“No escribiría aquellos tuits”
Llevado a los tribunales por bromear sobre las víctimas del terrorismo, Zapata reflexiona en un libro sobre la construcción de personajes en el espacio público y el exceso de gravedad de las redes sociales
En el experimento llamado democracia, la ingenuidad juega malas pasadas. Lo aprendió Guillermo Zapata (Madrid, 1975) en su atropellado aterrizaje al Ayuntamiento de Madrid. Pero también entendió las responsabilidades y consecuencias del ejercicio de la libertad de expresión y las ha pasado a un libro: Perfil bajo (que la editorial Lengua de Trapo pone en las librerías el próximo día 27), donde reflexiona sobre la construcción de personajes en el espacio público y el exceso de gravedad de las redes sociales (lo conoció de primera mano al ser llevado a los tribunales por unos tuits en los que bromeaba sobre judíos y víctimas del terrorismo, comentarios que realizó en 2011 en tuits como "¿Cómo meterías a cinco millones de judíos en un 600? En el cenicero"). Algo parecido hizo Nicolás Maquiavelo hace casi 500 años. En una cafetería de Malasaña cuenta que no quería escribir una fábula moral, si acaso una explicación política. "Encontrarle algún sentido a esta experiencia". Se niega a pensar que solo fue "un error de la historia y ya".
Pregunta. ¿Tiene límites la libertad de expresión?
Respuesta. La cuestión no es esa, porque no debe haber límites. Pero que no haya límites no quiere decir que no haya consecuencias. Las consecuencias son debate público, gente que te critica, gente que quiere que dimitas, tú haciéndote cargo del dolor que has generado en otro... Lo que no tiene sentido es pensar que como hay libertad de expresión, no hay debate púbico. En la libertad de expresión no vale todo. Tú hablas para incidir en el debate público y no puedes esperar que eso no tenga resonancias. No puedes esquivar eso, porque si lo haces te importa muy poco lo que estás diciendo. Es un debate sobre cómo producimos ideas y cómo chocan con otras. Sobre cómo gestionamos lo tolerable y lo intolerable, en un contexto en el que los demás están cerca y no van a desaparecer. Eso era lo que me interesaba al escribir el libro.
P. ¿Qué ha encontrado cuando lo ha escrito que no vio entonces?
R. Que la libertad de expresión no es solo una defensa sobre el derecho a disentir, sino que también mide cómo de profundos son los consensos sociales que sostienen una sociedad. Una sociedad segura de sus consensos tiene más tendencia a defender la libertad de expresión, porque se siente menos amenazada. Cuando los consensos son fuertes, la libertad de expresión no es un problema.
P. ¿Es un libro sobre la ejemplaridad?
R. Más que ser ejemplar, ser responsable. Había una tonelada de argumentos para esquivar la responsabilidad: hacer la separación entre ciudadano y político, hablar del cambio de contexto del mensaje. Pero todo eso era menos importante que repensar la responsabilidad que uno tiene con su pasado. Hemos entrado en una lógica de amigo-enemigo, que permite exculparte todo el rato. Y es muy cínico. El ataque del adversario legitima todo lo que hagas, pero nosotros no pensamos así. No es la mirada del adversario la que valida si tú eres bueno o malo.
P. El libro es un reflejo perfecto de la llegada de Ahora Madrid al Ayuntamiento y su ingenuidad.
R. Sí, funcioné con mucha ingenuidad al pensar que íbamos a irrumpir en el espacio público y se nos iba a medir en los términos en los que nosotros habíamos construido nuestras propias biografías. ¿Por qué iba a hacer eso gente que no nos conocía de nada? ¿Por qué no pensar, mejor, que iban a partir de su propia idea de lo que éramos?
P. ¿Considera su dimisión como un acto de injusticia?
R. Dimitir no fue un acto de injusticia, fue hacerme cargo de mis responsabilidades. Vengo de un mundo donde lo colectivo dice: "Te has equivocado, no te expulso, pero te obligo a asumir responsabilidades". Es un aprendizaje del 15-M que no se agota: no se puede hacer sociedad y conquistar derechos y bienestar sin tener en cuenta a los demás. Eso es más complicado que no tenerles en cuenta, porque puedes gestionar y dominar el poder sin preocuparte por el 80% de la población. Pero eso no sería un modelo de política nueva. No puedes transformar la sociedad sin pensar en los demás. Y "los demás" es una cosa muy grande y muy variada, muy diferente a ti y que no tienes por qué gustarles, pero no van a desaparecer.
P. ¿Cambiaría esos tuits?
R. Es una pregunta que no tiene sentido porque no los puedo cambiar. Lo que puedo hacer es aprender de ellos, es que solo existe el presente que se actualiza continuamente, al margen de cuándo hayas escrito y publicado algo. El pasado ya no opera como pasado, sino como presente. Por eso las nuevas lógicas de las redes sociales han empezado a borrar el pasado, porque han entendido que eso garantiza una libertad mayor. Han abanderado lo efímero.
"Dimitir no fue un acto de injusticia, fue hacerme cargo de mis responsabilidades"
P. ¿Lo efímero da mayor libertad?
R. Es posible que sí.
P. De cualquier manera, eso no exime de responsabilidades.
R. Hay que ser muy responsable escribiendo y muy poco leyendo. Uno puede escribir con el ánimo de la ofensa, pero ser responsable con eso es hacerlo bien. Y no echarse para atrás. Hay que ser muy cuidadoso con los mensajes que lanzas. Quiero que lo que escribo se entienda y pueda defenderlo.
P. ¿Los volvería a escribir?
R. El contexto de las redes ya no permite mensajes donde el contexto se tenga que sobreentender. Mis tuits sobreentendían el contexto. Ahora es imposible. No los escribiría, porque Twitter ha entendido que necesitas más señales, más espacio. No permitiría más que a un mensaje mío se le despoje de contexto. Esos tuits están escritos por alguien que era inconsciente de que los posibles sujetos de dolor de esos tuits podrían llegar a leerlos. No hay ninguna garantía que algo que tú escribas sobre otro no vaya a llegarle a otro.
P. Entonces se decía que su dimisión dio la razón a la derecha.
R. Sí, pero no estoy de acuerdo porque tenemos que operar en otra clave política. No sé si mi dimisión hace más fuerte a la derecha, tengo la sensación que no, pero tengo muy claro que si no hubiera dimitido, no habría permitido construir vínculos de empatía con quienes salían referidos en mis tuits.
P. ¿Alguna conclusión de su experiencia?
R. La conclusión más importante es un cambio en la noción del sentido de la libertad de expresión. Ahora mismo la libertad de expresión se juega en el conjunto de receptores y obliga a desapasionarse un poco. No es real que una canción, un chiste o un tuit tenga ese poder tan absoluto de modificarlo todo, como para justificar poner en marcha una maquinaria de control de eso. Tiene más que ver con un poder que se siente bastante débil, tiene muchas dificultades para construir consensos sociales y cualquier idea, por ridícula que sea, parece una amenaza.
P. ¿Se quedó con ganas de ser concejal de Cultura?
R. No, porque no he tenido la experiencia de concejalía. Hubo frustración. Si ahora me dicen que abandone los distritos para ser concejal de Cultura digo que no, porque hay un vínculo y un compromiso. Siempre quise llevar un distrito, y ahora son dos. Son dos distritos que tienen algunos elementos comunes y otros elementos del desequilibrio histórico de la ciudad. La emergencia es mayor en Villaverde. La experiencia de la gestión de los presupuestos ha sido lo más satisfactorio del ciclo. Sacar adelante un proyecto, eso es muy concreto y muy satisfactorio. Que donde había un centro cerrado ahora haya un centro comunitario es muy satisfactorio. Arreglar un campo de fútbol, también. Y estar en contacto con la gente es muy importante.
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