el patrullaje y los controles
La pelea fue a las seis de la tarde del domingo, en la plaza de la calle de Venus, en el enjambre de viviendas de los años setenta de La Mina, en Sant Adrià de Besòs. El refuerzo policial que se aplica desde hace dos semanas en el barrio no pudo evitarlo. Un hombre georgiano de 30 años, politoxicómano, fue acuchillado a plena luz del día, en una reyerta en la que participaron varias personas. Ayer murió en el hospital del Mar, donde permanecía ingresado.
“Estamos peor que en el Bronx”, dice al día siguiente un vecino al calor del sol de la misma plaza, en referencia al distrito con peor fama de Nueva York. Los toxicómanos siguen allí, haciendo cola para comprar su dosis de heroína, que se inyectan deprisa, donde pueden. Solo en la calle de Venus, con 244 viviendas, hay siete puntos de venta de droga —algunos de ellos, narcopisos, donde los consumidores compran y consumen—, explican fuentes policiales.
La pelea empezó después de que un joven del barrio llamase la atención a un grupo de toxicómanos, frente al número 9 de Venus. “No lo pidió por favor, claro. Fue a gritos”, indican fuentes policiales. El joven fue apaleado. La respuesta no se hizo esperar: varias personas ajustaron cuentas con los toxicómanos, cuchillo en mano. Un tercer implicado resultó herido.
“Y esta noche, otra vez”, ironiza un vecino de La Mina, bajo anonimato como todos los que hablan del día a día en el barrio. Se queja de que el refuerzo de Mossos, que hace 15 días que tienen dos equipos de antidisturbios (BRIMO) y una mayor presencia de seguridad ciudadana, no sirve para acabar con la degradación del barrio. “La policía debería colocarse cada día 24 horas en los puntos de venta y que no pudiesen comprar”, lamenta uno de los muchos lugareños que se ven obligados a convivir, sometidos, desde hace años con la venta de droga que actualmente lidera el clan de Los Manolos. “¿Cómo nos vamos de aquí? Los pisos no valen nada. Y lo que ven los niños a diario...”, añade. “Es un polvorín”, coinciden fuentes policiales, que aseguran que las peleas con navajas, amenazas, y disputas incluso a tiros están a la orden del día.
En los corrillos nadie critica abiertamente a los clanes de la droga. “Ya saben que no podemos decir nada”, se excusa una mujer. “La omertá”, definen personas que conocen de cerca La Mina, donde viven más de 10.000 personas. Y lamentan que el “modelo de éxito social” en el barrio es el del traficante, con collares de oro y coches de lujo, que se ha adueñado de la calle.
La intención de los Mossos es recuperar el control de ese espacio público, pero fuentes policiales dudan de que se haya logrado. “Los toxicómanos duermen delante de los puntos de venta”, critican. Los traficantes, añade, son “los mismos de siempre”, detenidos una y otra vez, que incluso cumplen penas de prisión, pero nunca dejan el negocio. Entre 2015 y 2016 los Mossos hicieron tres macroperaciones contra el tráfico de droga, con un centenar de detenidos. “Se regeneran”, lamentan en el barrio.
Pero mientras haya clientes habrá vendedores. Y en los últimos meses hay más compradores que nunca, desde que la policía cerrase buena parte los narcopisos de El Raval. “La Mina es el patio trasero de Barcelona”, reprochan fuentes del barrio. “Tenemos el convencimiento de que al resto de la sociedad ya le está bien esto”, afirmó el alcalde de Sant Adrià, el socialista Joan Callau, en una entrevista en TV3.
En el Parlament, Callau desgranó los datos de la sala de venopunción de La Mina: 3.900 personas la utilizaron en 2018, el doble que en 2015, y más que las siete salas que tiene Barcelona. Entonces se quejó que el consejero del Interior, Miquel Buch, ni siquiera le había recibido. Finalmente, 23 de julio, firmó un acuerdo con la Generalitat que pasaba por reforzar la seguridad en La Mina.
Pero no parece que los vecinos estén muy satisfechos. “¡¿Qué hacen los Mossos?! ¡No hacen nada!”, grita un joven a los periodistas que toman imágenes del lugar donde fue acuchillado el hombre el domingo. “Tensiona a los vendedores, que cortan la venta en cuanto nos ven”, defienden fuentes policiales. Eso les pone nerviosos y les debilita. Pero señalan que “la clave la tiene investigación”: actuar judicialmente contra los narcotraficantes, que controlan una quincena de puntos de venta.
La policía también sufre esa tensión. El domingo, después del apuñalamiento, tiraron pedruscos desde diversas ventanas del barrio contra las furgonetas de los antidisturbios, sin que ninguno resultase herido. Los vecinos se resignan ante la realidad que les ha tocado vivir. “Aguantaremos y ya está”, zanjan.
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