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Columna
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Amianto en Metro Madrid: ¿cuánto tardará la muerte en ser una rutina?

En España, cada año podrían producirse hasta 1.900 muertes relacionadas con la exposición al amianto

Trabajos para quitar el amianto de un vagón del suburbano, en una imagen de archivo.

Empecemos con cifras frías. En España, cada año podrían producirse hasta 1.900 muertes relacionadas con la exposición al amianto. Solo para comparar: en 2018 se produjeron 1.180 muertes en carretera.

Anualmente, de entre todos estos fallecimientos atribuibles a la exposición al amianto, más de 250 corresponden a mesotelioma de pleura, un cáncer cuyo único origen conocido hasta la fecha es la inhalación de fibras de amianto. Sin embargo, en más del 96% de los casos, el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) se ha negado a reconocer el origen laboral de estas patologías, incluso en aquellas ocasiones en las que la exposición al amianto en el entorno de trabajo era más que evidente. Un caso clarísimo es Metro de Madrid.

La industria ferroviaria ha sido una de las que ha hecho un uso más intensivo del amianto. Trenes y vagones de metro han incorporado durante décadas este material, prohibido en el conjunto de la UE desde el año 2000 y señalado como cancerígeno por la OMS ya en la década de los setenta. El amianto se encuentra en multitud de piezas: desde las zapatas de freno al suelo de los vagones, pasando por la pintura de estos.

El amianto también aparece en las escaleras mecánicas y en elementos arquitectónicos de las estaciones de metro, en los equipos de protección de los empleados e, incluso, en la ropa de trabajo que la empresa debería limpiar y no limpia, para evitar que ese mismo amianto presente en el lugar de trabajo se traslade igual de mortífero y peligroso al hogar de los empleados.

A pesar de todo ello, hasta hace poco más de un año, la dirección de Metro de Madrid ha negado categóricamente que existiera amianto ni que sus plantillas estuvieran expuestas a riesgo alguno. Lo han hecho a pesar de que, ya en 1992, la Autoridad Internacional del Transporte Público indicó la conveniencia de sustituir las zapatas de freno de los convoyes por estar fabricadas con amianto.

A pesar también de que en 2003 el Ministerio de Sanidad declaraba que consideraba al 100% del personal destinado a tareas de mantenimiento ferroviario en situación de riesgo por exposición al asbesto.

Ni la dirección de Metro de Madrid ni los responsables políticos adoptaron una sola medida destinada a proteger a los trabajadores. Todavía hoy, a pesar de estar médicamente acreditado, Metro de Madrid minimiza la amenaza y las cifras reales de afectación, demora la retirada de los componentes potencialmente peligrosos y niega para la totalidad de la plantilla, incluidos trabajadores ya jubilados, la realización de exámenes médicos adecuados para la detección precoz de estas graves patologías. Los trabajadores de Metro de Madrid son víctimas del menosprecio a su salud y al derecho a la vida.

Esta es la situación del Metro de Madrid hoy. En ella debe pensar la próxima vez que sufra alaguna de las huelgas que la plantilla secunda en respuesta a la denominada ‘crisis del amianto’. Disculpen las molestias, por favor, pero hay personas jugándose su vida y la de sus familias.

Nicolás Alonso, abogado de Colectivo Ronda

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