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“Me obsesioné con los perros porque no me dejaban tener uno”

Nicolás Herrero reivindica el papel de las peluquerías caninas desde su negocio en el barrio de Malasaña, un servicio que cada vez se demanda más

El peluquero canino Nicolás Herrero posa ante la cámara junto a un perro.
El peluquero canino Nicolás Herrero posa ante la cámara junto a un perro.KIKE PARA

Los perros son la vida de Nicolás Herrero (Pozoblanco, 29 años). Desde siempre quiso ser peluquero canino, una profesión no muy reconocida hasta hace unos años. Se licenció en publicidad y marketing por sus padres. Los conocimientos los emplea ahora en el negocio que abrió en 2015 en Malasaña. Cada día pasan por sus manos una veintena de mascotas a las que corta el pelo a tijera, “nada de máquinas”. Vive con seis perros en su piso, a los que lleva a concursos de belleza. De entre las más de 300 razas que existen, su favorita es la shit tzu, canes pequeños y peludos originarios de Tíbet.

¿Cómo se hizo peluquero canino?

Con 14 años. Saqué buenas notas y mis padres me dejaron elegir qué hacer en verano. Pedí un curso de peluquería canina en Barcelona. Me obsesioné con los perros porque no me dejaban tener uno. Me gustaba su belleza, verlos en las competiciones. La peluquería era la forma más rápida de trabajar con ellos.

¿Pensó en ser veterinario?

Me interesa más el concepto estético que el médico. Me seduce lo visual, lo creativo. Creo que tengo una gran sensibilidad para ello.

¿Cómo fueron sus inicios?

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Muy duros. Monté un centro en mi pueblo. La gente me preguntaba qué hacía con los perros, que si me había vuelto loco. A los 17 años entré en un ranking de los mejores peluqueros caninos de España y mis padres comenzaron a entenderlo.

Fue un pionero…

Siempre pensé que si me hubiese dedicado a esto por dinero no lo hubiese hecho. Es mi pasión.

¿Se han puesto de moda las peluquerías caninas?

Hay proliferación. El negocio se demanda cada vez más, porque cada vez se conoce más la existencia de esta profesión y eso hace que más gente se dedique a ella.

¿En qué se diferencian las peluquerías de personas con las de perros?

Primero bañamos al perro. Lo hidratamos, en ocasiones lo metemos en el spa, y se le cortan las uñas. Luego, el pelo.

¿No es friki llevar un perro al spa?

Es algo que demanda la gente porque también hay perros deshidratados y con problemas de piel, como las personas. No lo vendemos como un servicio de lujo.

¿De qué precios hablamos?

El baño son 20 euros, un corte con tijera ronda los 40. Depende del trabajo: cada animal es un mundo y tiene sus necesidades.

¿Cuántos tipos de corte existen para los perros?

Uno por raza. Son cortes morfológicos, pero también hay otros libres. Al final solo se hacen 15 o 20 tipos.

¿Es una cuestión estética o higiénica?

Es una necesidad, por comodidad del dueño, pero ayuda a la higiene. Nosotros tratamos de que quede lo más estético posible.

¿Qué consejos ofrece a los dueños de los perros?

Con una buena alimentación tienen mejor pelo. La actividad del animal determina el tipo de corte. Si tiene mucha debe llevar el pelo más corto.

¿Qué gasto hace un cliente medio?

Hay personas que gastan 100 euros a la semana y otros al mes. Nuestros clientes suelen cuidar mucho a sus mascotas.

¿Son elitistas las peluquerías caninas?

No, las peluquerías caninas son un servicio necesario. Tengo clientes en paro, pero a sus perros se le hacen nudos en el pelo y sufren. Ellos lo saben y los traen. A todo el mundo le gusta llevar el perro bonito.

¿Existe desconocimiento sobre su profesión?

Es poco habitual. Recuerdo unas jornadas muy importantes hace algunos años. Echaron a unos reporteros de televisión porque estaban tratando el tema de forma frívola. Eso ha cambiado porque la gente usa cada vez más este servicio.

¿Son coquetos?

Captan la energía, pero no son conscientes de lo guapo que lo están dejando. A mi no me gusta dotarlos de características humanas, me parece ridículo.

¿Se parecen a sus dueños?

No lo creo, pero los dueños sí pueden hacer que un perro sea miedoso, inseguro o agresivo.

Escuela de profesionales

“No tengo ningún secreto”, reconoce Herrero a la dueña de una peluquería canina situada en el centro de Madrid. La joven quiere aprender de él, así que cierran las condiciones, la fecha y los trabajos que van a desarrollar. “No te traigas material, aquí tenemos de todo”, la despide él. La escuela nació un año después de que el centro abriera sus puertas y por demanda del público. A ella acuden amantes de los animales y profesionales del sector que desean conocer las técnicas de Herrero. Hay clases para todos los niveles, se realizan individualmente y son totalmente prácticas.

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