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Un ejército de voluntarios contra la violencia machista

Recorrieron toda la ciudad durante tres meses, comercio a comercio, informando sobre los recursos municipales para las víctimas

Gloria Rodríguez-Pina
Voluntarios del proyecto Barrios por los Buenos Tratos y Puntos violeta, fotografiados en el Área de Participación Ciudadana de Madrid. De izquierda a derecha, Marisa Díaz, Amparo Lozano, María Antonia Maeso, Jaime de Mingo, Freddy Silva, Rosa Parreño y Marisa Macías.
Voluntarios del proyecto Barrios por los Buenos Tratos y Puntos violeta, fotografiados en el Área de Participación Ciudadana de Madrid. De izquierda a derecha, Marisa Díaz, Amparo Lozano, María Antonia Maeso, Jaime de Mingo, Freddy Silva, Rosa Parreño y Marisa Macías. ULY MARTÍN

Un batallón de 51 voluntarios por Madrid, 46 de ellos mujeres, se pateó durante tres meses Madrid para implicar a los ciudadanos, comercio a comercio, cafetería a cafetería, contra la violencia machista. En su misión para distribuir 55.000 folletos y 22.000 carteles, después de dos horas de formación orientadas a la acción e impartidas por el departamento de voluntariado del Área de Participación Ciudadana y la de Políticas de Género del Ayuntamiento, se encontraron con un retrato de la sociedad: mujeres maltratadas, hombres negacionistas de la violencia de género y sobre todo, personas con ganas de comprometerse. Fueron muchas horas de trabajo no remunerado pero aseguran que además de aprender y enriquecerse personalmente, la experiencia les ayudó a "reconciliarse con el ser humano".

En grupos de dos o tres personas hacían unas 60 visitas al día hablando con el pequeño comercio  sobre la campaña Barrios por los buenos tratos. No se trataba de convencer a nadie, mucho menos de discutir. El objetivo era concienciar sobre la violencia machista y dejar información sobre los recursos municipales de ayuda a las víctimas para llegar a las mujeres que la pudiesen necesitar. La restauradora jubilada Concha Cirujano, de 67 años, se encontró con dos de ellas en sus rutas. No se le olvida lo que le dijo una de ellas, una mujer de unos 80 años: "Él se murió y yo me quedé en la gloria". Una más joven, que iba con un niño pequeño, le contó cuánto le había costado salir de una relación violenta y que ahora, estaba feliz. "Nos dio las gracias y eso es lo más bonito, sientes que estás llegando", cuenta emocionada Cirujano.

La violencia machista, constataron los voluntarios, ataca a cualquier edad. Rosa Parreño, informática y ama de casa de 49 años, se encontró con una madre preocupada por la relación controladora a través del móvil de su hija adolescente con un chico. En una academia de inglés le hablaron de una alumna que se había tenido que cambiar de casa y de barrio para evitar a su expareja.

En general los voluntarios fueron bien recibidos por los comerciantes y los clientes, que entablaban conversación con ellos. A modo de estadística aproximada, Amparo Lozano, antes comercial y ahora ama de casa de 58 años, apunta que de las más del medio centenar de visitas que hacían al día, solo una o dos personas se quejaban y de estos, el 99% eran hombres. Les respondían preguntando para cuándo una campaña contra la violencia de las mujeres contra los hombres o con el típico comentario sobre las supuestas denuncias falsas, que en realidad no representan más del 0,1%, según la Fiscalía General del Estado y el Consejo General del Poder Judicial. En una tienda de regalos el dueño rompió el cartel en dos en cuanto se dieron la vuelta. "Quería que quedase clara su opinión", recuerda María Antonia Maeso, modista jubilada de 62 años.

Más implicación en los barrios humildes

En esos casos en que no eran bienvenidos, los voluntarios daban las gracias y se iban. Notaron mucha diferencia entre barrios. En los más humildes y con más participación social, como Orcasitas, Villaverde o Vicálvaro, sus visitas generaban mucho interés; los vecinos contaban que conocían a alguna mujer que podría necesitar ayuda o señalaban el lugar donde habían asesinado recientemente a una víctima. En otros como Chamberí las respuestas eran más frías. "Unas señoras muy elegantes en una farmacia nos dijeron con desdén '¿Esto es en lo que se gasta el dinero Carmena?", recuerda Lozano. Intentaron explicarles, sin éxito, que la violencia machista no entiende de clases sociales.

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Tampoco eran bien recibidos en algunos establecimientos, como en franquicias, pero a veces la respuesta de los ciudadanos dejaba en evidencia a los responsables. Le pasó a Concha Cirujano en una cafetería, donde una clienta se levantó a coger un folleto a pesar de la negativa de la dirección del local a que los dejasen allí. Los ocupantes de las otras cinco mesas le siguieron y todos cogieron la información.

Son esos recuerdos los que se llevan los voluntarios. "Me reconcilié con la gente del barrio, la que ves todos los días y compruebas que puedes hablar con ellos y que responden", cuenta Maeso. Algunos también fueron "conscientes a través del proyecto de una realidad que existe y que hay que visibilizar", dice Marisa Macías, abogada de 39 años que después se hizo un curso de defensa personal femenina. Un año después, todavían ven algunos de los carteles en los comercios.

Dar seguridad en las fiestas de barrio

Entre mayo y octubre de 2018 el Área de Políticas de Género y Diversidad del Ayuntamiento, junto a grupos feministas, asociaciones de vecinos y foros locales, instaló 60 Puntos Violeta contra las Violencias Machistas en las fiestas populares. 94 voluntarios, 85 de ellos mujeres, reforzaron los equipos.

"Dábamos tranquilidad, el Punto Violeta tiene un efecto disuario", explica  Freddy Silva (47 años), experto en defensa personal y promotor de igualdad que participó en el proyecto.

En las mesas, donde había entre seis y ocho personas, daban apoyo presencial a las mujeres, contribuían a que se sintiesen seguras y divulgaban los recursos que tiene el Ayuntamiento contra las violencias machistas y las agresiones sexuales.

También se acercaban a pandillas de chicos y chicas para repartir información y contribuir a que unos y otras sepan detectar la violencia machista. Por lo general, la reacción era positiva, aseguran. Amparo Lozano recuerda a un señor que se paró con su hija de unos 13 años y pidió que le explicasen la campaña. "La hija, la pobre, estaba cortada, pero se llevó la información", recuerda. Los voluntarios terminaron el proyecto con la satisfacción de haber aportado su tiempo y su ayuda. "Estás sembrando, pero falta mucho por hacer", apunta Silva.

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