Parecían familiares
Cerca de 300 niños en escena junto a una treintena de profesores y un Palacio de la Ópera lleno de familiares muestran el alcance de los proyectos sociales de la Sinfónica de Galicia
Lo comentaba la señora de la butaca de al lado, mientras trataba de localizar a sus tres niños entre la multitud de camisetas azules: “parecemos familiares”. Nunca vi tanta algarabía ante un concierto en el Palacio de la Ópera de A Coruña; nunca, tanta mirada tratando de localizar a alguno de los pequeños músicos y cantantes; nunca, tantas manos alzadas de madres y padres tratando de ser localizadas.
Y es que trescientos niños suponen un gran número de familiares directos o indirectos, amigos, compañeros y conocidos. Hace años, una fuente de la Sinfónica lo calculaba en unas seis personas por niño. Serían así unas 1800 personas, lo que supone casi exactamente el aforo del Palacio de la Ópera.
Estas cifras son apenas un atisbo cuantitativo de la magnitud del proyecto ReSuena pero solo son eso: cantidades, números. Algo que bien puede ser presentado como cierre de un ejercicio contable. O en una memoria de actividades como demostración de una ética –o quizás mera estética- corporativa.
Lo que sucedió durante el concierto permite comprender mejor su alcance social. Contaba Zecharies en su alocución previa al concierto que todos los niños empiezan por cantar, como paso previo al aprendizaje de un instrumento y cómo desde el principio todos los niños, incluidos los más pequeños, participan en los conciertos de ReSuena, aunque sea con solo con poco más que un par de notas.
Como ellos tampoco podían faltar en este concierto, se les hizo sitio en las primeras filas de la orquesta y subió la temperatura ambiental afectiva; que no menos merece la presencia y la actividad del grupo de alevines de músico y cantante que tocaron y entonaron Estrellita y el Himno de la alegría. La canción más infantil y la música más universal en manos y bocas de los más pequeños encendieron la llama del entusiasmo y la emoción y esta no dejó ya de arder.
El fuego creció con Imagine de Lennon, “más necesario que nunca en estos tiempos”, como dijo el maestro -cargado de esas razones que el corazón entiende mucho mejor que la razón-. Al escuchar tocar y cantar a estos chavales y a sus profesores –y al ver la música a través de la expresión del Coro Manos Blancas, idea importada del Sistema Venezolano de Orquestas creado por el maestro Abreu- parece imposible que haya alguien en la sala que no sienta ese calambre en la espalda y una cierta neblina en los ojos. Porque nos pasó a todos ¿no?
Luego llegó un popurrí de Los Beatles con las palmas a ritmo del público; otro de Carlos Santana con la soberbia colaboración de Alejandro Barbosa y The final countdown avivaron la hoguera. Con Highway to Hell se desbordó el entusiasmo y con otro popurrí, este de Queen, llegó el delirio.
Al entonarse en el escenario una canción de agradecimiento, muchos de los acompañantes encendieron sus móviles. Y no lo hicieron para comprobar si era ya la hora de salir, “solo” era para cantar la canción con la letra escrita por los chicos y chicas de ABANCA ReSuena. Cuando por las entradas laterales de la sala entraron los más pequeños con pancartas caseras que decían ¡Gracias! en varios idiomas extranjeros y, finalmente, dos en gallego y castellano, aquello pareció un terremoto.
Origen
Toda esta fuerza telúrica comenzó en enero de 2013 como uno de los proyectos sociales de la Orquesta Sinfónica de Galicia, impulsado por su gerente, Andrés Lacasa. Bajo la dirección artística de su solista de contrabajo, Diego Zecharies, a finales de ese curso se celebró el primer concierto. Seis años han transcurrido desde entonces; seis años que son -como dijo el sábado desde el podio el maestro- “toda una vida; como la de mi hija, que nació ese mismo año”.
Al año siguiente Abanca comenzó a financiar el proyecto, pasando este a ser denominado ABANCA ReSuena. En el programa de mano del concierto, Afundación Obra Social ABANCA publica su “apuesta por una visión de la música como herramienta excepcional para el estímulo del aprendizaje”. Dice también que [la música] “ayuda a transmitir valores fundamentales …/… como el esfuerzo, la constancia, la superación, el respeto, el compromiso”.
Esta visión y valores son precisamente los que figuran en el proyecto fundacional de ReSuena por parte de la OSG. Desde su llegada, Andrés Lacasa mostró su interés en el proyecto educativo de la OSG y anunció que se iba a trabajar para “hacer de él un instrumento de cohesión social en apoyo de los más desfavorecidos”
Destino
Cuando en el escenario del Palacio de la Ópera sonaba como bis The final Countdown, algunos la percibimos con un aire diferente. Pero no podía ser; un proyecto como ReSuena, impulsado por todo el vigor de familias enteras de distintos barrios y situaciones sociales no puede admitir una cuenta final. Hay que traducir bien; tiene que tratarse de una simple cuenta atrás para anunciar un nuevo despegue.
Esta nueva fase del proyecto ha de servir para comunicar su fuerza a los más desfavorecidos: enfermos, ancianos, discapacitados. Porque, como dice Zecharies, “si los beneficiarios de Abanca ReSuena son solo las familias y los niños, estamos dejando pasar una oportunidad única de convertir a estos en actores implicados en el crecimiento educativo y social de la ciudad en la que vivimos”.
Estos objetivos requerirían “no sólo tocar en todos los barrios, hospitales, residencias de ancianos, cárceles... sino también tener actividades comunes. ¿Por qué no un coro de mini ReSuena que trabaje con un coro de la tercera edad, cuando se sabe que los más mayores se benefician enormemente del trato con niños? ¿Por qué no un taller de percusión de los profesores de ABANCA ReSuena en un centro de penitenciario de menores?”
Como declara Diego Zecharíes, ya se ha logrado “la parte más difícil, crear un proyecto que aglutina 300 familias de todos los estratos sociales de la ciudad y colocarlo ya varias veces sobre su escenario más grande. ABANCA ReSuena no es solo una orquesta. Es un micro mundo en el cual estamos todos obligados a concertar. Como en la vida misma, ni más ni menos”.
Ese despegue arriba mencionado requiere, como todos, partir de una base estable. Y si la temporada próxima es, como dice Zecharíes, “un desafío logístico, artístico y emocional”, requerirá no solo todo “el apoyo de La Sinfónica de Galicia y Afundación” que pide su director. También la estabilidad a la que aludíamos arriba, esa que solo las instituciones pueden proporcionar, como garantía de un futuro en crecimiento.
Y la posibilidad de que se cumpla el deseo expresado por Zecharíes: “que los beneficiarios de este gran proyecto salgan a la calle y que cuando los coruñeses vean a algún niño de Abanca ReSuena con su instrumento lo identifiquen como un actor implicado en el cambio positivo que todos queremos”.
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