¿Por qué el cielo de Madrid sigue contaminado si la calidad del aire ha mejorado?
Aunque en 2018 hubo menos contaminantes en Madrid que en los últimos años, la capital lleva días sumida en un persistente episodio de polución
“Madrid se asfixia”. Este mensaje, que apareció este miércoles en uno de los paneles informativos de la M-30, era la última campaña de Greenpeace para concienciar sobre el problema de la contaminación. La organización ecologista realizó la acción en medio de un persistente pico de polución: este jueves continúa activo el escenario 2 que, entre otras medidas, limita el acceso de los vehículos más contaminantes (los que carecen que etiqueta ambiental) al centro de la capital y mañana se vuelve al escenario 1 (máximo de 70 km/hora en la M-30 y en las vías de acceso en el interior de la M-40).
“La calidad del aire está mejorando en Madrid por varios motivos”, apunta Adrián Fernández, responsable de movilidad de Greenpeace, “en los últimos años ha aumentado el uso del transporte público y no lo ha hecho el del vehículo privado. Esto produce que haya menos atascos que antes. Y nos permite mantener la contaminación a raya, pero no reducirla todo lo que deberíamos”.
“Los datos de contaminación de 2018 son muy buenos: es el mejor año en calidad del aire en base al número de estaciones que han superado el nivel límite horario. También el segundo mejor de la serie histórica con respecto a las medias registradas en cada estación”, defienden desde el Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de la capital. Los datos de las estaciones municipales que miden la polución corroboran esa mejora de la calidad del aire: el año pasado, se registraron 102 picos de dióxido de nitrógeno (NO2 , uno de los contaminantes urbanos que más afecta a la salud), que se concentraron en 30 días. Son las cifras más bajas desde 2010.
Si la calidad del aire ha mejorado, ¿por qué en el último mes se ha activado varias veces el protocolo anticontaminación? “El protocolo se activa por una situación puntual”, explica Fernández, “en este caso por la estabilidad meteorológica: llevamos más de un mes sin lluvia”.
Aparte de la falta de agua, en invierno se produce en la capital un fenómeno meteorológico denominado inversión térmica, que produce una alteración de los flujos de las masas de aire y que afecta directamente a la contaminación: este fenómeno es el causante de la denominada boina.
Como el aire frío pesa más que el caliente, en la atmósfera uno tiende a bajar y el otro a subir. Durante la noche, el aire se enfría y cuando amanece, el Sol comienza a calentarlo favoreciendo su circulación. Las frías noches de invierno, aparte de bajar la temperatura del aire, hacen descender la del suelo. Cuando amanece, el aire comienza a calentarse, pero la parte del aire cercana a carreteras y aceras permanece más tiempo a menor temperatura. Mientras tanto, el aire que está justo encima se ha calentado lo que acaba provocando el confinamiento de la masa que tiene justo debajo con todo lo que contiene, contaminantes incluidos.
El fenómeno de la inversión térmica invernal va a seguir ocurriendo, por eso desde Greenpeace aprovecharon el episodio actual que sufre la ciudad para recordar que la clave pasa por bajar los niveles de contaminación: “Hay que reducir el número de vehículos emisores de polución en la ciudad”.
“Diciembre de 2018 ha sido un mes muy seco. También el primero de Madrid Central y esto ha permitido que, a pesar de la escasez de lluvias, haya sido uno de los mejores en cuanto a niveles de polución de los últimos años”, inciden desde el Ayuntamiento.
El mes pasado, la estación de Plaza del Carmen (la única dentro del área de Madrid Central) registró un 15% menos de contaminación que la media de los últimos ocho años “y sin que aumentara la polución en la red”, remarcan desde el Ayuntamiento. De las 24 estaciones que miden la polución, el mes pasado 17 de ellas mejoraron los datos promedio desde 2010.
Las medidas son buenas, pero el problema de la contaminación es grave. “Hay que seguir tomando más medidas porque seguimos infringiendo los niveles nocivos para la salud”, remarca Fernández. Desde Greenpeace valoran de manera positiva medidas como Madrid Central o que el Ayuntamiento haya endurecido el protocolo anticontaminación. Si fue la exalcaldesa Ana Botella (PP) la que aprobó el primer protocolo madrileño, Manuela Carmena (Ahora Madrid) lo ha endurecido en dos ocasiones.
Primero, en 2016, para bajar los niveles de preaviso y aviso. Mientras en la primera norma se activaban cuando se superaban los 200 y 250 microgramos de NO2 por metro cúbico, respectivamente; en la actual saltan cuando se alcanzan los 180 y 200. Un cambio que se hizo siguiendo las recomendaciones de la Unión Europea y de la Organización Mundial de la Salud, que establece en 200 el límite de afección a la salud. El año pasado lo endurecieron más al establecer que si saltaban las alarmas en tres estaciones de cualquier punto de la ciudad durante tres horas seguidas, se podía activar el protocolo (hasta entonces era en dos estaciones y de la misma zona). Como los límites son más restrictivos, ahora el protocolo se activa antes.
“Algunas medidas están bien, pero evidentemente no son suficientes”, valoran desde Greenpeace, “la contaminación es difusa y no entiende de fronteras. Es necesaria una acción conjunta [de la Comunidad de Madrid y los ayuntamientos]”. Ponen como ejemplo que justo ayer, se superaron niveles de contaminantes nocivos para la salud en Getafe. “Hay administraciones que se están tomando el problema en serio y otras que no”, opina el responsable de movilidad de Greenpeace. “El protocolo de la Comunidad [gobernada por el PP] es de risa: tras haber superado los niveles, no lo han activado”, continúa Fernández, “además, torpedean medidas que están funcionando y no mejoran las frecuencias de Metro durante los picos de polución ni permiten ampliar líneas de EMT”. Mientras tanto, la contaminación sigue ahí. Por suerte, las previsiones meteorológicas anuncian posibilidad de lluvias esta semana.
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