Cómo ser un superhéroe
El salón del cómic de Barcelona echa a andar con un día menos y sin exposición espectacular pero con el público volcado en la gran cita del tebeo
Ni aviones, ni coches, ni tanques. El salón del cómic rebautizado Cómic Barcelona, carece esta 37ª edición de la espectacular exposición temática central a la que nos tenía acostumbrados. Ha perdido además un día (se ha inaugurado el viernes en lugar del jueves) y la impresión general es de que hay mucho espacio vacío, en el que no hay nada, vamos. En la plaza del Univers, ahogada ayer por el estrépito de motores del vecino Salón Vive la moto, se ha instalado un juego de guerra para niños bastante cutrillo.
Pero todo eso parece importarle poco a un público que viene a pasarlo bien con su afición favorita: los tebeos. Tebeos de todas las clases, de todas las épocas, de todos los formatos, de todos los gustos. Y para todas las edades. Desde los niños que sorprenden a sus padres descubriéndoles que están al corriente de un manga llamado Quiero comerme tu páncreas (adaptación de la novela del mismo título y que ahora llega al cine en versión anime) al octogenario que ojea El arte del azote de Milo Manara (con rotunda portada) y ríe ante la advertencia de “solo para adultos”, pasando por los eternos amantes de superhéroes y los nostálgicos buscadores de las viñetas perdidas de Eric Castel o del villano Iznogud.
"Sería una vida terriblemente aburrida si nunca pasara algo extraño, los raros son los que cambian el mundo” (Doctor Strange).
Regresar al salón del cómic es volver al paraíso perdido, arropado por la multitud y ya no como un compulsivo amante solitario. Es entrar en la gran patria del tebeo donde nadie es friki y todos los somos. No es raro encontrarte amigos porque extasiados ante las viñetas todos somos almas gemelas.
Hay un lugar especialmente hermoso este año que es el ámbito de la exposición dedicada al maestro Stan Lee, el Homero de las mitologías del siglo XX. Cuando lees que estuvo a punto de tirar la toalla harto de fracasos a los 40 años... ¡qué hubiera sido de nuestra vida sin Stan Lee! En la muestra se repasa su trayectoria y sus creaciones, con la exhibición de impagables originales (hay uno del Capitán América en moto por el que uno sería capaz de vender su alma, e incluso su cuerpo). Una serie de troquelados y escenarios te permiten retratarte junto a personajes de sus comics o meterte en viñetas.
Pero lo más notable, a mi parecer, es la serie de frases de diferentes protagonistas que, si te fijas bien, componen como un manual para ser un superhéroe (o superheroina) y ofrecen claves de su mundo. No en balde muchos conocimos el existencialismo antes por el Capitán América que por Sartre, la angustia de ser mutante (en Patrulla X) antes de la de Camus. “Un hombre sin esperanza es un hombre sin miedo”, se lee junto a Daredevil (nuestro viejo Dan Defensor), “nosotros creamos a nuestros propios demonios” (Iron Man), “las nieblas nos transforman a todos, nos otorgan grandes poderes o nos convierten en monstruos” (esto no recuerdo si va junto al Doctor Octopus o el Doctor Muerte, también es opción ser un supervillano); “sería una vida terriblemente aburrida si nunca pasara algo extraño, los raros son los que cambian el mundo” (Doctor Strange).
Antonio Altarriba, gran premio del salón
Los premios del salón han ido a parar al guionista Antonio Altarriba (Gran Premio), María Medem (Revelación), Universo, de Albert Monteys (autor español), y Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris (obra extranjera). El premio popular ha sido para Desmesura, de Fernando Balius y Mario Pellejer. El premio al mejor fanzine ha recaído en Saxífono. La mejor obra infantil-juvenil ha sido considerada El árbol que crecía en mi pared, de Lourdes Navarro.
No será por raros en el salón: ese hombretón que se ha puesto un gorro de conejito sobre las greñas, la chica que va de Wonder Woman componiendo un pleonasmo andante, el chavalín que se mide con Magneto, o yo mismo que cuando nadie mira me hago un selfie con Thor (no recordaba que su apellido era Odinson) buscando los parecidos. “¡Vengadores reuníos!”, exclama otro jovencito ante sus favoritos. A su lado, Bruce Banner transformado y verde solo puede añadir a nuestro decálogo del superhéroe: “¡Hulk aplasta!”.
El colmo de la identificación abisal, vía Frank Miller, llega ante la panorámica aérea de Gotham en la que te puedes fotografiar mientras Batman te observa desde una gárgola.
Otra exposición apasionante es Vibraciones Underground, interferencias entre cómic y rock and roll que repasa la fecundísima relación entre los dos mundos, desde Crumb y Zap Cómix en el 68 hasta la actualidad. Ahí están la portada de Frank Frazetta (Conan) para Molly Hatxhet, la de Richard Corben para el Bat out of hell (¡diablos suena al Caballero Oscuro!) de Meat Loaf, o la famosísima de Guy Peellaert para el Diamond dogs de Bowie. El propio Stan Lee llevó al cómic a los Kiss... Más cosas, la exposición de Joso, carne de Tio Vivo, padre de Lidia y su hermanito Jaimito y que llevó a las viñetas a la perrita Marilin de Hertha Frankel; la concurrida caseta de Sextories, el alarmante anuncio de la película Fenix Oscura: “Ella resurgirá, los X-Men caerán”, los niños jugando en batería en el Super Mario Party, Manara firmando su Caravaggio y asegurando que no era homosexual, el fiel Raco Tintinaire... ¡Y queda todo el fin de semana!
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