Montmartre está en Madrid
CaixaForum recrea en una muestra el ambiente creativo y transgresor de los artistas franceses de finales del siglo XIX con Toulouse-Lautrec a la cabeza
Montmartre era antiguamente un municipio independiente situado al norte de París, que se anexionó a la ciudad en 1890. En ese barrio de la capital francesa, coincidió a finales del siglo XIX una comunidad de artistas rebeldes, nihilistas y creativos. Este grupo consolidó el concepto de vanguardia y definió lo bohemio. Un germen cultural que se esparció por todo el mundo, influyendo a escritores, actores, artistas, creadores... Este movimiento se consolidó en cafés, bares, prostíbulos o licorerias del París de la época. Y justamente esa atmósfera se concentra en la exposición Toulouse-Lautrec y el espiritu de Montmartre (en el CaixaForum Madrid; hasta el 19 de mayo; 5 euros), que representa el ambiente sociocultural del París de finales del siglo XIX.
Henri de Toulouse-Lautrec fue uno de los epítomes de esa vanguardia. Este icónico artista, asiduo a teatros, cafés y cabarés del barrio parisino de Montmartre, estaba fascinado por todo lo que ocurría en el denominado ambiente bohemio. Buscaba esas esencias en establecimientos como Le Chat Noir, Moulin Rouge o Moulin de la Galette, lugares donde, al anochecer, la absenta se mezclaba con el sexo, el cancaneo o la creación. “Todos estos elementos se pueden sentir a través de las 339 obras procedentes de colecciones de todo el mundo”, explica el comisario de la muestra Phillip Dennis Cate.
Canciones de cancán resuenan por la exposición, en la que se puede ver el primer cartel del Le Chat Noir, un trabajo del artista Adolphe Willette. Su mano está detrás del emblemático poster del cabaret que muestra un gato negro, de grandes ojos amarillos, sobre el nombre de Rodolphe Salis, artista y fundador de Le Chat Noir en el 84 del bulevar Rochechouart. Ahí, se citaban los artistas más efervescentes del momento.
Además de decorar varios de estos locales, Willette fue el que bocetó el Moulin Rouge. Toulouse-Lautrec no estaba solo. En la bohemia parisina del 1880 se dejaban ver Charles Maurin, Henri Rivière, Théophile Alexandre Steinlen o Jacques Villon, pero también Van Gogh, Manet o Pablo Picasso. Todos sintieron una atracción casi magnética por esta zona, aledaña a París, y, sobre todo, por sus locales que acabaron convirtiéndose en epicentro cultural de París.
“La muestra ahonda en la función tan importante que tuvieron las producciones artísticas efímeras en las trayectorias de Toulouse-Lautrec y de sus colegas”, explica el comisario Dennis Cate. Habla de la estampación, el cartelismo, la ilustración de libros y revistas, el diseño de partituras y otras obras en papel, que los artistas realizaban para sacarse algo de dinero con el que finaciar sus precarias economías: “Les permitían ganarse la vida fuera del restrictivo sistema académico”, explica el comisario.
Tras recorrer los paisajes urbanos del Montmartre de la época, la muestra —dividida en nueve secciones— se adentra en Le Chat Noir. Continúa profundizando en la relación de arte, periodismo y vanguardia; hablando de la relación del arte con los procedimientos de reproducción seriada y la comunicación de masas, resaltando el papel de Los incoherentes, pertenecientes a la corriente creativa de Las Artes Incoherentes. Y acaba con el ambiente nocturno, el circo y la imagen de la mujer en la época.
“Este movimiento artístico logró desafiar al sistema y trató de asimilar la complejidad de una sociedad que ya no era fácilmente definible”, explica la directora general de la fundación La Caixa, Elisa Durán. Un espíritu creativo y transgresor que toma vida de nuevo en el Madrid del siglo XXI.
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