Jóvenes y académicos, dos visiones sobre el catalán
‘30 minuts’ insiste en el pesimismo sobre el uso de la lengua
El manifiesto de Els Marges es del 1979. Hace años que se anuncia la defunción del catalán. Tantos, que tendría que provocar un poco de incredulidad. El pasado domingo, el 30 minuts de TV3, titulado Llenguaferits, volvió sobre el tema. El enunciado previo al reportaje, de su director, fue apocalíptico, lúgubre. El problema del catalán ya no es solamente “la hostilidad del Estado español”. Lo son el millón y medio de inmigrantes que hablan unas 200 lenguas y que la juventud ya no mira la televisión pública. Su ocio es la Red, donde, dijo, el catalán es residual. La mención a la inmigración hacía llegar el aroma del Manifest Koiné cuando decía que Franco completó el proceso de bilingüización forzosa con, entre otras maniobras, “la utilización de una inmigración llegada de territorios castellanoparlantes como instrumento involuntario de colonización lingüística”.
En esa presentación, TV3 empequeñecía su futuro papel en la normalización del catalán. Ya no es relevante para las audiencias jóvenes. La intervención de los expertos navegó de la advertencia casi póstuma a la culpabilización del hablante. Una elección muy homogénea. ¿No hay otras voces?
Obviamente, hubo piezas de convicción, como la lamentable situación del catalán en el Rosselló o Alicante y la dificultad de emplearlo en la Justicia por un vacío legal que da el derecho a usarlo pero no crea la obligación al juez de conocerlo. Las tres se mostraron. Como también se habló de la inmersión en las aulas y de las lenguas del patio, sin proponer, afortunadamente, por el programa, ningún correctivo lingüístico sobre ese tiempo de ocio.
Pero hubo otro grupo de intervenciones más optimistas que el habitual repertorio de expertos. Inmigrantes, emprendedoras, músicos, influencers... todos jóvenes, que usan el catalán en la Red. Una youtuber o un rapero. Y lo usan sin hacer un problema de todo ni obligados por un mandato superior, a sabiendas de la medida de su mercado. David Carabén, de Mishima, que empezó cantando en inglés y ahora lo hace en catalán, lo explicó barrocamente: “Nuestra generación”, la que canta en catalán, “es la primera que en las plateas no hay banderas y tienes la fantasía de cantar en una lengua no connotada ideológicamente, políticamente, nacionalmente. Simplemente es la lengua de esta sociedad y la elegíamos para cantarnos a nosotros mismos”.
La lengua es un utensilio. Para escribir libros o comprar el pan... Si te es útil, la usas. Una supervivencia que no se tiene que fiar del sentimiento de deber identitario. Y el problema no es que haya otras lenguas. El problema sería que esta juventud pensara que el catalán es un estorbo. El programa lanzaba malos augurios, particularmente sobre el catalán en la sociedad digital. Es verdad que Netflix no habla catalán. Pero también lo es, como se subrayó, que la Viquipèdia fue la segunda en el mundo de la wikimedia. Unos augurios que los jóvenes, más un síntoma que un dato sociológico, desmentían. Finalmente, contradicción de discursos entre la academia invitada y ejemplares de nuevas generaciones.
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