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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La hora del diálogo

Las elecciones del 28-A han puesto de manifiesto las limitaciones del movimiento independentista catalán

Albert Branchadell
Rufián saluda a Junqueras a través de la pantalla.
Rufián saluda a Junqueras a través de la pantalla. ALBERT GARCIA

En un contexto de anormalidad democrática, con dos cabezas de lista en injustificable prisión preventiva, el pueblo de Cataluña ha hablado, con participación récord incluida, y la verdad es que el resultado es bastante elocuente.

Las elecciones españolas del 28-A planteaban dos interrogantes en Cataluña: si ERC lograría imponerse a los socialistas y cuál sería la magnitud de su anunciada victoria sobre JxCat. En el primer caso, ERC ha logrado superar al PSC tanto en escaños como en votos, lo que sin duda constituye un hito histórico. En el segundo caso, ERC ha superado a JxCat sin ningún paliativo. Si en 2015 ERC se impuso a CDC por apenas un punto y en 2016 lo hizo por cuatro, ahora JxCat se sitúa nada más y nada menos que a 12 puntos de ERC, que la dobla en votos. Parece ser que el independentismo constructivo de Junqueras ha superado con creces al puigdemontismo.

ERC ha logrado un hito histórico, y otro tanto puede decirse de la suma de ERC, JxCat y el Front Republicà. Es cierto que en estas elecciones los partidos de ámbito estatal o con un referente estatal han superado en votos y en escaños a los partidos de ámbito no estatal, como viene sucediendo desde 1977, pero también es verdad que la diferencia se ha estrechado. El bloque independentista ha logrado romper el techo electoral del nacionalismo catalán en unas elecciones legislativas españolas, que se alcanzó en 2004 en votos (1,4 millones y 36,7 por ciento) y en 2011 en diputados (19 de los 47 escaños en juego). En condiciones de movilización muy favorables, el momentum del juicio y la urgencia de llenar las urnas de votos “para liberar a los presos” se ha traducido en 1,6 millones de votos (el 39,4 por ciento) y 22 de los 48 diputados que le tocan a Cataluña.

Parece ser que el independentismo constructivo de Junqueras ha superado con creces al puigdemontismo

A pesar de sus históricos resultados, las elecciones del 28-A han puesto de manifiesto las limitaciones del movimiento independentista catalán, que —en un contexto de alta movilización— se ha quedado muy lejos de alcanzar el 50 por ciento de los votos. Si acudimos a la política comparada, puede observarse que estas limitaciones no son específicas del independentismo catalán. Al parecer, existen dificultades estructurales para que los movimientos independentistas subestatales logren mayorías incontestables en las elecciones estatales de los países de los que aspiran a separarse.

Los soberanistas quebequeses, por ejemplo, se han hecho varias veces con la mayoría absoluta de los escaños quebequeses en el Parlamento canadiense, pero nunca han superado el 50 por ciento de los votos. Su máximo histórico está en el 49,3 que alcanzaron en 2003. En las elecciones británicas de 2015, el SNP escocés batió todos los récords al llevarse 56 de los 59 escaños pero tampoco rebasó el umbral del 50 por ciento. En el caso de los independentistas flamencos del N-VA, en las elecciones de 2014 solo obtuvieron el 33 por ciento de los votos, y los sondeos para las próximas elecciones federales del 26 de mayo no les dan mucho más del 30.

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Estas limitaciones electorales apuntan a la tesis del politólogo canadiense Stephan Dion sobre las dificultades para que se produzca una secesión en una democracia desarrollada. En las elecciones estatales los movimientos independentistas subestatales pueden crecer pero existe una suerte de techo de cristal que les impide obtener la confianza de la mayoría absoluta de los electores, lo cual relativiza la fortaleza que esos mismos movimientos pueden exhibir en otras citas electorales.

En el caso catalán, los resultados del 28-A también restan posibilidades a la intervención de algún estado europeo en el conflicto catalán. El 39,4 por ciento es una cifra histórica de puertas adentro, pero es difícil que los mandatarios europeos se vayan a sentir más interpelados que antes de las elecciones para ejercer un posible papel de mediadores. Aunque no vayan a desencadenar ninguna mediación internacional, los resultados sí que pueden abrir la puerta a algo más realista que responde al nombre de diálogo. España ha negado la victoria a los partidos que iban a aplicar el artículo 155 a toda costa, y en Cataluña el trío de Colón solo ha conseguido 7 de los 48 diputados en disputa. En España ha triunfado el PSOE y en Cataluña —con todos los matices del caso— lo ha hecho ERC, dos fuerzas que están condenadas a entenderse. Sin cheques en blanco, sin líneas rojas, y con toda la paciencia, humildad e inteligencia del mundo, habrá que volver a preparar la mesa de la negociación.

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