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El silencio de Vox

Sin representación, candidatos, portavoces ni programa para Madrid, el partido de Abascal logra marcar la estrategia de sus rivales

Juan José Mateo
Santiago Abascal, durante un mitin de Vox.
Santiago Abascal, durante un mitin de Vox. Manu Fernandez (AP)

El 11 de enero, Pablo Casado decide que la candidatura regional del PP sea encabezada por Isabel Díaz Ayuso y no por Ángel Garrido. El 17 de ese mes, Íñigo Errejón y Manuela Carmena anuncian una alianza electoral. Y el 22 de marzo, Ignacio Aguado (Ciudadanos) avanza que no gobernará con Ángel Gabilondo (PSOE) tras las elecciones autonómicas del 26 de mayo. Todas esas decisiones clave tienen un denominador común: Vox.

Ante el auge de Vox, Casado prefirió a una aspirante de verbo duro en lugar de a un político distinguido por su capacidad de gestión: apostó por convencer al electorado más conservador de que el PP sigue siendo su casa. Frente al “toque de atención” de Andalucía, donde el PP, Ciudadanos y Vox pactaron un nuevo gobierno, Errejón y Carmena se unieron: uno de sus objetivos, explicaron en una carta conjunta, es conjurar la aparición de fuerzas que “nos arrastren al enfrentamiento y el retroceso”. Y ante la fuga de votos que sufre por el flanco derecho de su electorado, Aguado creyó encontrar una forma de taponar la sangría: vetar al PSOE y aclararle así a los electores conservadores que solo pactará con el PP y con Vox.

Vox, siempre Vox. Sin representación en la región, sin candidatos, y sin programa electoral específico para Madrid, el partido de Santiago Abascal ha conseguido que gran parte de la estrategia de sus rivales gire a su alrededor. Mientras Vox guarda silencio, todos hablan de Vox. Mientras Vox concentra en unos pocos portavoces nacionales su discurso, para evitar errores de comunicación, los del resto de formaciones se lanzan día sí y día también a comentar sus propuestas, amplificándolas. Y mientras Vox mide cada movimiento para no estropear el momento dulce que vive, sus competidores lo refuerzan poniéndolo en el centro del debate, y dándole protagonismo donde no lo tiene.

Ocurre, por ejemplo, en todos los plenos que se han celebrado en la Asamblea de Madrid desde el verano de 2018. No ha habido ni una sola sesión sin una referencia más o menos velada a Vox, una fuerza extraparlamentaria. Se ha hablado de lo que piensa Vox del 8-M o del Orgullo. Se ha pedido a los partidos que se comprometan a no pactar con Vox. Y así, Vox se ha hecho presente en la Asamblea, igual que si tuviera grupo parlamentario propio, cuando no lo tiene.

-¡Creo que te deberías pasar a Vox!, le llega a espetar un diputado de Podemos a otro del PP en mitad de una comisión.

-¡Qué gracioso es usted! Les voy a hacer el favor de no decirles a ustedes dónde se tendrían que pasar.

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¿Cuál es la propuesta de Vox para el corredor del Henares? ¿Y para el Metro? ¿Ampliaría Madrid central? ¿Qué plan tiene para luchar contra la contaminación? ¿Está a favor o en contra de los Bus-Vao en las entradas a la capital? ¿Cómo solucionaría los atascos de la A-1? ¿Está a favor de concertar la educación infantil y el bachillerato?

Ninguna de esas preguntas tienen respuesta concreta. Aunque Vox lleva haciendo política en Madrid desde 2015, cuando no logró representación ni en el Ayuntamiento de la capital ni en la Asamblea, su auge regional es simple reflejo del nacional. No hay, hasta el momento, proyecto específico para Madrid. Solo silencio. Todo se fía al tirón de la marca, a los mensajes lanzados en defensa de la unidad de España a través de las redes sociales, y al grupo de portavoces fiables que copan las entrevistas de televisión y radio.

Las encuestas bendicen esa táctica: según los sondeos de Invymark para Telemadrid, el partido de Abascal obtendría representación en el Ayuntamiento y la Comunidad. En consecuencia, ya todos sus competidores asumen su llegada a las instituciones tras las elecciones. Así se despidió Garrido este jueves, durante su última intervención como presidente en la Asamblea de Madrid.

“Dado que yo no estaré aquí la próxima legislatura, me puedo permitir expresar un deseo que es confiar, aún ante la consciencia de lo inevitable, que al menos, quienes representan la negación, la división y la confrontación, tengan el menor espacio posible en esta Asamblea”.

Él no estará. Y su ausencia es un mensaje. Si el PP creyera que lo decisivo en la campaña será la gestión, lo hecho tras casi 25 años de Gobierno, el balance de sus decisiones para transformar la región, Garrido sería el candidato. Pero lo que se juega el PP es ganar la batalla de la derecha. Y por eso la candidata es Díaz Ayuso. Para intentar frenar a Vox.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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