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La Rambla mudará su cara desde Colón a partir de 2019

Ada Colau pretende llegar a un pacto con diferentes formaciones políticas para que el proyecto sea definitivo

La parte inferior de La Rambla, vista desde el mirador de Colón.
La parte inferior de La Rambla, vista desde el mirador de Colón. MASSIMILIANO MINOCRI

La transformación de La Rambla puede ser una realidad a partir de 2019, año en el que se prevé empezar las obras por el lado de Colón. No se actuará en todo el paseo simultáneamente; se hará en cinco fases que se prolongarán durante seis años. Quioscos de prensa, antiguos pajareros, floristas, restaurantes y el tráfico experimentarán notables cambios con el proyecto realizado por el equipo KM-ZERO, liderado por la exconcejal socialista y arquitecta Itziar González Virós.

El anteproyecto redactado por el equipo multidisciplinar fue entregado al Consistorio, que ahora lo está analizando técnicamente con la intención de presentarlo públicamente después de verano. La previsión es redactar el proyecto ejecutivo en lo que queda de año y que las obras comiencen a partir de 2019. Esos son los planes del gobierno de Ada Colau, que pretende llegar a un pacto con diferentes formaciones políticas para que el proyecto de La Rambla sea definitivo y con suficientes apoyos para evitar que la estrategia y los planes del icónico paseo no cambien con cada equipo de gobierno. BComú quiere que el futuro paseo “no sea La Rambla de Colau” sino la de todos, resume la concejal de Ciutat Vella, Gala Pin. Además, la iniciativa deberá votarse en el pleno y, por tanto, Colau necesitará llegar a pactos para aprobarlo.

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Algunos de los objetivos que persigue la transformación del paseo es esponjarlo —quitarle actividad que hoy por hoy ocupa buena parte de metros cuadrados del paseo central—, que sea más transitable para el peatón, lo que supone pacificarlo —reducir la presión del tráfico rodado—, ordenar sus actividades y dignificarlo. Condiciones para hacer más amable el paseo para todo el que lo pise y un intento —el enésimo— para que el barcelonés vuelva a ramblear, una costumbre que ha quedado prácticamente desterrada por la presión turística. La regidora está convencida de que es posible: “La transformación de La Rambla nos tiene que permitir recuperar el paseo para los barceloneses. Si hay una calle que refleja la historia de la ciudad es esa y nuestra obligación es que los vecinos la recuperen”.

Una transformación que tiene a muchos actores implicados y muchos intereses enfrentados, por lo que necesariamente los plazos de ejecución serán largos. Fuentes conocedoras del anteproyecto apuntan que se ha establecido una ejecución en cinco fases y seis años de intervención que seguramente empezará por el extremo de Colón, que es el que soporta menos actividad.

Por capítulos, algunas de las ideas que se apuntan en el anteproyecto —según las fuentes conocedoras del mismo— que estudia el Consistorio son las siguientes:

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Quiosqueros y antiguas pajarerías negociarán con el Consistorio

Movilidad. A principios del milenio se impusieron las primeras limitaciones de tráfico, al prohibir la circulación de autocares. Después, a partir de 2005, se introdujo el control de subida con cámaras para limitar el paso de vehículos exclusivamente a los vecinos que ha funcionado de forma bastante irregular. La idea de la peatonalización total ha sido descartada por los sucesivos gobiernos municipales porque La Rambla es una conexión vial para el barrio del Raval y porque, además, es el único acceso a los hoteles y restaurantes del paseo. En la propuesta ahora en estudio los coches seguirán pasando, aunque perderán espacio, y los viales de subida y bajada se limitarán a uno por sentido. El resto del espacio de la calzada se reservará a zona de carga y descarga. Una de las cosas que quiere mejorar el proyecto es la conexión entre los barrios. Falta por ver qué ocurrirá con las líneas de autobuses que pasan por ella.

Comercios. Es poco menos que imposible que una administración intervenga de forma definitiva en el tipo de comercio que pueda tener una calle. Los comercios de La Rambla han ido cediendo a la presión del turismo y actualmente la mayoría son de souvenirs o se han reconvertido en bares y / o franquicias orientadas al consumo del visitante extranjero. Lo que se plantea en el anteproyecto es cómo incidir en la calidad de los mismos. La idea no es tanto cambiar los comercios como que lo que ofertan pueda ser de interés de cualquier ciudadano, sea viajero o no.

Un quiosco de prensa en La Rambla, con todo tipo de souvenirs y recuerdos.
Un quiosco de prensa en La Rambla, con todo tipo de souvenirs y recuerdos.MASSIMILIANO MINOCRI

Quioscos de prensa. En La Rambla hay once quioscos de prensa, aunque con los años su actividad ha girado en torno a la venta de todo tipo de productos dirigidos al turista, desde camisetas, toallas y una amplia gama de souvenirs. La venta de periódicos y revistas es ahora residual. El Plan Especial de la Rambla —aprobado en mayo de 2016 con el apoyo a BComú de ERC, PSC y CUP— establecía que deberían reducir su espacio a un máximo de 4,4 metros. Esa medida podría variar porque todavía se está negociando con los propietarios de unos quioscos que en otras décadas no cerraban jamás. La concesión de esos establecimientos acaba en 2030, por lo que las modificaciones se alargarán en el tiempo. Los quiosqueros preguntados se acogen a un futuro por delante de 12 años —hasta que finaliza la concesión — y, en todo caso, apuntan que si se aplicara el recorte antes supondría la pérdida de puestos de trabajo. El anteproyecto parte de la reducción ya aprobada y sitúa a los quioscos entre árboles, de forma que invadan lo mínimo el espacio central del paseo. Al ejecutarse por fases, también se prevé llegar a acuerdos con cada uno de ellos progresivamente.

Un paseo en cambio constante desde los Juegos

El impacto de los Juegos Olímpicos no tardó en notarse en La Rambla y lo primero que preocupó a los diferentes gobiernos municipales fue el tráfico. A finales de los noventa, por ejemplo, bajaban y subían por el paseo una media de 500 autocares turísticos con el guía micro en mano. Después de prohibir el tiovivo de los autocares llegaron las restricciones a todo aquél que no fuera residente o servicio público. Tuvieron un efecto relativo. Mientras, los promotores e inversores compraban fincas enteras de oficinas o despachos en el paseo y se hacían con edificios con inquilinos para, poco a poco, presionarlos hasta lograr que se fueran. En pocos años —desde finales de los noventa a 2008— se construyeron en el paseo diez hoteles. En 2005 llegó un primer plan de usos del distrito para evitar la saturación y el mobbing que sufrían los vecinos. Llegó ya tarde.

Esa presión inmobiliaria se trasladó a los comercios del paseo y a la restauración —especialmente las terrazas— que fueron orientándose al turismo que durante muchos meses al año es el amo y señor de La Rambla mientras los barceloneses apenas la atraviesan.

Antiguas pajarerías. Los antiguos pajareros reconvertidos en vendedores de souvenirs y turrones son los más perjudicados porque desaparecerán. Su actividad no responde “al interés general” que es la condición básica de la licencia de Mercados que disfrutan. El rechazo de la mayoría de los afectados es frontal, como la familia de José Cuenca que es propietaria de cinco de las once antiguas pajarerías en las que trabajan más de 80 personas. “Nosotros no queríamos dejar de ser pajareros y el Ayuntamiento nos obligó a reconvertirnos a la fuerza. Con CiU nos dijeron que estorbábamos, pero que nos buscarían una alternativa. Éstos —en referencia a BComú— ya nos han dicho que nos echarán, pero no nos informan. Imagino que el día antes de echarnos de La Rambla nos avisarán”, lamenta Cuenca. Desde el Consistorio la decisión está tomada. Consideran que el emblemático paseo sería mucho mejor si en la parte superior no estuvieran las paradas de venta de gofres, de entradas, helados… y saben que tendrán que negociar las expropiaciones. Unas negociaciones que llevarán un tiempo y que se realizarán con cada uno de los propietarios, que a buen seguro exigirán unas compensaciones millonarias, ya que la facturación que generan los nuevos negocios son mucho más elevadas que las que tenían con las pajarerías.

Terrazas. Se han convertido en un notable obstáculo que impide la visibilidad de un lado a otro de La Rambla, que es precisamente lo que se quiere conseguir con la intervención. Más que grandes cambios, lo que se apunta va en la línea de reorganizar el espacio que ocupan, respetando las distancias entre ellas y sin saturar la parte central del paseo, que es la más estrecha.

Floristas. Las floristas del paseo aseguran que en las reuniones que han acudido jamás se ha hablado de su futuro. “Queríamos enterarnos de si nos cambian de sitio o reorganizan, pero en las reuniones solo hablan de comercios y de nosotros nada”, asegura el propietario de uno de las paradas de flores.

Memorial atentado. La decisión de dónde se ubicará el memorial de las víctimas del atentado del 17 de agosto de 2017 —y en qué consistirá — depende del comisionado de Memoria Histórica del Consistorio. Vecinos, comerciantes y Amics de la Rambla no quieren que el mosaico de Miró quede ligado para siempre al horror de los atentados.

 

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