‘Secretas’ en Barcelona a la caza del ladrón
Carteristas y ‘relojeros’, especializados en robar joyas y asaltar a turistas, hacen su agosto en Ciutat Vella
“Lo normal es que no haya violencia pero de un tiempo a esta parte todo ha cambiado. Sobre todo por la noche, si te quieren robar y te das cuenta de sus intenciones: mala suerte. Te van a robar igual y no van a dudar en exhibir mucha violencia”, asegura Juan, sargento del Grupo de Delincuencia Urbana (GDU) de la Guardia Urbana de Barcelona. Son agentes de paisano que rastrean los puntos más calientes de la ciudad y saldan diariamente la jornada con decenas de carteristas identificados y ladrones que se han trasladado desde cualquier parte del mundo hasta la capital catalana con la intención de hacer el agosto a base de afanar relojes de pulsera de más de 100.000 euros.
Delincuentes, dicen los urbanos, que se dedican a robar, robar y robar cada uno según su especialización. “Los hay que lo hace en el metro, otros en las aglomeraciones de gente... así cada día hasta que acumulan suficientes antecedentes como para pasar una temporada en la sombra. Entonces desaparecen de Barcelona y siguen con su modus vivendi de robos en otra ciudad europea”, explica Juan.
La inseguridad es, según el último barómetro municipal, el problema más grave que soportan a diario los barceloneses. La capital catalana acabó 2018 con un aumento de las infracciones penales del 17,2%. Hay una media de 33 robos violentos al día, 25 en los que solo se emplea fuerza en las cosas y 12 con intimidación y 299 hurtos al día, más de 12 cada hora. La mayor parte de ellos ocurre en Ciutat Vella.
Hay cuatro grupos de GDU en los distritos más conflictivos de la ciudad: Ciutat Vella, Eixample, Sant Martí y Sants-Montjuïc. EL PAÍS ha patrullado con uno de los grupos que peinan a diario el distrito de Ciutat Vella. En una de las oficinas de la comisaría de la Guardia Urbana en La Rambla cuelgan fotos de decomisos de droga, móviles… En una pared se exhiben estos improvisados trofeos obtenidos tras horas de trabajo de los agentes. En el mismo muro destacan dos placas con los escudos de Mossos d’Esquadra y Guardia Urbana y mensajes de apoyo y hermandad entre los dos cuerpos. “Muchas veces los gabinetes consiguen que la prensa destaque que una actuación es fruto en exclusiva de la policía autonómica cuando hemos trabajado juntos o es una operación que hemos iniciado nosotros. Hacemos estas placas para intentar subsanar estas injusticias”, informa un agente. Los agentes admiten que cuando en verano de 2017 explotó la problemática de los narcopisos ya llevaban dos años trabajando junto con los mossos y “desde entonces hemos obtenido resultados”.
Es el momento de peinar Ciutat Vella. “El 90% de los delitos que se cometen en el distrito son hurtos, robos... El otro 10% es el pequeño tráfico de drogas”, asegura el sargento. Dos agentes de paisano vigilan el exterior de Santa María del Mar. “Los malos aprovechan la entrada y salida de gente para robar”, destaca uno de los policías. Minutos más tarde —en el acceso a la parada de Metro de Jaume I— descubren a una pareja que acaba de sustraer un sobre de la mochila de una señora que no se ha dado ni cuenta. “Son nuevos. No les teníamos vistos”, admite uno de los policías. Los dos carteristas no muestran miedo alguno y al verse sorprendidos admiten los hechos. Se van a casa con una citación judicial. “Venimos de París y ahora vivimos en Hospitalet del Llobregat”, dice uno de los ladrones chapurreando el castellano.
“Los carteristas se mueven mucho en el metro, en La Boquería… siempre donde hay mucha acumulación de personas. Pero”, apunta el sargento, “el aluvión de ahora es el de los llamados relojeros”. Ladrones especializados en rastrear relojes de alta gama y seguir a la víctima hasta que puedan darle un tirón y hacerse con la joya. Mientras las carteristas que vienen a Barcelona a pasar la temporada suelen ser de nacionalidad bosnia, búlgara o rumana… los relojeros son de origen argelino y provienen de Marsella. “El problema ahora en Ciutat Vella es que hay más delincuentes que hace años. Nosotros trabajamos pero no hay el mismo número de mossos que había durante los primeros años del despliegue”, denuncia el sargento.
La víctima perfecta: turista japonés con mucho efectivo
Los agentes del GDU saben perfectamente como "trabajan" los carteristas: "Hay algunos que lo hacen solos pero lo más normal es que vayan de dos en dos aunque hay veces que son grupos de seis o siete. Ellos saben que cuanto más gente son tienen más posibilidad de robar al objetivo que se hayan marcado pero también es cierto que según el botín que obtengan les saldrá a menos a repartir", informa el sargento de la unidad. Los carteristas suelen perfilar concienzudamente a las víctimas. "Buscan turistas y preferiblemente japoneses ya que saben que viajan con mucho dinero en efectivo", asegura. Las bandas saben que los turistas a veces no denuncian, y si lo hacen, no se trasladarán desde sus países para declarar en el juicio.
"Otro gran problema es el fenómeno de los menores no acompañados (mena). Son muchos y, al parecer, no hay centros para todos ellos y están dando vueltas todo el día", lamenta el urbano.
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