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El camino hacia la Luna pasó por Madrid

Fresnedillas de la Oliva, la localidad donde la NASA instaló una de las estaciones fundamentales del programa Apolo inaugura un museo dedicado a nuestro satélite

Personal de la estación de Fresnedillas, en 1972. En vídeo, entrevistas con trabajadores del centro espacial de Fresnedillas.Vídeo: INTA NASA | MUSEO LUNAR DE FRESNEDILLAS
Rut de las Heras Bretín
Fresnedillas de la Oliva -

Manuel Basallote estaba colgando unos cuadros cuando comenzó a oír bullicio en la sala de control, dejó la tarea a medias y se acercó a ver qué pasaba. “Había llegado todo el mundo, rodeábamos los televisores”, cuenta este carpintero. “Televisores pequeños”, aclara para que nadie imagine grandes pantallones. Era la madrugada del 21 de julio de 1969 y se agolparon para ver a Neil Armstrong dar su pequeño gran paso. Había un hombre en la Luna. Al momento, también alunizó Buzz Aldrin. Ya eran dos, pocos con respecto a los más de 100 trabajadores que esa noche, aún 20 de julio en Estados Unidos, estaban pendientes y siguiendo la misión Apolo 11 desde la base de la NASA en Fresnedillas de la Oliva, a unos 60 kilómetros al oeste de Madrid, en comunicación directa y constante con la central de Houston.

“Aplaudimos. Todo salió bien. A la mañana siguiente, los bares estaban llenos, todos querían verlo y entonces no había televisor en muchas las casas. Cuando un vuelo fallaba se notaba mucho en la preocupación de los jefes, tanto los españoles como los americanos [estadounidenses], como con el Apolo 13 [en el que explotó un tanque de oxígeno y fue el que originó la popular frase “Houston, tenemos un problema”], explica Basallote sentado en un banco de la plaza de la Constitución, “en el 69, la del Generalísimo”. Narra aquellas operaciones con total naturalidad. Sin darle importancia, como si participar en las misiones de la NASA que llegaron a la Luna fuera algo normal de su vida laboral. Y lo fue. Lo cuenta en horas extra –“bien pagadas, nos arreglaban el sueldo”– y en cómo salían los coches en punto muerto de la estación para que no hubiera interferencias en las comunicaciones. Trabajó 40 años para la Agencia Espacial estadounidense; 18, en la base de Fresnedillas y 22, en la cercana de Robledo de Chavela. Este gaditano de 74 años, al que algunos llaman El Quillo, llegó a Fresnedillas en 1966 como carpintero para participar en la construcción de la estación y se quedó como personal de mantenimiento.

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Unos 25 vecinos del pueblo fueron contratadas para seguridad, limpieza, jardinería, cafetería… Hace 50 años, los que se cumplen de la llegada del hombre a la Luna, en la localidad había 503 habitantes, ahora se ha triplicado y son más de 1500 de 23 nacionalidades, se conocen todos. A cada rato quien pasa por la plaza saluda a Basallote. “¡Te vas a hacer famoso!”, le exclama un vecino con una barra de pan bajo el brazo. Un niño corretea con una bicicleta ataviado con casco, rodilleras y coderas –en los sesenta esa equipación era más propia de astronauta que de ciclista- y dos trabajadores municipales cogen agua de la fuente para limpiar y regar. “La fuente siempre ha estado ahí, pero la plaza no era así, era de tierra, el Ayuntamiento no estaba aquí y luego cuando ya lo trasladaron era más pequeño. Esa casa sí estaba”, señala con su garrota. “Esa no”, indica otra, que ahora es una discoteca cerrada y cuya fachada sirve para el despliegue del gran cartel que anuncia la reapertura del Museo Lunar renovado: “Volveremos a alunizar”, dice junto a una foto de los más de 150 trabajadores de los sesenta y setenta en la estación.

El museo está a pocos minutos de la plaza, pero los años y el calor le pesan a Basallote y no se acerca. “Ya lo haré el 20”. El día en que se cumple medio siglo del primer alunizaje humano, en Fresnedillas se reunirá a antiguos trabajadores de la estación, incluso se ha invitado a los americanos; una calle del pueblo cambiará de nombre para llamarse Apolo 11 y se reabrirá el Museo Lunar en su nueva y más amplia ubicación.

Tomás Alonso, ingeniero de telecomunicaciones, nacido en Fresnedillas y trabajador de la base de la NASA en Robledo de Chavela –la única que esta agencia estatal mantiene en España y dedicada a la exploración del espacio lejano-, fue el impulsor, junto a su hermano Pablo, de este centro que recordará la estación de Fresnedillas (cerrada definitivamente en 1985. El terreno hoy pertenece al CNI y no hay carteles que indiquen a qué se dedica), las misiones Apolo y el objeto de estas: la Luna. Hace 10 años, cuando se celebraba el 40º aniversario de la llegada a nuestro satélite, estos dos jarandos (gentilicio del municipio) idearon una pequeña exposición temporal con algunas piezas que recuperaron de la base. La muestra se alargó y se acabó formando un museo que cada vez tenía más necesidades –“De 1.000 visitantes hace cuatro o cinco años, ha subido a 8.000”, informa la concejal de Turismo, Anna Avalyan-, de ahí, el cambio. Ahora, con más metros expositivos, cuenta también con una sala de actividades, un espacio para audiovisuales y otro para crear una biblioteca.

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Alonso tiene claro el objetivo: ilusionar a los chavales, como estaban entusiasmados los niños que en los sesenta y setenta vivieron la carrera espacial. La lucha por conquistar el espacio entre EE UU y la URSS sirvió también para hacer soñar a muchos jóvenes y para que se interesaran por estos temas. Al acercarse al museo, desde fuera, se puede ver una maqueta del Saturno V y un cono similar al que tenía la gran antena de Fresnedillas, de 26 metros de diámetro y 300 toneladas, idéntica a las de las bases de Goldstone (California, EE UU) y de Honeysuckle Creek, cerca de Camberra (Australia), las más importantes de la red de vuelos espaciales tripulados de la NASA. Estas estaciones mantenían contacto permanente con las personas al mando de las naves, se turnaban cada ocho horas, vital para llevar a cabo las operaciones. La base jaranda tuvo dos momentos fundamentales durante la misión del Apolo 11: el del alunizaje y el del posterior despegue del módulo para regresar a la Tierra. La comunicación dependía de la estación madrileña y eran dos operaciones que no se habían ensayado con gravedad lunar. Además, estos vuelos tripulados, tenían el apoyo de otras once estaciones, cuatro barcos y ocho aviones repartidos por todo el planeta, que en los ochenta y tras los recortes presupuestarios de la NASA muchos fueron desmantelados y sustituidos por satélites en órbita, más baratos de mantener.

Manuel Basallote, carpintero gaditano que ha trabajado durante 40 años para la NASA (en la estación de Fresnedillas y en la de Robledo de Chavela) como personal de mantenimiento
Manuel Basallote, carpintero gaditano que ha trabajado durante 40 años para la NASA (en la estación de Fresnedillas y en la de Robledo de Chavela) como personal de mantenimientoB. P.

“Sin comunicación no hay misión”, explica el ingeniero mientras enseña entusiasmado los equipos electrónicos que formaron parte de los sistemas de comunicación de la estación de Fresnedillas. ¿Qué era lo que se transmitía más allá de la épica frase de Armstrong? “Los comandos para realizar tareas o maniobras, incluso de corrección de rumbo, los parámetros, las distancias, datos técnicos, la voz de los astronautas, los sensores biomédicos de estos, la información de todos los dispositivos y medidas de la nave –su salud-. Se recibían en Fresnedillas y se enviaban a Houston, que lo centralizaba todo”. Esta maquinaria y todos sus botones recibirán al visitante cuando el museo abra definitivamente en septiembre. “Queda por ultimar. Va a cambiar”, dice Alonso señalando un manual de la antena dentro de una vitrina y que a él le gustaría que el público pudiera consultar. Maquetas de antenas y de módulos lunares, fotografías, documentos y mensajes que les enviaban los tripulantes de las naves. Uno de ellos John W. Young, el primer astronauta en realizar seis vuelos espaciales, la novena persona en pisar la Luna –en la misión Apolo 16- y el único que ha pilotado y ha sido comandante de cuatro tipos diferentes de naves, visitó la base madrileña en 1981 y les agradeció su trabajo: “El éxito de nuestro vuelo depende en gran medida del apoyo de estas instalaciones”, escribió en una foto. También hay monedas conmemorativas hechas con el material de los módulos espaciales, trajes de astronautas y multitud de textos explicativos para recordar aquellos años en los que algunos hombres pasaron veintitantas horas en la Luna, las mismas que otros, como Basallote, tardaban en ir de Cádiz a Fresnedillas de la Oliva.

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