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La Rambla de les Flors, la muerte de un oficio

Solo quedan 13 paradas de floristas en el icónico paseo barcelonés donde las vendedoras han sustituido la venta de plantas por souvenires

Alfonso L. Congostrina
Los pimientos de formas fálicas de La Rambla.
Los pimientos de formas fálicas de La Rambla. carles ribas

El Penis Pepper es una clase de pimiento rojo picante procedente de Estados Unidos que, se mire como se mire, tiene forma fálica. En Barcelona no es complicado encontrarlo, al menos sus semillas. Se venden en el paseo más icónico de la ciudad, La Rambla. Las simientes están bien expuestas en las paradas de la Rambla de les Flors, las mismas que frecuentaban personajes como Dalí, Xavier Cugat, Henry Miller, Ernest Hemingway... Las que aparecían en cuadros de Ramon Casas o en obras de Lorca o de Sagarra.

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La Rambla de les Flors es la única parte del icónico paseo bautizado con el nombre de uno de los oficios que distinguían a la “calle más alegre del mundo”. Pero la decadencia del paseo y la mutación de los pobladores de la actual Rambla, los turistas, han provocado que en el paseo solo queden 13 puestos de floristas, donde la mayoría de las vendedoras han reemplazado las plantas por souvenirs.

El estado de salud del negocio de la flor en la Rambla dista mucho de la gloria de décadas atrás. El presidente de la entidad Amics de la Rambla, Fermín Villar, califica la actual situación de “triste”. “El 16 de agosto de 2017 había 16 paradas de flores. Con el atentado, la florista que trabajaba en la parada número uno, junto al mosaico de Miró, no aguantó más y cerró. La parada número siete, Flores María, junto al paso de peatones de La Boqueria, era del señor Joan, que esperó a jubilarse hasta que su trabajador tuviera la cotización completa. En febrero cerró la persiana. También ha cerrado Flores Carmen. Ahora quedan 13 paradas”, informa Villar.

Amics de la Rambla se enteró de que tras la jubilación del señor Joan, el Instituto de Mercados de Barcelona tenía preparado un desenlace apocalíptico para la parada: demolerla. “Nos dijeron que iban a esponjar la zona, pero nosotros después de luchar mucho hemos conseguido que la parada se quede. No se podrá vender, pero la decorará el Gremio de Floristas de Cataluña activando el arte floral y, sobre todo, educando a las personas que nos deriva la cooperativa Impulsem del Raval para que aprendan la profesión de florista”, explica.

La entidad busca rescatar la flor y, de paso, que los barceloneses recuperen el icónico paseo ahora invadido por los turistas. “Lamentablemente ahora hay paradas que solo venden imanes para la nevera y semillas extrañas”, argumenta Villar.

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Si alguien sabe de flores en la Rambla es Carolina Pallés. Una de las floristas más veteranas. En 1888 la bisabuela de Pallés ya vendía flores en el paseo. “Cuando mi abuela trabajaba había 33 paradas, con mis padres eran 18 y ahora somos 13. De las que quedan hay muchas que no venden flor. Hace años, desde la época en que gobernaba Xavier Trias, que estamos en declive”, lamenta. Pallés va más allá: “Hay paradas que se han acostumbrado a no cumplir las normativas y hacen lo que les da la gana vendiendo lo que quieren, haciendo los horarios que quieren… Todo está permitido y es una pena que el mejor paseo de Barcelona esté como está”. Carolina es la decana de la Rambla, conoce el oficio y dice que solo se gana la vida con los vecinos. “Las flores te acompañan desde el primer día que naces hasta que abandonas este mundo. Trabajamos e innovamos para ser mejores. A mí que me digan que mi parada es la más bonita hay veces que me genera tristeza porque antes todos teníamos flores y plantas. El Consistorio lo que tendría que hacer es que, aunque quedasen pocas paradas, fuesen de flores. Si mi abuela cumplía la normativa, mis padres también y mi hermana y yo también, ¿Por qué no lo hace el resto?”, pregunta.

La parada número nueve está bautizada como La Flor de la Rambla. José González la regenta desde 1995. Antes era el chico de los recados, pero se convirtió en jefe cuando la anterior dueña se jubiló. “La flor en la Rambla es un trabajo duro. Hay que estar doce horas diarias y las nuevas generaciones no quieren venir a hacer horas. Prefieren un trabajo de lunes a viernes”, resume. González combina sus ventas: “El turista te compra algún recuerdo con un cactus, tazas de café con plantas dentro… pero hay veces que te solucionan el día un par de enamorados de aquí”. El florista recuerda con nostalgia como era antes el negocio: “En 1995 sacabas los viernes por la tarde y los sábados todo el género y las señoras que venían a comprar al mercado también compraban flores para la semana. Ahora vienen cuatro señoras mayores pero ha desaparecido la gente del barrio”.

A la espera del plan de reforma del paseo

La concejal de Ciutat Vella, Gala Pin, reconoce que entre las floristas de la Rambla hay “profesionales que hacen un verdadero esfuerzo por mantener la tradición floral”. Pin asegura que las floristas se deben mantener en el proyecto de futura Rambla. El consistorio se comprometió antes del verano a presentar el plan de reforma (que contempla repensar desde las paradas hasta el tráfico) este otoño. Un proyecto que un equipo capitaneado por la arquitecta y exconcejal Itziar González, entregó hace meses al Ayuntamiento, que debía analizar su viabilidad. La intervención en La Rambla está prevista a partir de 2019 en cinco fases durante seis años. La idea del gobierno de la alcaldesa Ada Colau es que tenga consenso político para que sea definitivo.

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