Murakami con copas y sushi
Éxito de la fiesta en Laie para presentar la nueva novela del autor
Espectacular éxito de la Fiesta Murakami celebrada anoche en Laie con motivo de la publicación de la nueva novela del escritor japonés, el libro 2 de La muerte del comendador. Orquestada por sus editores en castellano y catalán Tusquets y Empúries y la propia Laie, la fiesta reunió a un centenar largo de personas que abarrotaron el restaurante de la planta superior de la librería. Muchas y divertidas sorpresas en el acto, que hizo las delicias de los muy murakamianos e incluso de los que no tenían ni idea de quien es Toru Watanabe, Aomame o o Toru Okada. Hubo sushi en directo (bien, esto no es una gran sorpresa en una fiesta sobre el autor de Tokyo Blues), lectura a cargo de Alex Brendemühl, nada menos, fan del escritor, y música del universo Murakami pinchada por un DJ (y un poco de Don Giovanni en alusión al comendador). Arte también en directo (el ilustrador de las portadas de Murakami, David de las Heras realizó dos dibujos, uno de un inquietante personaje y un cuervo), y hasta un sorteo (de una de las láminas resultantes).
Y hubo por encima de todo, claro, literatura: el placer de escuchar como conversaban tres buenos conocedores de la obra del escritor, Rodrigo Fresán, Antonio Lozano y Jordi Nopca, sin olvidar al director editorial de Tusquets, Juan Cerezo, y a Ana Estevan, editora de ficción extranjera del mismo sello.
El escenario de la fiesta estaba decorado con gatos murakamianos (¿Noburu Wataya?, con nombre de cuñado), fotos del autor y frases para ir entrando en materia, el misterioso ambiente de la narrativa de Murakami: “¿Es posible retratar a un hombre sin rostro?”, “Lo que sea que estés buscando no va a llegar en la forma en que lo esperas”, “Nadie tiene algo para siempre, así es como hay que vivir”.
Leyó Brendemühl un fragmento de La muerte del comendador (2): “Más que las palabras me llama la atracción el brillo de tus ojos” (!). Y otro en que se habla de la violación de Nankin, la carnicería de las tropas japonesas en la ciudad china en 1937. En el ambiente empezó a espesarse ese intangible murakamiano que mezcla el continuum cotidiano con la sorpresa y la irracionalidad, los sueños. Fresán reflexionó sobre cómo el escritor ha convertido su apellido en adjetivo, dijo que él nunca imagina a los personajes del autor japonés con rasgos orientales, ni occidentales, sino como de un esperanto fisonómico y psicológico. Baños contó lo que fue entrevistarle, en Tokio, en un lugar llamado Murakami Inc., en una habitación infantil. Y Nopca habló de iniciación y simbolismo. El acto dio paso a su lado más festivo, pero era difícil dejarse ir mucho con Murakami observando la vida desde todos los rincones.
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